El indio en el baldío de este pachakuti
En una nueva excursión de turismo militante el economista jipi cruza el no desierto para no ir a San Juan, sino a Puyuta, territorio ancestral donde aún resiste el pueblo warpe.
Por Tomás Astelarra | Fotos: Miguel Ramírez
“Alguna cosas tan hechas de agua profunda.
Hechos de un negro tan hondo.
Ismo profundo.
Aqui no hay nadie ni nada
Es siembra y espero”.
Loli Molina, Ouroboros
“Compañeros han caído pero no nos vencerán.
Porque por cada indio muerto otros miles nacerán”.
Himno de la Guardia Indígenas del Cauca
“Entre una antigua música de azúcar en nosotros, para que desde el hombre continental subamos,
almíbar solidario, familia amanecida, a empujar la esperanza pobrecita, mestiza, a desatar las manos de América nativa”.
Armando Tejada Gómez, Antiguo Labrador de la Tierra
Más vale tarde que nunca. El mecánico finalmente da la noticia que la chata va a estar pal viernes. Entre seis y ocho horas después de los planeado dejo la moto en otro mecánico y espero al Guille en la lotería-parada de Las Tapias. Repentinamente recuerdo que no pagué la cuota de la multinacional y me cortaron el teléfono. Encima se quedó sin batería. Espero un rato largo intentando contener la angustia que genera, aún en territorios jipisneorurales, la falta de comunicación tecnológica en tiempos modernos. Pero la noche va cayendo y no veo bien las camionetas que pasan ni tengo seguridad de que el Guille halla entendido el lugar de encuentro. Justo cuando en esa falta de esperanza o falsa búsqueda de certeza, decido subirme a un colectivo rumbo a Villas de las Rosas para intentar comunicarme desde el local cooperativo escucho un chiflido y grito que me detiene.
Subimos rumbo a la casa en la montaña, Rodeo de Piedra. Me siento a tomar un vaso de agua, picar pedazos de mila de pollo y observar los nuevos rastis del Manu mientras Guille y Gabi aceleran preparativos. Alimentan chanchos, perros y gatos, dan recomendaciones al chango que se va a quedar cuidando la casa, preparan ducha y cena, envasan unos dulces de apuro, revuelven rincones en búsqueda de objetos rituales, medicinas, artefactos electrónicos y otros elementos de viaje mientras repiten preguntas del tipo: ¿No te acordás donde quedó el poncho verde ese que usamos la última vez que fuimos a Misiones?
Ya en la ruta el Guille pasa por la carpintería pa buscar una caja de herramientas por las dudas la chata no halla quedado bien. El Manu no dura ni quince minutos despierto. La Gabi ceba mate y propicia charlas. Después de una semana y varias decenas de miles de pesos, efectivamente, el mecánico parece no haber podido resolver el síndrome de pereza que afecta a la maltrecha embarcación. La chata no sube de los ochenta kilómetros por hora. Encima al hacer un chequeo rutinario, el Guille se da cuenta que el mecánico le saco la gomita del alambrecito que sostenía la manguera para que el acelerador no se quede pegado. Alejándonos de la sierra el monte ralea, la noche se espesa, ni los policías de turno osan molestarnos en la frontera entre Córdoba y San Luis. Sin música funcional, alargando un mate relavado, bajoneando de manera esporádica pero automática un paquete de pepas integrales cooperativas, cada tanto creemos divisar zorros, sachacabras y hasta un enorme lagarto (que al final es un fuselaje de automóvil abandonado).
Nos preguntamos que carajo harán los seres que habitan esos ranchos de adobe perdidos en la tierra seca y distante. Nos imaginamos que a esas mismas horas las tribus kamiare atravesando los mismos territorios para parlamentar con sus primos warpes. Nos preguntamos cuantas geografías de este bendito descalabro mundial cargarán todavía ese inmenso silencio sin gentes. ¿En que tiempo o momento avanzará sobre él la sombra de la hidra capitalista, ese monstruo multinacional que todo lo devora planificadamente? ¿Cuando se acabará esa maldita costumbre de llamar desierto o ignorancia a lo que no se conoce?
India, pobre, comunista, dulce y firme abuela
La Gabi hace rato se durmió. Cada tanto frenamos a mear y fumar un pucho armado. En una de esas la chata amaga con no arrancar. Echamos un par de rezos y zafamos. En ese preciso momento recuerdo que la Amta siempre dice que ella reza a las abuelas para proteger a los viajeros que van a su encuentro. Sin teléfono le pedí al Guille que mandara algún mensaje a alguien de la comunidad pa avisar que íbamos muy tarde. No hubo respuesta. Tampoco tenemos mucha señal ni crédito.
-¡Ahí tenés! Ya me va a cagar a pedos la abuela nomás llegar-le comento divertido al Guille, que aprovecha pa preguntarme más acerca de Argentina Paz Quiroga, líder espiritual del pueblo warpe.
A la abuela Amta la conocí por una invitación de la familia Corazón de la Montaña, una sede traslaserrana del Fuego Sagrado de Itzachilatlan, una organización new age fundada en los noventas en México por un grupo de inmigrantes chicanos que en su paso por Estados Unidos habían estado en contacto con las tradiciones Lakota y de la Iglesia Nativa Norteamericana. Dentro del llamado Camino Rojo, la tribu del arcoiris y la profecía del cóndor y el águila (la unión entre las tribus del norte y sur del continente), mis amigues organizan temazcales, ceremonias de cuatro tabacos, danzas del sol, caminatas por la paz y búsquedas de visión, en una de las tantas formas de recuperar las formas ancestrales y ceremoniales de percibir la vida. El Taita Rocky (que además es sonidista de la Mississipi Blues Band) dice que a falta de indios les jipis podemos comenzar a ponernos las plumas. Siempre esperando que vuelvan los abuelos, las abuelas, las cosmovisiones guardadas de un pasado donde las pueblas aún veían a la tierra como madre y la economía como el cuidado de la casa común. En un cruce de mundos chejes (diría Silvia Rivera Cusicanqui), reconectarnos con el origen, los elementos, las voces ocultas detrás de historias y paradigmas apócrifos y amañados para el beneficio de unos pocos que cada vez son más pocos. El masculino no es casual.
En esa búsqueda la familia conoció a la Amta. Casi sin querer le mostró unos escritos míos. La doña quiso conocerme. Debajo de un algarrobo al lado del río Luyaba sus nietas organizaron un par de sillas y un mate. Sentado delante de ella me empezaron a temblar las piernas. Y sin conocerla, en medio de tiempos con una fuerte determinación de no sumar más tareas a mi vida, cuando me pidió que la ayudara en unos escritos, dije que si. Hay fuerzas, energías, personas, destinos, que van más allá de cualquier razonamiento. Y no fue en vano. Descubrí unos de esos personajes que cuando me prestan atención, o incluso dirigen la palabra, siento que algo bien estoy haciendo en la vida. Alguien que mezcla esos dos ámbitos que pa mi no es casualidad anden tan distantes como espiritualidad y política. Alguien que fue comunista y delegada de San Juan en la asunción de Tosco en la CGT de los argentinos en los setentas y le puso los puntos a Cristina en una reunión en Casa Rosada en el 2010 (dizque bicentenario). Que junto a su hija Ilihue salió a los barrios y los valles, las montañas y ciénagas, rastreando cada puerta, cada piedra, cada rancho, en búsqueda de las tradiciones, cosmovisiones, palabras dizque olvidadas, de una lengua que los teóricos de este sangrante presente globalizado habían vaticinado tan muerta como su cultura (tan linda pa los dibujitos de manuales escolares y revistas billiken). Pues los indios, las indias, warpes, no estaban muertos, muertas, solo aguardando. Que la Amta levantara sus brazos y les dijera, tras el susurro del condor (kuntur), el agua (caha) o el fuego (kitec): ustedes no son pobres, son warpes.
Y esa sola sutileza les dio la capacidad de resistir dignamente los embates del neoliberalismo, juntarse con otres, generar proyectos productivos, cooperativos, de la economía popular, manguearle unos pesitos al estado, cortas rutas, exigir derechos, tratar de proteger a la Madre Tierra (tan castigadita), analizar entre todes las esperanzas, desafíos y resistencias de esta crisis civilizatoria o cuarta guerra mundial contra las pueblas. Tejer voces y acciones, volver a la raíz, la cultura, la madre, el vientre, con dulce firmeza, como siempre han hecho las ñañas, las abuelas.
Bailando sobre el apocalipsis
Me dirán que soy medio tonto, tal cual se viene calificando desde hace varios siglos a cualquiera que desee cruzar la frontera de la certeza positivista nacida casualcausalmente justito después de la quema de brujas. Pero io creo que es cierto eso que me contó la familia que un día en la montaña la Amta hizo encapotar el cielo y parir un rayo pa presentarse en medio de un desordenado tumulto jipi. “Soy Argentina Paz Quiroga, la hija del trueno”, dicen que dijo como si nada.
Fue en las calles de Colombia donde escuché esa versión que luego confirmó en una casa del Camino Rojo en Carlos Keen el Taita Tulio. Ese mito que cuenta cuando el Taita Querubin destrozó de un rayo la camioneta guerrillera que pretendía impedirle llevar comida a su pueblo. Una de las tantas historias de realismo mágico que descubrí en el preciso momento en que mis investigaciones periodísticas relacionaban masacres paramilitares con ganancias de empresas multinacionales. Me salvo esa esperanza. Por más que entendiera que aquellos indios no era héroes del comic o animes japoneses. Los abuelos, las abuelas, saben de rayos como la madre tierra. Su pazciencia es infinita. Como aquel amigo mío, líder caucano, que me aclaró que el había tenido diez hijos sabiendo que cinco se los iban a matar los paramilitares, los guerrilleros o el ejército. A mi hoy se me hace tan creíble creer que los taitas y machis tiren rayos como las noticias que me mandan de ese grupo de indios caucanos que llevan más de siete años ocupando las fincas del monopolio azucarero más grande de Colombia en un proceso que llaman “liberación de la madre tierra”. Lo que si me resulta increíble es que halla una entera sociedad creyendo que hay una salida capitalista, científicopositivista, de desarrollo infinito, a esta gran crisis humanitaria que nos compete.
No sé por qué pienso en paraísos tan lejanos mientras la doña del celular nos va guiando por la circunvalación y calles interiores de la capital provincial hasta Ullum, uno de los primero sectores del apocalíptico panorama de represas que encadenan el río San Juan. La última vez que visité a la Amta a fines del año pasado, su nieta Nadia (actual referente política del pueblo warpe). hizo una ceremonia en el centro de la ciudad junto a la asamblea ambiental Aguita Pura para San Juan. Junto a la Ale, el Amadeo y el quechua Julio Maíz, acompañamos a la Amta a depositar el agua de la ceremonia en la naciente del río. A medida que íbamos subiendo las estructuras de cemento se hacían más y más grandes en una visión concreta de aquello que la intelectualidad capitalista llama “zona de sacrificio”. Hace días que la gente no tenía agua dentro de una de las sequías más grande del siglo en San Juan. Después de los rezos de la Amta y Nadia, el agua cayó en baldes del cielo.
Sobre el cauce del Río San Juan existen actualmente construidos tres represas: Ullum, Caracoles y Punta Negra. Juntas pueden recolectar 1.362 millones de metros cúbicos de agua. En junio de 2019 se licitó la segunda etapa del embalse Tambolar que tendrá capacidad para otros 605 millones más. Sin embargo los últimos años el promedio anual del cauce del río fue de 636 millones (frente a 1200 de la década pasada y 1900 de la segunda década del siglo pasado). La crisis del agua (que incluye la desaparición de los glaciares que dan vida al río) hace temer por el mantenimiento de las represas, la provisión de luz eléctrica y el riego para la agricultura. El gobierno hace años que no invierte en sistemas de acequias o pozos de agua y se estima que la producción agrícola (vino, aceite de oliva, frutas y verduras) tendrá que reducirse a la mitad de lo acostumbrado.
Después de ese dato entendemos la cantidad de vides y olivares secos que vimos al costado de la ruta. “¿Y que quieren que pase si encadenan al río?”, se queja la Amta mientras nos guía por modernas pero inhóspitas calles de cemento a una barrosa y pequeña acequia donde se puede mojar los pies a metros del alambrado que impide el acceso al río. Todavía recuerda cuando en esas orillas las familias festejaban la vendimia o un casamiento con largas mesas y parrillas y baile. “Esto era un vergel”, afirma. Viendo alrededor creerle es casi tan difícil como imaginarla provocando un rayo.
La Amta cuenta que hubo un gran movimiento de resistencia contra las represas. Luego vino la dictadura, los muertos y desaparecidos, los exilios y traiciones. A caballo del modelo neoliberal de los noventas llegó la megaminería. Porque si el agua es un problema en la ciudad, ni les digo en las montañas. Al aumento del uso de minerales para la tecnología y su consecuente incremento en el precio internacional (entre otres commodities) hay que sumarle la concentración de las empresas mineras ligadas al nuevo esquema financiero global (donde dicha actividad se funde con la fabricación de armas, el narcotráfico, la agroindustria, la farmacéutica, el internet, hasta hace poco el petróleo y otros negocios sin límites en costos sociales y ambientales).
Justo en ese momento, además de una reelección pal turquito riojano y algunos derechos pa los indígenas, la reforma constitucional argentina del 94 le da la propiedad de los suelos a las provincias. Luego se aprueban las leyes de Inversiones Mineras y Acuerdo Federal Minero. El generoso Banco Mundial otorga a la Argentina un préstamo destinado al Plan de Asistencia Técnica para el Desarrollo del Sector Minero (PASMA), con el objetivo de “realizar reformas regulatorias e institucionales tendientes a alentar la inversión privada en minería”. También hay unos manguitos pa construir carreteras y se crea un fidecomiso donde estado y multinacionales generan proyectos de provisión de servicios pa la dizque población (justo en el lugar donde se asientan las mineras). Parece mentira que desde el préstamo de la Baring Brothers a Rivadavia (solo pa tomar como referencia esta cosa llamada Argentina) todavía no hallamos aprendido el truquito este de los gringos prestándonos guita para fomentar sus propios negocios. Encima le cobramos re pocos impuestos (cuando los declaran).
La venas abiertas de San Juan
Si en 2003 San Juan exportaba 18 millones de dólares provenientes del sector minero, en 2010 la cifra subía a 1.100 millones (61 veces más, según los datos de la Secretaría de Minería de la provincia). En septiembre de 2005 comenzó a producir Veladero, la mina de la multinacional canadiense Barrick Gold. Los estudios sin embargo se venían desarrollando desde el año en que se aprobó la nueva constitución (1994). Diez años después, en septiembre del 2015, se producía una de la peores catástrofe ambientales de la historia argentina con el derrame de un millón setenta y dos mil litros de solución cianurada (además de mercurio) en cinco ríos de la provincia. Los derrames continuaron en 2016 y 2017. En 2019 las asambleas ambientalistas denunciaron el transporte ilegal y sin previo aviso de 100 toneladas de mercurio que desde Veladero recorrieron 6 provincias hasta el paso de Jama en Jujuy para después volver al puerto de San Antonio (Valparaíso). Allí les esperaba un viaje por nueve países más hasta llegar a una mina de sal en Alemania donde quedarían sepultados. Por alguna extraña razón el mercurio (cuya utilización está prohibido en la mayoría de países del mundo) hizo una vuelta de 2.400 kilómetros, siendo que el puerto de San Antonio queda a solo 775 de Veladero. A pesar su toxicidad nadie avisó de la movida a las poblaciones afectadas. Es que la sal no sala y el azúcar no endulza, dijeron los gerentes multinacionales.
Con la llegada de un nuevo gobierno peronista neoliberal y la pandemia, mientras la gente se resguardaba por el bien de la salud mundial en sus casas, el gobierno de San Juan declaró la megaminería como actividad esencial mientras se suspendía el juicio por los derrames en Veladero y la asamblea Jachal No se Toca denunciaba otro transporte ilegal de 10 toneladas de mercurio hacia el puerto de Ingeniero White en Bahía Blanca. El 15 de febrero de 2022 los análisis del agua del río Jachal certificaron por los niveles de cianuro y mercurio un nuevo derrame en Veladero. Los gobiernos provinciales y nacionales hicieron caso omiso, siendo que este cuarto derrame de la empresa legalmente implicaría su obligado cierre.
Lejos de que eso suceda, Barrick Gold anunció la extensión de la actividad de Veladero por diez años más, mientras que, el también grupo multinacional canadiense, Lundin, recorrió las prensa hegemónica y los medios ambientalistas gracias a una inversión de 4.200 millones de dólares para el desarrollo del proyecto minero de cobre, oro y plata Josemaría, ubicado en el norte de la provincia. Las asambleas ambientales de San Juan denuncian, entre otras cosas, que este proyecto viola la ley de Glaciares, irregularidades y falta de debate del informe de impacto ambiental (que además no consulta otros territorios afectados como La Rioja o Chile), el avasallamiento sobre la flora y la fauna de un área de reserva nacional y la ausencia de una audiencia pública. “¿Y qué querés?”, explican los profetas del pragmatismo económico y la correlación de fuerzas, “si hay que pagarle al FMI la guita que nos prestó para que las multinacionales se lleven la plata del país”.
Es que, a la hora de buscar dólares, San juan concentra el 55,6 % de inversiones mineras en Argentina, seguida por Salta (26,5 %). En los últimos años la actividad representó el 75% de las exportaciones de dicha provincia, relegando al complejo vitivinícola y al sector productor de hortalizas y legumbres a un segundo lugar (14% de las exportaciones frente al 50% que representaba en 2005). Encima ahora por la falta de agua van a producir la mitad. Problema que no tendría el dichoso proyecto Josemaría (Joe para les amigues) que ocupará más de mil hectáreas (30 veces más que Veladero) y producirá durante 19 años 152 mil toneladas por día (más que Bajo la Alumbrera, uno de los proyectos mineros más grandes en la historia argentina, cerrado en 2018 tras múltiples denuncias de corrupción, represión y contaminación).
Según los diversos cálculos de las asambleas ambientalistas el nuevo proyecto minero aprobado por el ex ministro de Producción y actual cantante de rancheras Matías Kulfas, podría consumir más energía eléctrica que el de Santiago del Estero, Salta, San Luis, La Rioja, Jujuy y Catamarca juntos. Ya Bajo La Alumbrera (en la provincia de Catamarca) consumía en 2015 el doble que toda la provincia de San Juan. La actividad minera es una de las 10 actividades empresariales de mayor consumo de energía en el país, y si bien las campañas hablan de autoabastecimiento eólico o solar, este no llega ni al 20% del consumo según datos oficiales.
Sobre la provisión de agua necesaria, los datos están en disputa. Se había anunciado que serían 350 litros por segundo. Pero el informe de impacto ambiental dice 515. Algunos expertos de organizaciones ambientales hablan de 1.200 litros por segundo. Y la asamblea Jachal No Se Toca dice 3.100. ¿Quién da más? De todas maneras, aún el cálculo más optimista, triplica el consumo de Veladero, que tiene autorizado un consumo de 110 litros de agua por segundo, teniendo en cuenta que, como todo buen argentine, a Barrick Gold no le importa tirar papelitos en la calle, evadir impuestos, mentir ingresos y truchear el medidor de luz y agua.
Rondando las seis de la mañana y ajenos a las estadísticas, nosotres cruzamos el dique Ullum rumbo a un lugar que marca el gps que luego identificamos como un club de pescadores. El inmenso portón está cerrada con un grueso candado, nuestra coordinadora evidentemente no responde, tampoco la dueña de casa…Con gran frustración y cansancio nos disponemos a dormir en la camioneta cuando veo un hueco en el alambrado. Con el atrevimiento de quien sabe las posibles consecuencias de invadir no solo propiedad privada, sino también desconocida, me traslado en la noche oscura rumbo a un rancho con una luz que en segundos comienza a iluminar una mini jauría de perros. Siempre de frente al comité de bienvenida, retrocedo lentamente, nervioso y sanamente curado de atrevimiento. Apenas puedo dar la vuelta rumbo al portón nuevamente cuando diviso otro grupo de luces a mi izquierda. Vuelvo a tomar coraje. Esta vez no hay perros, tampoco autos, mucho menos gentes. Parece un lugar de fin de semana abandonado. Ya casi pegando la vuelta veo un auto. Haciendo zoom con el cuerpo creo identificar un cuadro del Ponja, poeta y artista plástico, compañero de la asamblea Aguita Pura para San Juan, miembro de la Coaxa Utu, el centro cultural warpe. Me acerco a la puerta y está abierta. Adentro un ser peludo y barbado duerme en un sillón cubierto con aguayos. ¡Es el Ponja! Con las llaves del enorme candado sobre el inmenso portón vamos al rescate de la expedición traslaserrana. Nos fumamos un puchito más, damos las gracias a las abuelas por la protección y nos metemos en la cama pa dormir al menos un par de horas. A las 10 de la mañana tenemos la inauguración del encuentro Warpe-Kamiare en la Coaxa Utu.
Mundo cheje
La Coaxa Utu es el centro cultural warpe en Puyuta o Puyutoc, una periferia rural de la capital sanjuanina que ahora es barrio cheto y se llama Rivadavia. En medio de edificios y chalets, avenidas y locales comerciales con cierta imagen de prosperidad que contradice las estadísticas oficiales de pobreza e indigencia, al fondo de una plaza y al lado de un centro de boy scouts, en lo que solía ser la finca de su abuelo, la Amta y su familia recuperaron un terreno baldío. Hay una pequeña huerta de piedras y escombros cuyo verdor se ve milagroso al lado del resto del terreno, una casilla prefabricada que es el único techo y donde funciona la Escuela para la Vida, un aguaribay centenario al que les niñes bautizaron Ramita, una construcción de adobe donde se celebran los círculos lunares, un fogón ritual, un fogón pa la cocina y otro círculo ritual de asamblea. Diversos murales colorean las paredes. A pocos metros, del otro lado de la manzana, vive en su casita warpe la Amta. De todas maneras nos recibe en la plaza junto a un montón de gente. Su hija Gladys, su nieta Nadia, sus nietos Mauri (señor del fuego sagrado) y Germán (señor del fuego pal alimento), varies bisnietes, representantes de comunidades warpes de Mendoza, San Juan y San Luis, intelectuales, artistas, militantes, funcionaries publiques, vecines, jipis y niñes, Muches niñes.
Sobre la pared del mini auditorio (que lleva el nombre de Ilihue Quiroga Chapanay, hija desencarnada de la Amta) un grupo de cartulinas cuenta la historia de la comunidad en fotos, hay un altar ceremonial, una ofrenda de alimentos, algunos instrumentos, muchos aguayos, mesas con libros y artesanías. La Amta piden que no la saluden hasta terminar la ceremonia de iniciación. A su alrededor, como siempre, un grupo de amorosas mujeres la cuida y atiende. No dice la edad, pero tiene una fortaleza que envidiaría más de una adolescente. Recuerda una vez que la invitaron a una reunión en la casa del poeta Armando Tejada Gómez, comunista, como ella. Cuenta que el tipo la reconoció y la invitó a sentarse a su lado. Luego le mostró las fotos de sus abuelos y abuelas, todes warpes. ¿La reconoció por que sabía su nombre o sus acciones? No, era la primera vez que la veía. El poeta la reconoció porque era warpe. Y ella sin saber que era warpe, conservó esa semilla, la regó dentro suyo, y cuando dio fruto, regó otras semillas. Del dizque desierto resucitó una nación. “¿Y por qué el poeta no usaba su apellido warpe?”, pregunta la abuela. “Porque si usaba su apellido warpe nadie le hubiera publicado un libro. Mucho menos si le vas a poner de título Pachamama: poemas de la tierra y el origen”, responde la abuela. La identidad del indio, dice, no es otra que la de la tierra. Eso si, con coherencia entre palabras y actos. Porque de solo palabras bonitas están llenas las televisiones y publicidades, los discursos políticos y empresariales, incluso las asambleas ambientales, los intelectuales progresistas y los rituales pachamamescos for export.
La Nadia habla de la integralidad de saberes que compone la cosmovisión warpe, el saber ceremoniar pero también plantarse ante las topadoras. En aparte me cuenta que al otro día tiene que salir para Valle Fértil a colaborar con las comunidades diaguitas que están en medio de un incendio tremendo en pleno parque nacional. Hasta centernarios abuelos wachumas se están quemando. En un calco de la situación en Rosario, Bolsón o Córdoba, da justo la casualidad que esos territorios son apetecidos para un proyecto de dizque desarrollo económico. En este caso una carretera para la extracción de recursos mineros. 6.000 animales que pertenecen a 177 productores se quedaron sin pasturas. Nadia, además de la coordinadora de la Modalidad de Educación Intercultural Bilingüe del Ministerio de Educación, es la representante warpe ante el estado Argentino, función que ya cumplió su abuela Argentina Paz Quiroga y tía Iligue Quiroga Chapanay (representante warpe en la reforma constitucional del 94).
La María Paz habla de las aguas tanto dentro como fuera del cuerpo. El Tomi de la economía como cuidado de la Casa Común. Entre charla y charla recitan poetas o hacen cantos copleras. Van y vienen les niñes, los mates y churros. Pascual empieza a diseñar el tallado de un árbol talado en la plaza, me cuenta de su libro de saberes indígenas y los proyectos productivos junto a las comunidades de San Luis. Felipe de los interminables papeleríos de su nueva ong, las hierbas y la miel, la construcción ancestral en adobe (ahora le dicen permacultura, dice), la megaminería de litio y la especulación inmobiliaria en San Francisco de Oro.
En una mesa grande e improvisada comemos arroz con pollo y varias delicias más. La verdura es de una compañera que acaba de inaugurar en San Juan un local de la UTT. Por la tarde hay bailes folklóricos, sembrada de árboles y biodanza. Encargada de la Coxa Utt, Laura recorre los murales de la plaza que cuentan la historia y cosmovisiones del pueblo warpe. Desde el amta Huazihul que resistió la conquista española a la revolucionaria Martina Chapanay o el bandido rural y santo popular Santos Guayama. Mariano, su pareja, aclara que la siembra de árboles es un forma de recuperar los 11 abuelos que la municipalidad cortó cuando quiso reestructurar la plaza. “Quisieron hacer una plaza de cemento como en cualquier lugar del país. Pero este no es cualquier lugar, es nuestro territorio. Entonces tuvimos que negociar para que dejaran espacios verdes, conseguimos financiamiento para pintar los murales y hasta nos hicieron un círculo de cemento para prender el fuego ceremonial”, cuenta. “Abuelo fuego, acá logramos que puedas estar en una plaza. Hasta sos ordenanza abuelo”, afirma irónicamente en su rezo Manuel, hombre de fuego del Camino Rojo.
Semilla de esperanza
Alrededor del fuego hay tambores y danzas africanas. Hacemos rezos y ofrendas. Hay un lindo clima de esperanza, charlas y abrazos cayendo la tarde. Por la noche se prendé el fuego ceremonial de la coaxa y la Amta se sienta en su reposera y pide algo dulce. Manuel y Mauricio practican dibujos con las cenizas. Germán y Mariano calientan unos choris y los restos de arroz con pollo. Mariano ofrece una cerveza artesanal de su propia producción. También hace vino, como le enseñaron en la escuela agrotécnica (cuando todavía San Juan era una importante productora de miel o aceite de oliva, entre otras cosas). Ahora trabaja en la construcción. No puede creer el precio del metro cuadrado de una casita de dos ambientes. Además de que deben ser antisísmicas, los pocos empleos en la minería han aumentado el precio de las propiedades, los alquileres están impagables. José y Debi cuentan que viven de prestado pero sino ni modo de pagar el alquiler. Nadie sabe que sucederá cuando las mineras abandonen el lugar y dejen el verdadero desierto. “Este es un territorio donde no debería haber edificios altos, más bien casas pozos como hacían los warpes y los kamiare. Pero los ingenieros y arquitectos estudian lo mismo que en Buenos Aires o New York”, se queja Mariano. Cambiando de tema me cuenta que las semillas de la huerta van por su sexta generación en el terreno. Más un buen abono y riego, van a dar una hermosa cosecha.
Al otro día les niñes hacen talleres de cerámica, canto y fútbol. Andrés un tierno profe de educación física que escribió un libro sobre el negocio del fútbol me dice: “es tanta la pobreza que los pibes hacen cualquier cosa por ganar la lotería y ser del 1% que logra hacerse un lugar”. “Es un juego muy bonito pero no tiene futuro desde la lógica actual”, afirma y agradece a la Amta poder cerciorar que su visión del mundo y el juego tienen una cosmovisión que la ampare. Hay una charla sobre el cuidado de los cóndores y el aporte de la comunidad warpe, sobre educación y ecología. Guiades por la artista, coplera y miembro de la Coaxa, Anita Lanita Elizondo Kopp 🧶 tejedora de voces), les niñes presentan una coplas en el escenario, hay poetas, músicos y bailarines de todos los estilos. Se agradece el gobierno por su aporte en el evento. Una banda que se reconoce warpe toca unos rocanrols. La Amta se emociona y sale a bailar. Hay un lindo clima de felicidad y esperanza. Lejos de los paradigmas de documentales, películas y algunas tribus chamanicas new age, las warpes se mueven atentas a las complejidades y complementariedades de estas gentes que buscan ese otro mundo posible. Cuando nos toca pasar el escenario nos da un poco de vergüenza que no presenten como kamiares. Mientras bailo un wainito la Amta se ríe y me dice: “dirías que sos vasco y jipi, pero la cigüeña se equivocó. Vos sos re indio”. Liberando la madre tierra, recuperando un terreno baldío y una plaza, volteando una dictadura en Bolivia, los indios de nuestra Amerika predican la ética de la palabra y la acción en el entorno de la comunidad y la consciencia de la Madre Tierra. En ese pequeño punto del planeta la semilla parece tener la fuerza para crecer en el desierto de este pachakuti o hidra capitalista.