Cuando la democracia es cruel
Por Lea Ross
29 de noviembre de 2023.
Se cierra un mes pesado, previo a la Marcha Nacional por la Salud Mental. La ligera lluvia humedece el pavimento y el suelo embarrado en la Ciudad Universitaria de la capital cordobesa. Irónicamente, el único paraguas que se observa es uno de color negro, solitario, sin la presencia de su dueña, en el interior de la principal aula de la Facultad de Ciencias Sociales. En ese auditorio, se realizan tres charlas. La jornada se llama “Recrear la política: sembrar comunidad”. Es organizada por la Fundación Rosa Luxemburgo, Encuentro de Organizaciones (EO), Movimiento Verde Cordobés (MVC), Córdoba Comunidad (CC) y CICSA – Ciudades Feministas.
Con exposiciones de distintas figuras del país, las intervenciones e intercambios apuntaron sobre la actual coyuntura de Javier Milei como presidente, los límites que tienen las resistencias y las inquietudes sobre cómo revertir este panorama. En Córdoba, La Libertad Avanza ganó con el 74% de votos en el balotaje. De ahí que para esta breve crónica se privilegiará la palabra de habitantes de esta provincia.
Un eje a discutir es sobre cómo es la relación entre el Estado con las organizaciones sociales. Vanessa Ullúa integra el centro vecinal Alberdi, el “mejor barrio de la ciudad”, como dirá ella: “La distancia con el Estado es terrible. Incluso con el concejal del barrio. La distancia es en términos de cómo leen ellos lo que pasa en el territorio. Solamente están en los momentos eleccionarios”.
Siguiendo en la capital, Débora Koraj, del Movimiento de Trabajadores Excluídos (MTE), va más al hueso y resalta la reconfiguración urbana de la capital, cuando en las primeras gestiones de José Manuel de la Sota se impulsó los barrio-ciudad: “Nos tiraron a la otra punta, bien lejitos, bien cajonaditos. Los barrio-ciudad tienen una comisaría, un dispensario y un colegio. ¿Pero dónde? En la loma del pingo, ¡perdón por la expresión!. No podés acceder a un supermercado y tu trabajo te queda en la otra punta. Nosotros no queríamos eso”. Ella vive en el barrio 12 de septiembre, pegado en el medio de dos barrio-ciudad.
Noelia Farías es del EO, se ha especializado como costurera dentro de la economia popular. Es más excéptica a ese poder estatal cuestionado desde abajo como desde Milei: “A nosotras nos criaron para no nombrar, no decir. Por eso entendemos al poder como algo lejano, que nunca llegamos. Entonces tuvimos que buscar otra forma, y nos armamos con la palabra. Eso es importante. Porque la palabra no tiene tiempo electoral. Yo no aprendí a hablar gracias a las elecciones. Entonces, nos genera duda si ese poder nos incluye. A veces sentimos que la política es tan lejana, que solo nos da lo que sobra”.
De a poco, la palabra “patriarcal” va a ser muy recurrente en las opiniones. Como si eso fuera ll que va escalando los problemas de abajo hacia arriba o arriba hacia abajo.
Victoria Gauna milita desde hace casi dos décadas en el Movimiento Campesino Cordobés. Geográficamente, va más lejos todavía, fuera de las ciudades e incluso en los antecedentes del presente siglo. Resalta que tanto a nivel nacional como provincial, el 8% de la población es rural, a pesar que “lo que producimos en el campo, lo comés en el barrio. Eso implica que hay un modelo de producción financiera sobre nuestro campo, donde en los noventa se liberaron las barreras para que entre la soja transgénica y con eso gran cantidad de agrotóxicos. Es una locura lo que ocurrió”. También insiste que, en la actualidad, hay solo cuatro empresas que manejan el negocio de las semillas y de esos químicos.
Sobre la relación con el Estado, desde el retorno de la democracia, Victoria historiza lo que fue una etapa “autonomista” para luego tener un acercamiento, luego del conflicto desencadenado por la resolución 125 en el 2008, llevando incluso a un acercamiento con el kircherismo para la promoción de políticas públicas que ayudaran a las actividades campesinas: “Como saldo, la entrada al Estado nacional fue profundamente importante, porque se construyó un montón. Pero en término organizativos, fue devastador porque hubo divisiones”.
Tener distancia con el Estado no compensa las internas existentes dentro de las mismas organizaciones: “Hay una desarticulación profunda, con un montón de propuestas con los mismos objetivos. Nos ha pasado, por ejemplo, que teníamos que organizar una actividad sobre los derechos de las infancias, y terminamos discutiendo sobre qué banderas tenían que estar. No es pecado que una organización quiera capitalizar. Ahora, cuando eso se vuelve un eje puntual, ahí sí es un techo muy bajo para avanzar”, sostiene Vanessa, de Alberdi.
Volviendo con Victoria, luego de la década kirchnerista, menciona aquel “flechazo” que es el feminismo: “Fue repensar el Estado. Y empezar a leer lo que nos pasaba a nuestros cuerpos y en los territorios. Y decirlo en cifras: el 45% de la producción campesina las hace las mujeres, y no nos llega un peso. Hacemos los cabritos pero los cobra nuestros maridos”.
Sigue Débora: “Repensar la política es romper ciertas culturas. Nosotros construimos un polideportivo, donde las culturas se rompen y se vuelven a reconstruir para que se sepa de dónde vienen nuestros hermanos peruanos, nuestros hermanos bolivianos… La diversidad se construye en algo que nos sirva a todos juntos”.
El dilema del azúcar
Natalia di Pace es la jefa comunal de Villa Cerro Azul, en el norte de Sierras Chicas. Es una de las tres únicas localidades del país donde Juan Grabois salió primero en las elecciones de las PASO. Las otras dos también son cordobesas serranas. Aún así, se pregunta: “¿Cómo llegamos a lo diferente, sin subestimar al que no empatiza? ¿Cómo hacemos ese ejercicio de la otredad, de salir de nuestra subjetividad, de nuestro lenguaje, para tejer esos puentes para entramar desde ese lugar?”. Otorga una posible respuesta: “La feminización de la política es una potencia. Porque tiene una capacidad de generar otro sentido común más ligado a la empatía. Nosotros tenemos la capacidad de prestarle azúcar al vecino que a lo mejor votó a Milei. Porque desde la desvalorización, no lo vamos a lograr. Ahí también hay que revisar cómo nos comunicamos entre nosotrxs, pero también hacia ese otro”.
El dilema del azúcar se vuelve recurrente. “¡No podemos ser gobernados más por una pequeña minoría! -sentencia Noelia del EO-. No más con una clase social diferente que ganan muchos ceros, mientras nuestras casas están destruídas, haciendo malabares y pidiendo a una compañera azúcar o yerba, porque a veces no alcanza. Veamos para adentro, veamos a la gente, y construyamos un poder popular y no uno que te calle o que te esconde”.
Ante esas lecturas, otra de las exponentes, la politóloga Nayet Kademián, sentencia como conclusión luego de un análisis de coyuntura: “En estos tiempos de desconfianza hacia la política, me parece que una de las posibles salidas tiene que venir de abajo. Porque estamos esperando, de algún modo, que venga una salida o una respuesta desde arriba, y en realidad estamos huérfanos de liderazgos. La política institucional no está pudiendo ponerse frente a este gobierno, que asumió con una debilidad institucional”.
Continúa Mercedes Ferrero, quien integra la organización Trabajadoras Unidas por la Tierra: “Yo propongo que nos animemos a rediscutir nuestros programas. Yo sé que los tenemos armandos desde hace años. Pero vivimos en una provincia donde el 74% eligió este gobierno. Entonces, si no nos vamos a preguntar nada porque ya lo tenemos discutido, la vamos a pifiar”.
Y cierra: “Necesitamos una pedagogía de escucha activa y también de la palabra que permita poder rondarla por los territorios. No sé cómo. No sé si cada una tendría que hacerlo desde una asamblea en su territorio. Pero yo creo que hay que rediscutir nuestros programas y agudizar el oído. Porque ese modelo de crueldad no es solamente de arriba, sino que se ha instalado en la trama social de modos que son tremendos. Cualquiera que viva en un pueblo, debe tener conciencia de cómo el chisme, el rumor y la envidia está destrozando los lazos de vecindad, a veces afectando si prestar o no el azúcar”.
Faltan solo pocas horas para imprimir este artículo. Y mientras escribe a contrarreloj, su humilde servidor recibe, en privado y por correo electrónico, un mensaje de Maga, alguien que estuvo presente en la actividad y que escribió algunas reflexiones al respecto sobre esta jornada. Desde aquí, y con el permiso de ella, nos quedamos con sus últimas palabras:
“Volver a producir nuestro propio alimento será el verdadero puente social. Esa es la revolución de hoy. Todo Big Bang es el comienzo de algo inmenso. Y tal vez yo sea una diminuta granula de arena taurina viviendo en la era de Plutón en Acuario. Pero si comer, respirar y descansar son nuestros derechos entonces pelearé con mi vida hasta ver la utopía materializada. Creo que la salida del laberinto embarrado se acerca y es por ahí”.
Última edición realizada el 01 de diciembre de 2024 a las 07:56 hs.