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2001: El saqueo y la costumbre

Un repaso económico, financiero, criminal, social, político y crítico sobre las bases que impulsaron la mayor gesta de nuestra democracia y algunas ideas sobre cómo leerlas en nuestros tiempos de ahora.

Por Lea Ross | Ilustración: @nico_mezca

Según el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, Córdoba era una provincia con 160.000 habitantes, pero solo 20 vivían en la capital. En ella, había conventos y ni un solo teatro, pero sí un lago artificial estanco: “Córdoba no sabe que existe en esta tierra otra cosa que Córdoba”, dijo en referencia a la capital.

De esa Córdoba rural tradicional provenía un jovencísimo Domingo Felipe Cavallo, que nació en el pueblo de San Francisco, donde se fue a la capital a estudiar Economía. Para cuando se recibió, una reciente elite burguesa contemplaba el calor del Cordobazo. Esa Córdoba industrial emergió recientemente con la llegada de las inversiones automotrices. La patronal, entre local y extranjera, se encontraba despistada y sin rumbo, temeroso ante la barbarie obrera-estudiantil. Hacía Estados Unidos, viajó nomás Cavallo para luego retornar, con su diploma de Harvard bajo el brazo, para traer algunas soluciones.

Desde luego que el trabajo sucio lo harían las fuerzas militares y las organizaciones parapoliciales. Por su parte, el “Mingo” se encargaría de impulsar el think tank del pensamiento monetarista autóctono, como es la Fundación Mediterránea, junto a destacados empresarios locales. En cierta manera, ante esa desertificación de un proyecto económico propio por parte de éste nuevo establishment de las pampas, se atarían los nudos que legitimarían la concentración y extranjerización de la economía, como efecto mismo de la libre competencia de mercado.

Sin embargo, esa dichosa competencia llevó a una fiebre especulativa, donde las inversiones nutrían de una enorme bicicleta financiera, que quedó estanco cuando en otros lados del mundo elevaban sus tasas de interés. Allí, Cavallo fue designado en el directorio del Banco Central para resolver éste aprieto. Un dato histórico señala que fue él quien firmó la “estatización” de esas deudas privadas. En realidad, el Comunicado A-251 fue emitido por su sucesor, Julio González del Solar. Lo que sí hizo fue mantener en línea la licuación del endeudamiento a partir de su pesificación.

Así emergió el cavallismo: una cabalgata de una floreciente elite productiva, que mutó a ser financiera, con todos los costos operativos que eso implicaba, pero con los seguros de riesgos puestos por la Junta Militar para secuestrar y desaparecer quienes pretendieran impedirlo. Hablamos tanto de riesgos laborales como financieros. Allí el Estado también estaba presente para ayudarlos.

De ahí que el pensador Jorge Asís señaló en un estudio de televisión que Cavallo era el Domingo Faustino Sarmiento de la Economía: “¡Tiene un recorte de cara absolutamente sarmientino!”, comentó en pleno estudio, mientras el ministro se sonrojaba detrás de cámara.

1 a 1

Ante el fracaso de un alfonsinismo decantado en una estampida hiperinflacionario, un caudillístico Carlos Saúl Menem bajaba de la cordillera riojana, con la proeza de la revolución productiva. Pero ante la caída del Muro de Berlín, el riojano se afeitó las patillas y recurrió desde las pampas a Domingo Cavallo, y su Fundación Mediterránea, para el Ministerio de Relaciones Exteriores, dando inicio a las relaciones carnales con Estados Unidos, y luego para el de Economía.

Desde ese puesto, el plan de Convertibilidad (1 peso = 1 dólar) puso el cese a la inflación como parte de la sobremesa de las familias. Como diría Martín Rodríguez: “Si nos gusta pensar que la inflación en la Argentina es el síntoma también de nuestra puja distributiva, Menem hizo una década solucionando el dilema del huevo y la gallina: no habrá inflación… ergo, no habrá puja distributiva”. El fin de la inflación era el fin de esa Historia.

El siguiente cuadro, confeccionado por la Oficina de Evaluación Independiente del FMI, expone la evolución de los principales indicadores económicos en el país durante la Convertibilidad.

Así vemos que la inflación fue prácticamente inexistente, mientras que la balanza en cuenta corriente tendió a ser negativo, debido a que las importaciones de productos extranjeros estuvieron por arriba de las exportaciones. Eso determinó un continuo crecimiento de la deuda publica, solventado entre otros por el propio Fondo mediante cuatro acuerdos stand by (reembolsos habituales) y uno de facilidades extendidas (con más plazos, pero con mayores condiciones); casi todas, firmadas por Cavallo.

“El período de los noventa tiene muchas similitudes con la valorización financiera de los setenta. En efecto, en el marco de una nueva sobre-liquidez mundial y de una tasa de interés local que superaba ampliamente las tasas de interés internacionales, los grupos empresarios nuevamente iniciaron un proceso de endeudamiento externo, valorización financiera y fuga de capitales que llevó a que el Estado Nacional en el marco de la Convertibilidad nuevamente tuviera que extremar su endeudamiento externo para financiar esta lógica financiera”, señala el actual director del Banco Nación Claudio Lozano, en su libro La deuda ilegítima, acompañado de la siguiente gráfica, donde muestra el paralelismo entre endeudamiento y fuga de capitales.

Los mejores, los únicos

La mecha se enciende. Incinera el combustible necesario, instalado sobre el asfalto. Un neumático recolectado, tal vez pinchado, se suma a la fogata. La llanta permite estirar más las llamaradas, como así también desplegar una enorme cortina de humo, contrastable con aquel cielo nublado a bajas temperaturas. En su paulatina privatización a la española Repsol, YPF fue la empresa estatal que más redujo su personal, que sería de alrededor de un 80%. En segundo lugar, estaría Aerolíneas Argentina, que despidió a la mitad de su planta. Las familias de Cultral Có y Plaza Huincul nacieron sobre reservas hidrocarburíferas. Ahora, eran ellas que parirían el movimiento piquetero.

“El piquete logró, en los años noventa, condensar una enorme sabiduría popular: concentró la fuerza de quienes parecían no tenerla para golpear en puntos neurálgicos del poder; captó la atención de los medios masivos de comunicación y, a través de ellos, del funcionariado de turno y de importantes porciones de la sociedad -sensibilizada con una situación económica y social cada vez más problemática- que lejos de repudiar ese tipo de acción directa, se solidarizaba con sus protagonistas”, señaló el ensayista Mariano Pacheco, autor del libro Desde abajo y a la izquierda: Movimientos sociales, autonomía y militancias populares.

En su susodicha obra, se plantea que si se pretende hacer una lectura de nuestro continente desde abajo, a diferencia de las gramáticas que se aferran desde arriba, Pacheco propone que para América Latina, el siglo XXI comenzó en 1994, a partir del primer día, con el levantamiento zapatista en Chiapas, México. Para nuestro país, fue en junio de 1996, ante el comienzo de esas puebladas aferradas al desprecio de la dirigencia política, como así también algunas convenciones de la izquierda tradicional y el sindicalismo burocratizado, que se replegó desde aquellos cortes de ruta en la región cordillerana, hasta alcanzar casi la costa atlántica, en las acciones directas sobre las principales entradas de los centros urbanos sobre las autopistas.

Si las protestas laborales eran más ordinarias en la entrada de las fábricas, ya no había fábricas por protestar. Por ende, la acción directa se traslado por esos caminos, donde circula la mercadería que estaba beneficiando al gran empresariado que sacaba los activos al extranjero. Entre ellos: la mismísima YPF. Así se empezó a bloquear el modelo. Así, las puebladas comenzaban a ocupar su lugar en la Historia, aún cuando ciertas lecturas definen a los noventa como una década “despolitizada” o que “no pasaba nada”.

Foto de archivo de Jorge Ariza. Acá no pasó nada.

El saqueo

Luego de asumir el cordobés Fernando de la Rua como presidente, teniendo a José Luis Machinea como su ministro de Economía, en marzo del año 2000 anunciaron el plan “Blindaje”, conformado por una nueva deuda con el FMI, con el Banco Mundial y con el BID, más unos 20.000 millones de dólares que saldrían de canjes de bonos y de colocaciones a realizar por bancos locales en el mercado interno (se estimaba que había U$S 80.000 millones en el sistema financiero). O sea, una cuarta parte de los ahorros internos se destinaban para pagar la deuda.

A principios de 2001, la economía seguía deteriorada y la imagen de las fábricas cerradas seguía siendo moneda corriente. Ante la desesperación, Machinea fue reemplazado por Domingo Cavallo, cuya primera medida fue intervenir el Banco Central para apoderarse de las reservas de los “Requisitos Mínimos de Liquidez” (RML) y el “Efectivo Mínimo” (EM). Ambos fondos fueron creados como resguardo luego de la crisis financiera mexicana de 1994 (el “efecto Tequila”), donde los primeros eran divisas depositados en el exterior, mientras que los segundos eran efectivo dentro de los depósitos locales. Ambos equivalían el 20 % de los depósitos recibidos por los bancos locales por parte de sus clientes.

El Megacanje de Cavallo, impulsado en el mes de marzo, rescató 65 bonos, gran parte dolarizados y con jurisdicción en Nueva York. Eran U$S 28.000 millones a valor nominal, con intereses futuros por 32.000 millones. A cambio de esos bonos, se emitieron cinco tipo de bonos por más de 30.000 millones de dólares, con intereses futuros por 85.000 millones. O sea: el Megacanje duplicó los compromisos a pagar.

Hablamos de una diferencia de U$S 55.000 millones, permitiendo a los grandes bancos extranjeros y los operadores de Nueva York que hicieron una salida anticipada de la Convertibilidad, según explicaron los investigadores Javier Llorens y Mario Cafiero en su libro La Argentina robada.

Sin embargo, la escasez de fondos y las altas tasas de interés, llevaron a que Cavallo, para convencer al FMI de otorgar más crédito, lanzara la ley “déficit cero”, con el afán de reducir un 13% el gasto estatal.

De esta manera, las políticas económicas de los años 2000 y 2001 fueron un auxilio para los grandes bancos extranjeros con el objeto de proveerle divisas para que ellos pudieran fugarlas. Y dejar a cambio títulos de deuda de los que se querían desprender, debido a que estaban por caer en el default. Esto a su vez potenció enormemente la recesión económica, ante la caída del circulante y los medios de pago internos y finalmente precipito en los hechos de diciembre.

Así reveló el diputado nacional Eduardo di Colla, presidente de la Comisión Especial de Investigación sobre la Fuga de Divisas en el 2001, que reveló que “el fenómeno de la salida de capitales se corresponde fundamentalmente con unos pocos bancos de capital extranjeros y, en menor medida, pero relevante, de capital nacional”, ya sea en tamaño de montos o en el número de operaciones.

Pero a la vez, siguiendo con el informe de Di Colla, “tampoco se concentró en el mes de noviembre, es decir, en los momentos previos a la implementación del denominado ‘corralito financiero’”, sino que además hubo picos en marzo, julio y agosto. Y en menor medida: octubre y noviembre.

Las dos principales entidades, que funcionaron como “ventanillas” para vehiculizar las salidas de esos billetes, fueron el Banco Galicia y el Citibank de Estados Unidos, por lo menos cuando se trataba de clientes como personas particulares.

Si se habla solo de la nómina de empresas como clientes de esas sucursales, dispuestos a darles una mano para transferir sus fondos al exterior, entonces aparecen en escena otras bancas como el Banco Río de la Plata y el HSBC.

Gran parte de esos billetes fueron depositados en una cuenta de Estados Unidos, principal acreedor de la deuda argentina y, al mismo tiempo, quien presionaba las políticas públicas monetarias, de la mano de su intermediario: el Fondo Monetario Internacional.

Las causales de la salida de esa fuga, en gran parte, fue anotada bajo el nombre genérico de “Movimiento de capital”.

Finalmente, exponemos a continuación las diez principales empresas que fugaron los dólares al extranjero, que conforman la tercera parte de los montos y las transferencias:

  • A la cabeza, figura PECOM, la primera petrolera privada y creada por la familia Pérez Companc. Y en el puesto 10, Molinos Río de la Plata SA, también de Pérez Companc, que en la actualidad es responsable del aumento del precio de los alimentos en las góndolas;
  • Las multinacionales que se quedaron con la privatización de ENTEL, como son Telefónica y Telecom;
  • YPF, en manos de Repsol, luego de haber sido la empresa con más despidos y propulsando, involuntariamente, un movimiento en resistencia inédito;
  • Las competidoras extranjeras de YPF: Esso y Shell;
  • Bunge, una de las principales firmas agroexportadoras del país;
  • Nidera, la multinacional que trajo la soja transgénica RR, diseñada por Monsanto.

Costumbres argentinas

Luego de la inédita destitución popular de un presidente, y luego que pasaran cinco en una semana, la Convertibilidad llegó a su fin. Si en la Argentina del 1 a 1, piquetes y cacerolas, la lucha en una sola, en la Argentina de 1 dólar a 100 pesos, o 200 pesos si vamos al mercado paralelo, llevó a que el piquete y la cacerola tomaran distintos rumbos. La dirigencia nacional pudo reconfigurarse frente al alza de los commodities, permitiendo que la pobreza baje, pero no así la desigualdad, donde las grandes empresas señaladas continuaron fugando, llevando a una matriz económica que pretendiera resguardar sus dólares, impulsando tipos de cambio que compiten con la economía real y empujando la suba de precios. En éstos momento, les jovenes que pasan su etapa adulta y que no vivieron el 2001, consideran a la inflación como una discusión inalienable.

Así, contemplamos las coincidencias objetivas y las disfunciones subjetivas del 2001 en el ahora. Que sigamos siendo cogobernadxs por el FMI es el ejemplo más obvio e inmediato. La reprimarización, la concentración y la extranjerización se mantuvieron, desencadenando luchas socioambientales, teniendo a la provincia de Chubut tanto en el brote, de la mano de Esquel en 2003, como en su hervor contra la zonificación minera en su meseta. La voluntad de denuncias los abusos represivos fue aumentando con mayor notoriedad. La fiebre especulativa empresarial sigue impulsado la retracción de la inversión, llevando a la destrucción del trabajo formal y la fosilización del sindicalismo burocratizado, impulsando el surgimiento de economías populares, donde quienes trabajan son dueñxs de sus propios medios de producción, ya sea desde comedores, del reciclaje, el emprendimiento cartonero, de los proyectos gastronómicos cooperativos, etc. Las movilizaciones masivas transfeministas, sin una dirigencia que lo centralice, son también una pauta que el legado piquetero se presenta de manera transversal. Mientras las cacerolas se contemplaron con mayor presencia en los cacerolazos que consideraban la posesión del dólar como un derecho humano, proclamándose como fieles herederos de los ahorristas estafados.

Quizás, una verdadera autocrítica dentro del campo intelectual por izquierda sea la mirada segmentada, a veces autocomplaciente, sobre el devenir del 2001 y no preguntarse sobre qué identidades por derecha tendría aquella gesta. Eso explica por qué a varios se sorprendieron que un Mauricio Macri, hijo del 2001, llegara a la presidencia. Un factor sorpresa que volvería a repetirse ésta década de la mano de las neoderechas youtubers.

La falta de horizonte es todo un tema. Empezando a preguntarse por dónde se empieza. Una posible respuesta nos la puede dar nuevamente Pacheco: “Cualquier horno situado en un espacio comunitario de los Movimientos Populares puede servir para fabricar el pan y los alimentos de cada día, pero también para calentarnos el alma, así como los bloques de cemento pueden ser útiles para edificar un hogar, pero también un espacio de reunión donde gestar comunidad. Los lugares de organización popular entonces no sólo para resolver problemas inmediatos y urgentes, sino para la gestación de ámbitos donde se promueva la solidaridad y el compañerismo como valores preponderantes en los espacios que habitamos. Esa es una de las grandes enseñanzas del ciclo de luchas desde abajo que 2001 logró condensar en la Argentina insurrecta de diciembre. Para que la dignidad fuera no sólo consigna, sino práctica política cotidiana. Una costumbre”.