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Crítica de la razón ambientalista

Un debate sobre los límites de las resistencias socioambientales, en tiempos donde se proclaman explícitamente enemigos internos.

Por Lea Ross

En el acto de Tucumán por el Paco de Mayo, el Lord Jamón dio su discurso más protocolar. Salvo por el detalle que le declaró la guerra a las organizaciones ambientales. En aquella trasnoche helada, mientras los gobernadores tenían frío y fiaca, el presidente Milei explayaba cada uno de los diez puntos de lo pactado. Leía como podía. El punto 7 de lo firmado dice lo siguiente: “El compromiso de las provincias argentinas de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país”.

Pero en su alocución, Milei no puso en el eje a las provincias para “explotar los recursos naturales que Dios nos ha dado”. Sino a “las minorías ruidosas y organizaciones ambientalistas financiadas por millonarios extranjeros” y que “los políticos” los estuvieron escuchando más de la cuenta. “Nosotros venimos a cambiar eso, a dejar atrás la demagogia ‘buenista’ que condena a la miseria a millones de argentinos para tener el beneplácito de unos pocos acomodados”, aseveró.

Y continuó: “La naturaleza debe servir al ser humano y a su bienestar; no a la inversa. Los problemas ambientales tienen que poner en el centro al individuo, por eso el principal problema ambiental que tenemos es la pobreza extrema. Y esto solo se soluciona si aprovechamos nuestros recursos. Llegamos al ridículo de compartir cordillera con Chile y no producir cobre, mientras ellos exportan más de 50.000 millones de dólares al año de este mineral; más del doble de lo que nosotros exportamos en soja. Llegamos también al ridículo de trabar la explotación de nuestros recursos marítimos, una de nuestras riquezas más abundantes, logrando únicamente que estos sean apropiados por potencias extranjeras”.

Presas de su ciudad

La socióloga Maristella Svampa y el abogado Enrique Viale publicaron en eldiarioAR un análisis de ese discurso. Apuntan a que el Paco arenga a “que ahora es el turno de los gobernadores”, quienes “deberán derogar o hacer caso omiso a las leyes que protegen el ambiente en las provincias, leyes contra la minería que utiliza sustancias contaminantes, ordenanzas locales de protección contra las fumigaciones y el fracking, leyes y ordenanzas que limitan la deforestación de bosques y montes”.

Además del punto 7 del Pacto, del cual no tiene ningún valor jurídico, se precisa que quien la ejecute es el capítulo RIGI de la Ley Bondi. Se sabe que las principales inversiones apuntarían principalmente a las actividades primarias, sin exigencia de inversión en valor agregado, y con libertad cambiaria, impositiva y aduanera.

Gobernadores haciendo la noni. Foto: Clarín.

“Los ambientalismos territoriales desafían al modelo extractivista que se ha venido profundizado como política de estado durante más de veinte años, pese a que más de la mitad de los pibes y pibas argentinas siguen hundidos en la pobreza”, sostienen lxs autores mencionadxs. Hay un punto a cuestionar sobre ese dato: diez años atrás, el extractivismo prevalecía, pero los índices de pobreza tendían a la baja de lo que son ahora. Descartando el intervencionismo del INDEC forjado por el ahora influencer Guillermo Moreno, se puede especular que la pobreza rondaba entre un 25 y 33% en Argentina, muy alejado de ese 50%. En el medio, tuvimos el inicio de una recesión económica agravada con la nueva deuda del FMI. Se puede especular que, en realidad, el extractivismo cimienta un piso de pobreza en una sociedad, ante un país donde la regulación de las divisas están bajo el amparo de leyes financieras instaladas en la Dictadura y previa al RIGI. Es decir: irregulares.

Svampa y Viale sostienen que desde “la ciudad de Buenos Aires se desplegaron varias campañas de demonización: ‘ambientalismo bobo’ o ‘ambientalismo falopa’, al tiempo que sectores del oficialismo trataron de instalar a jóvenes referentes ambientales sin conocimiento del territorio (NdR: Jóvenes por el Clima), que aceptaban el extractivismo y rol de la Argentina como proveedores de naturaleza. Con ello, buscaron instalar otros interlocutores, darle aire en los medios, para intentar invisibilizar las voces de las luchas socioambientales territoriales”.

Otro punto a advertir: la expansión del pensamiento crítico al extractivismo también en los últimos años viene empujado por sectores juveniles urbanos, al ritmo de los reels y los likes. Academicismo, arteactivismo, mediactivismo… son algunas modalidades donde también se presenta la crítica desde el cemento. La concepción de lo territorial pretende incluso ser transfigurada al plantear que las redes sociales sean también consideradas territorios. Un planteo instalado que es bastante cuestionable, pero instalado al fin.

Finalmente, “lo novedoso” del discurso de Milei en Tucumán es que “volvió a colocar al ambientalismo en el lugar del enemigo interno, ya no de la mano de un negacionismo climático implícito o interpretativo (como el de muchos progresistas), sino de un negacionismo climático explícito o literal”. “Como consecuencia de ello -cierra el artículo-, el ambientalismo territorial y el ambientalismo crítico serán nuevamente perseguidos, pero ahora en el marco de un Estado de excepción, de la mano de un gobierno que instaló de modo vertiginoso el brutalismo, la política de la crueldad y el disciplinamiento social, como arma de destrucción masiva de la sociedad”.

Gelatinoso

Dos domingos pasados atrás, en el canal de streaming Gelatina, Cristina Fernández de Kirchner expuso algunos planteos referidos al lado extractivista del actual período gubernamental del Lord Jamón. Para eso, puso a un costado la pirotécnica pelea entre las distintas aristas del peronismo: “No puede ser que el peronismo discuta solo. La agenda tiene que discutirse con alguien más. Por ejemplo: ¿qué hacemos con la deuda? Según el último reporte del FMI, debemos 400 mil millones de dólares. ¡Y estamos proponiendo un modelo extractivista que no nos deja un dólar!”.

“Las armas que el pueblo te da para que lo defiendas hay que repensarlas. No para ‘discursitos’, sino para prácticas concretas. Necesitamos parar un minuto. Dejar de aturdirnos con gente que sólo quiere aparecer en los medios. Este es el mejor homenaje a Perón y a Evita”, afirmó en el marco de los 50 años del fallecimiento del tres veces presidente. También cruzó a quienes están interesados en que “perdamos el tiempo en internas domésticas porque fueron los elementos fundantes del extractivismo, desde el colonialismo europeo a lo que viene ahora”.

Resulta curioso que figuras opositoras, sean dirigentes políticos como también analistas económicos, recurran a la palabra “extractivismo” para advertir del advenimiento de las medidas de la actual gestión. No tanto por el hecho de que el extractivismo es pre-existente a Milei. Sino por ser un concepto más enfrascado en los debates ambientales o en los cláustros académicos.

Límites de la lucha ambiental

Durante las primeras dos décadas del presidente siglo, las asambleas ciudadanas fueron quienes centralizaban las luchas contra el saqueo ambiental. En la entrada de esta tercera década, la figura de la asamblea se va descentralizando.

Primero: porque en general, una asamblea dura lo que dura una demanda, sea contestada o frustrada. Si ocurre lo segundo, estirar la propia existencia de una asamblea genera desgaste y, en algunos casos, particulares optan por enfrascarse en la figura de “autoconvocadxs”.

Segundo: si ocurre lo primero, el capital político acumulado permite que cada integrante tome un rumbo que sea una etapa superadora que puede ir desde el impulso de un emprendimiento autogestivo, o adherirse a un proyecto político, sea partidario o no.

Tercero: la cuarentena aceleró nuevas formas de disputa de sentidos en el ámbito virtual por fuera del padecimiento barrial, forjando dinámicas más individuales, como lo explicado anteriormente.

Finalmente, se pueden mencionar otras modalidades, como ocurre en las regiones serranas, donde las juventudes se alistan en las brigadas forestales, para combatir incendios que se vuelven más descomunales al ritmo del cambio climático. Además, se forjan organizaciones sin fines de lucro como modo de sostener financiariamente a algunos sectores organizados, sea de parte de quienes viven en los propios territorios, o incluso en trabajos más institucionales o de comunicación.

Esta diversidad corre el riesgo que haya un monocultivo de pensamiento. Como si varios sectores (incluso por fuera del ambientalismo) no percataran de este nuevo período que se avecina en la actual historia nacional. El ascenso de Milei empuja un revisionismo sobre las interpelaciones sociales. Conceptos enredados como “extractivismo”, “ecocidio” o “bienes comunes” corren el riesgo de desacelerarse, en la medida en que la actual recesión económica lleve a que las problemáticas ambientales, y tantas otras, queden en un segundo plano. Si hay un vecino común que entiendo el término “recursos naturales”, ¿para qué recriminarle que eso es un concepto economiscista, en tiempos donde la economía nos llama todos los días? La moral académica desdibuja la claridad coyuntural.

¿Ya no sos igual?

Ante eso: ¿es lo mismo el extractivismo de Milei que el extractvisimo del kirchnerismo y del macrismo? No. Porque el kirchnerismo y el macrismo se aferraron al desarrollismo, que para Milei tiene “raíces marxistas”. El largo proceso kirchnerista esperaba que las divisas acumuladas por las retenciones permitieran retornar a la industrialización por sustitución de importaciones. Mientras que el corto período macrista pregonaba pasar de esas retenciones a impuestos a las ganancias, como modo de dejar de ser granero para convertirse en el supermercado del mundo. En ambos, se contempla que los resultados fueron poco satisfactorios. Pero aún así, implicaba una instancia de debate más complejo, que el que nos quiere encarrilar la proclama del “viva la libertad, carajo”.

Para Milei, el Estado solo debe de mínima dejar en limpio las finanzas de la macroeconomía para que sean las empresas quienes decidan cómo debe funcionar la microeconomía, sin diferencia alguna si es nacional o trasnacional. Y si algo se sabe, es que para el gran capital, Argentina debe limitarse a ser un mero proveedor de lo que ofrece la pampa húmeda, la Cordillera y las mesetas, y las cuencas petrolíferas. Todo lo básico para nutrir aquellos países occidentales que pregona por la libertad del mundo. Por esa razón viaja todo el tiempo, aún cuando extraña a sus hijitos de cuatro patas.

La fineza en las lecturas, la madurez política y la revisión autocrítica serán herramientas indispensables, y no los cassettes rayados de siempre, que el ambientalismo debería emprender. Quizás pueda ser esa clave para ser una verdadera contrapartida contra quienes pisan el acelerador de esta nueva etapa extractivista.