Las orillas de Córdoba
Una reflexión sobre las cuatro películas cordobesas, entre sus avances y límites, que se estrenaron en el Cineclub Municipal Hugo del Carril.
Por Lea Ross
En aquella famosa entrevista, François Truffaut le decía a Alfred Hitchcock que, para él, el cine e Inglaterra eran incompatibles, porque consideraba que “la tranquila vida inglesa, la sólida rutina, el campo inglés e incluso el clima inglés” eran cualidades anti-cinematográficas. El entrevistado le dio algo de crédito: “Cuando regresé de América, comprendí hasta qué punto la actitud general de Inglaterra era insular. En cuanto se deja Inglaterra, se encuentra una concepción del mundo mucho más universal, ya sea en las discusiones con la gente o en la manera de contar una historia”.
Si Córdoba (¿la ciudad? ¿la provincia?) es una isla, como vienen pregonando los gobernadores provinciales desde el retorno de la democracia, ¿Córdoba y el cine son incompatibles?
Si se hace una revisión del cine cordobés de la década pasada, se contemplarán una variedad de estilos, pero con un patrón reiterativo, que es el transcurso de las tramas en los interiores de alguna vivienda. Una sensación de encierro prepandémico o profético del mismo. Es cierto que en las últimas décadas, el cine “independiente” mundial viene proyectando historias sobre personajes que deambulan por caminos con rumbos inciertos, mientras se patea los escombros del caído Muro de Berlín. Pero en la tierra del cuarteto, directamente ni se sale de casa.
En los últimos años, pueden hallarse algunas líneas de fuga de esa encerrona cordobesista, pero también manteniendo ciertos límites. Si en algo se reitera en los filmes Todas las pistas fueron falsas y Ciudad universitaria es la identificación de espacios reconocidos para quienes habitan la región centro de la capital, repleta de pabellones estudiantiles, bares de La Cañada y azoteas con vista a otros departamentos.
En la película de Rosendo Ruiz, Ciudad universitaria, se detecta aún más esa falta de salida, repelido por una obra que intenta, frustradamente, no convertirse en una suerte de video institucional por encargo. Un cierre romántico sobre la teatralidad no convence con la resolución de un conflicto laboral-estudiantil, que podría tensionar a las propias autoridades universitarias que avalan esta película. Por esa razón, las paredes universitarias están casi desnudas, sin presencia de afiches de las agrupaciones, como si el surgimiento de una asamblea fuese por generación espontánea. Demás está decir que, entre las fechas que se mencionan en los títulos finales, se valora la elección directa al rector como un logro incuestionable, ocultando toda la polémica desatada en ese entonces.
En el caso de Todas las pistas fueron falsas, largometraje de Alejandro Cozza, lejos de un uso forzado de los fantasmas del pasado, como se utilizó en el anterior caso con la Reforma Universitaria, la presencia setentista funciona como espectros que deambulan en una ciudad que no conforma: la barba beatnik de Fernando, el protagonista, con sus discos de vinilo y una remera del robot A2D2 de Star Wars permiten exponer una nostalgia o nihilismo que no ofrece rumbo pero sin decaer en la melancolía. De hecho, habrá secuencias en donde quien toma el volante es el humor, recurso que hay que agradecer por su ninguneo en el resto de las producciones fílmicas locales. Las respuestas a esa incertidumbre borgeana de vivir en el sur toma su rumbo a Francia, como buen lector cortazariano. Fernando puede detectar en qué siglo emergió un vocablo francés. Pero según él, Córdoba es “gorila” por culpa de la “revolución de 1955”: nadie que utilice la palabra “gorila” como descalificativo, describiría al golpe de esa fecha como revolucionario. Se trata de un cortocircuito sobre los riesgos de un éxodo que no logra ser acabado, a riesgo de quedar desarraigado.
Lejos de la capital, filmar el monte también pone en riesgo un salsipuedes circular, por una violencia que se torna un círculo vicioso. En El verano que te vimos, de Tomás Roldán, sobre un grupo de adolescentes que festejan el año nuevo en una casa en Sierras Chicas, hay un desconcertante manejo de saltos temporales (y espaciales) en una suerte de crucigrama que de a poco va formando su propio palabrerío. Pero se contradice no solo con su plétora de lugares comunes (los diálogos, las bromas, la guitarra, el porro), sino que la saturación de colores, para subrayar lo verdoso del ambiente boscoso, y la cálida iluminación de la piel de esos jóvenes carilindos, es una falta de salida a una historia que no puede alejarse de ciertos esquemas que toma al joven como un cuerpo relleno de hormonas en su afán por saciarlos. El único que no cumpliría ese requisito es el que suministra suficiente consumo de alcohol para la aparición de esa violencia que le demanda esos mismos esquemas.
Finalmente, Bajo la corteza, de Martín Heredia, es quizás el filme que más se aleja de esa centralidad. Aquí el monte no es artificial, siendo más transerrano que la que se convive con el Gran Córdoba. Menos contemplativo y más merodeador. El personaje de César, el hachero que busca trabajo, es analfabeto y está lejos de ser como Fernando, un cuasi políglota. Y aún así, carga en sus espaldas en ser uno de los pocos peones rurales que protagoniza un filme cordobés. El bosque o el monte están muy presente en el vocabulario cordobés, y con mayor énfasis por el impacto de los incendios. Por eso su carga es aún mayor: lejos de la espectacularidad televisiva y la proclama romántica de la salida colectiva solidaria para apagar el fuego, la película se aferra a una perspectiva temeraria sobre aquella tragedia que viene poniendo en vilo a toda la provincia.
Extracinematográficamente, a pesar de su derrotismo, hay algo de justicia que el logo del estado provincial figure en un producto audiovisual donde se señale los intereses económicos que hay detrás de esas llamaradas, cuando en general solo se lo ve en propagandas televisivas que solo apuntan a la hipótesis de la negligencia.
Algo de insular tenemos, pero siempre hay algo de creatividad para saltar hacia otras orillas.
Fotograma: Todas las pistas fueron falsas.