CRÍTICA DE CINE

Star Wars en clave política argentina II

De como Disney quedó rehén de los fans del pícaro Lucas. ¿La reciente estrenada Acolyte describe a los jóvenes liberales? ¿Andor habla del fin del discurso de la servidumbre voluntaria?¿Hay un conurbano galáctico?

Como ya se ha enterado cualquiera que halla visto películas, series, comics, libros, youtubers y agencias de noticias relacionadas con Star Wars o la Guerra de las Galaxias, el universo del filósofo contemporáneo George Lucas transcurre “en una galaxia muy, muuuuuuy, lejana”. Sin embargo, aclará el director, guionista y empresario multimillonario: “es como poesía, rima”. Y toda poesía que rima, es en sí una metáfora.

El estreno de La Amenaza Fantasma (1999), 16 años después de la última película de Lucas (El retorno de Jedi, 1983), trajo muchas críticas de los fans de Star Wars. ¿Tanto tiempo esperando para esta mierda hollywodense? “Hacer enojar al público es el objetivo máximo de George. El odia a su público. Igual que el Indio Solari. Por eso los forrea una y una y otra vez. La matriz simbólica y metafísica de Star Wars es el máximo entretenimiento. Hay grande travesías que se hacen para un momento de máxima fineza, como la lucha entre Obi Wan y Darth Vader en la serie de Obi Wan. Toda la serie es para ese momento. Y es perfecto. Yo tranquilamente podría ver un spin off de Darh Vader yendo a un maxikiosko de Once a las dos de la mañana a comprar puchos”, explica el influencer Tomás Rebord. Y ejemplifica: “Samuel L. Jackson le pide a Lucas un sable de luz violeta. Y George le dice: bueno en realidad los malos usan rojo y los buenos azul o verde. Y Samuel le dice: yo quiero violeta. Y George le dice: ya fue. Así se resuelve el canon de Lucas. Así trata lo que vos considerás sagrado. Lo cual es una forma muy elevada de arte. Es la espiritualidad del consumo y descarte norteamericano”.

El principal atacado por los fans en el regreso de Georfe al cine fue un extraño personaje parlanchín llamado Jar Jar Binks. Al punto que surgieron teorías conspirativas de que era un Sith. Lucas insistía en que Star Wars era un producto para niñes. Pero les niñes de sus primeras películas habían crecido. Se habían empoderado. Y obviamente, eran rebeldes.

Los barros de la política (y la industria)

Sin embargo la cuestión era mucho más complicada de lo que pretendían los fans. Como explicamos en la Los blancos Jedis dejaron de ser tan blancos y rebeldes en la tríadas de nuevas películas de George Lucas. La principal tensión política de las precuelas es ver a este joven del conurbano galáctico, Anakin Skywalker (en la pelis originales, Darth Vader, el padre de Luke), entrando inocentemente al mundo de las roscas de los Jedi de la capital (Courscant) como gran promesa (incluso mesías de una extraña profecía). Tipo Juancito Grabois o Alejandro Vilca o la Nati Zaracho. Todo el tiempo decís: en algún momento la va a cagar. Y finalmente la caga. Pero el tema central, como dice Tomás Rebord en la anterior entrega, es el hombre y sus circunstancias (los intereses concentrados y las dinámicas de poder, magia vs control, mito y ciencia).

Frente a las contradicciones burocráticas de los Jedis peronistas y su miedo a hacerle el juego a la derecha (con un senado corrupto y sindicatos comerciales en guerra) Anakin va viendo seducido por el senador, luego canciller, luego emperador, Palpatine. El espiral de esta transformación es profundizado en la serie animada La Guerra de los Clones (2008), dirigida por un joven dibujante y guionista admirador de George, Dave Filoni. Ante la sorpresiva invitación de Lucas, Filoni renunció a Nickelodeo (donde había dirigido algunos capítulos de la serie animada Avatar). Era el sueño de su vida. Había ido disfrazado de Plo Koon (un ignoto Jedi secundario de la saga) al estreno de La venganza de los Sith (la VI). Con la asesoría de Lucas, Filoni relata en La Guerra de los Clones la transformación de Anakin como general del ejército de la República en los tiempos entre las películas II y III. En el medio desarrolla toda una serie de teorías y personajes formidables que comienzan a amalgamar el universo Star Wars. Como Ashoka Tano. Una joven, también del conurbano galáctico, que es la padawan (aprendiz) de Anakin. Como Dave de George.

Acusada falsamente por los Jedis de un falso atentado (tipo Cristina bardeando al barba Pérsico o cualquier dirigente popular mientras se junta con Alberto o Massa), finalmente Ashoka renuncia a los Jedis y se va de jipi por la galaxia. Esto le permite zafar de la terrible orden 66 (o ley antiterrorista) que termina liquidando a todos los Jedis (o mandándolos en cana tipo Milagros Sala). La forma en que el consejo Jedi trata a Ashoka, es una de las tantas razones para que Anakin desconfíe de los Jedis y se pase al “lado oscuro”. No es anecdótico que termine masacrando niñes.

En algún momento de los nuevos materiales de Star Wars en dominio de Disney (en la serie Rebels, entre las pelis III y IV de la saga) la jipi Ashoka se suma a la alianza rebelde (con algunos senadores díscolos, algún burócrata imperial arrepentido, una princesa idealista y mucho terrorista del conurbano galáctico prefiriendo luchar antes que cagarse de hambre o ser explotado por las multinacionales extractivistas) y termina enfrentándose a su ex maestro (ya transformado en Darh Vader).

Universo expandido

De la animación Ahsoka pasó a live action en algunos capítulos de El Mandaloriano. El año pasado se estrenó su serie exclusiva en Disney, dirigida por el padawan o discípulo predilecto de Lucas y los fans, Dave Filoni. Una serie que transcurre entre las pelis VI o III y VII, de la saga. Que carajo hizo mientras Luke y los rebeldes luchaban contra el Imperio en la serie original de George (IV, V y VI, o I, II y III) no se sabe muy bien todavía. Pero eso es parte del caos o universo expandido de Star Wars, que tiene un poco de física cuántica, depende del observador. O de quien quiera inventar su propia historia. Como dice Rebord, buscarle contradicciones en el relato al mundo de Star Wars, es tan fácil como criticar al progresismo o kirchenrismo. Es la destacada historia de Filoni, que tras los primeros fracasos de las producciones de Disney, comienza a ser “el amo del canon”. ¿Qué es la canon? Buena pregunta.

“Durante lo noventas los fans de Star Wars llevaban años sin películas y sin esperanzas de que se hicieran más. Fueron los libros y comics los que mantuvieron la franquicias en lo que hoy se conoce como el universo Legends, con la libertad de crear historias a gran escala donde se definía el futuro de toda la galaxia. Historias que iban desde los 36 mil años previos a episodio IV, hasta 140 años después de episodio VI. Estas historias le dieron mayor profundidad al mundo de Lucas y lo hizo crecer tanto en contenido como en llegada al público. Al cual también hizo más fiel que antes”, explica Julián Kaper, creador del podcast El Conurbano Galáctico. “En ese mapa de Star Wars, el universo expandido es el borde exterior de la galaxia, donde se ubican esos planetas pocos visitados y a veces olvidados por el núcleo. Es en otras palabras: un conurbano galáctico”, aclara.

“Después de que salió Star Wars, se hizo claro que mi historia era una de miles de las que podían contarse de los personajes que habitan esta galaxia. Hoy es increíble el legado”, aseguró George en 1997, año que batió el récord con 20 novelas editadas con historias de esa galaxia muy muuuuuy lejana. Dos años después saldría La Amenaza Fantasma (1999), primera parte de la precuela (I, II y III). Los fans ya eran indomables, pretenciosos y, a veces, muy críticos de papá George.

En nombre del abuelo

El gran quilombo aconteció cuando Lucas le vendió Star Wars a Disney, que filma la (hasta ahora) última parte de la saga: las películas VII, VIII y IX (El despertar de la Fuerza de 2015, Los últimos Jedi de 2017 y El ascenso de Skywalker de 2019). Para eso contrata al taquillero director J.J. Abrams (que había hecho Lost, los remakes de Star Trek y Misión Imposible III). Si bien Disney pensó que Abrams contaba con la dosis justa de taquilla, ciencia ficción y algo de intelectualidad, los fans de Star Wars se pusieron del orto con El despertar de la fuerza.

Entonces Disney contrata para Los últimos Jedis a Rian Johnson, un director un poco más “alternativo”, que había dirigido algunos capítulos de Breaking Bad, pero sobre todo, interpretado un papel secundario en Rogue One (una película anexa a la saga, estrenada en 2016, producida por Lucas Film y con la asesoría de George). Rian, como mucha gente hoy en la industria del cine, también era fan de Star Wars. Los fans tampoco le dieron mucha cabida. Así que para El Ascenso de Skywalker, Disney se caga en los fans y vuelve a contratar a Abrams.

Dice Rebord: “Lo más interesante de la saga es el derrotero de Anakin Skywalker (Darth Vader), que sostienen incluso en las secuelas, que es la historia de la sombra del abuelo. Fiel al estilo Star Wars: no saber que poronga hacer. En eso respetaron el canon”.

En las secuelas, el hijo de la princesa rebelde Leia y el contrabandista Han Solo, el sobrino de Luke y nieto de Anakin Skywaler, Ben Solo (Kylo Ren Cafiero) se une a la Primera Orden (la nueva encarnación de los restos del Imperio) usando la “fuerza” con la máscara reconstituida de su abuelo (Darth Vader). Si en las precuelas ganan los malos y en las originales los buenos, en las secuelas ponele que ganan los buenos (en medio de un mundo completamente destruido por las guerras y el extractivismo, onda Argentina después de la Ley Bases). Eso gracias a que Han Solo Skywalker Cafiero se enamora de la nueva Jedi, Rey Ofelia Fernández, que resulta ser la nieta del senador, canciller y emperador Sith, Palpatine. Heroína de la que ahora parece se está haciendo una nueva película. Igual que su abuelo, Kylo, traiciona al Emperador y lo mata (muriendo en el acto). Rey se viste de blanco y usa sable verde. Kylo se viste de negro y usa sable rojo. Entre los rebeldes meten un negro y un latino para actualizarse a las épocas de diversidad cultural.

El canon comercial y el padawan Filoni

Si bien no dejaron de ser un éxito de taquilla, las secuelas (VII, VIII y IX) dejaron un sabor a derrota. Es que Disney no se dio cuenta que comprándole a George los derechos de Star Wars, se estaba metiendo en un quilombo bárbaro. Porque comprarle los derechos a George no tenía nada que ver con tener los derechos de Star Wars. George había dado rienda suelta a los fans para crear un complejo mundo paralelo de miles y miles de comics, libros y otros materiales, con nerds dispuestos a estudiarlos como se estudia la hermenáutica de Heidegger o la filosofía budista o sufi. Star Wars para muchos fans ya casi era una religión. Si bien George y Lucas Films tenían los derechos o control de algunos de estos materiales, no así de la gran mayoría.

Entonces Disney nombró a toda esta galaxia creativa muy, muuuuuy lejana “universo expandido” y estableció un “canon”, con aquellos materiales “oficiales” (básicamente aquellos en los que había intervenido George, que les había vendido los derechos por 4 mil palos verdes). El resto del universo, el conurbano galáctico, fue nombrado por los fans como “Legends” (leyendas, como los mitos de Campbell). Los fans furiosísimos.

Entonces en 2014, George creó el Lucas Films Story Group, que inició con el proyecto multimedia The High Republic (la Alta República), para contar una era 200 años antes de las películas, donde los autores podían crear historias sin depender de lo que hacían otros. Historias acerca de una época dorada (el primer peronismo), donde los Jedis tenían todo controlado con unidades básicas y sindicatos por toda la galaxia. La Evita era una Jedi de nombre Vernestra Rwoh.

Los nuevos creadores de historias del universo de Star Wars viajaban a la meca del Skywalker Ranch a visitar al profeta Lucas para contarle sus locuras. De esta secta privilegiada, Disney rescató a Dave Filoni, el padawan preferido de George, para tratar de reorientar las producciones de Star Wars hacia el gusto de los fans. Esto en colaboración con la presidenta de Lucas Films, Kathleen Kennedy, y otro fanático productor, Jon Favreau, que además de filmar varias películas de Marvel y la adaptación animada por computadora de El Rey León, había dado voz en La Guerra de los Clones, al personaje Pre Vizsla, líder de la Guardia de la Muerte mandaloriana. Sería el autor de la serie El Mandaloriano.

Volver mejores

Entre Filoni, Kennedy y Favreau, las series del Disney se orientarían más para los fans, solucionando incógnitas que habían dejado las secuelas (VII, VIII y IX), como por ejemplo: ¿Por qué calló tan rápido la Nueva República? ¿De donde carajo salió la Primera Orden, ese nuevo ejército de malos de negro con nuevas armas de destrucción masiva? ¿Como revivió Palpatine? ¿Donde están los Jedis? ¿y los ewoks? ¿que pasó con los Siths? ¿al final quienes eran los buenos y quienes eran los malos? Los fans obviamente tiene respuesta para todo, y desprotrican contra las respuestas oficiales. Al igual que George, sus padawans Dave, Kathleen y Ion (o el creador de Andor Tony Gilroy), aman cagarse en los fans.

Básicamente la respuesta a la primera pregunta (¿por qué calló tan rápido la Nueva República?) es que “no volvieron mejores”. Tipo Alberto Fernández, la senadora Mon Mothma, asume un gobierno débil con rezagos imperiales, mucha burocracia y negociados, sin muchas agallas para continuar la guerra (o expropiar a Vicentín), con la princesa Leila cuidando a sus hijes (como Cristina a su nieta), Luke entrenando nuevos Jedis (tipo Guillermo Moreno), muchas bandas de cazarecompensas y narcotraficantes (de algo llamado “especias”, igual que Dune) y un montón de comandantes rebeldes que siguen siendo rebeldes (onda movimientos sociales) pero que son muy criticados y desautorizados por la burocracia de la Nueva República.

La series también abundan en metáforas del extractivismo, la industria armamentística, el narcotráfico y los casinos como parte fundamental del Imperio. Además de la casta política y empresaria del núcleo y la militarización y pobreza del conurbano galáctico.

El malvado de este período (que para explicar por qué no aparece en las películas originales lo mandan a otra galaxia mucho muy muuy más lejana) es un tal Capitan Thrawn. Según Julián Kaper, Juan Domingo Thrawn. Un alienígena militar muy inteligente y culto que, tras ser expulsado de una dinastía del conurbano galáctico (encerrado en un planeta o isla lejana), se alía con el Emperador y le agarra el gustito al Imperio (onda Sergio Massa, Tigre y los fondos buitres).

Liberales contra Jedis

Estrenada la semana pasada, 24 años después del estreno de La amenaza fantasma (Episodio I o IV), pero situada en la época de la Alta República, 100 años antes en la cronología Star Wars (cuyo año 0 es la Batalla de Javin, donde los rebeldes destruyen la Estrella de la Muerte en El Retorno del Jedi de 1983, hace 40 años), La acólita, dirigida por Leslye Headland (marida de la actriz que hace Venestra Rwoh, Rebecca Henderson), explica como la orden Jedi empieza a descender en un espiral burocrático rumbo al Imperio permitiendo la vuelta de los Siths.

La idea de la serie comenzó a gestarse cuando Headland (creadora de Russian Doll) comentó, en una entrevista, tras el estreno de El ascenso de Skywalker, que era “una gran fanática de Star Wars, “con muchas ideas para películas que desearía hacer si me lo pidiera (la presidenta de Lucas Films) Kathlenn (Kennedy)”. Kennedy la llamó al toque. Dicen que cuando le presentó el guión, la padawan de Lucas le dijo: “Escribiste una buena historia de Star Wars, ahora escribí una que sea tuya”. El resultado, puso de orto a los fans. Es que, además de raptar niñes del conurbano galáctico, en la serie los Jedis queman una comunidad de brujas lesbianas. Encima muestran un Jedi gordo.

Sobre el final del primer capítulo, un señor oscuro frente a un acantilado (que me hizo acordar a Manuel Adorni) le dice a su aprendiz o acólita: “Los Jedis viven en un sueño que piensan que todos los demás creemos”. Que sería básicamente la misma advertencia que, el ahora popular Pablo Semán, y otros intelectuales, le hacían hace diez años al progresismo kirchnerista.

En el segunda capítulo, una de las jóvenes rebeldes a la Alta República asegura, cual twitera liberal: “mataré a los Jedis sin armas para complacer al maestro. Debo hacerlo a mi manera”. El otro joven le dice: “Necesito un trago. ¿No te parece que todo lo que hacemos es estresante? Todos tenemos un punto débil. Lo Jedis justifican en nombre de la paz su dominación galáctica”. “Es una mentira”, lo interrumpe la primera, no sabemos si intoxicada por revanchas personales o fake news. Es medio la banda de Los Copitos.

En el tercer capítulo se armó troya porque hay brujas buenas, una media jipi waldorf y se insinúa que los Jedis reprimieron (onda Evo en el TIPNIS o Berni en Guernica). Además se cumplió el baticinio de Headland que la serie sería una mezcla entre Matrix y Frozen.

Contra el discurso de servidumbre voluntaria

El universo expandido de Star Wars (y ahora el canon de Disney) puede hacer una serie entera de un personaje secundario de un personaje secundario del sueño original de George. Como Boba Fett, el hijo del mercenario que sirvió como modelo para los clones de La Campora, que aparece como un funcionario secundario del Imperio, un cazarecompensas, en las pelis II y III (o V y VI).

O Cassian Andor, interpretado por el mexicano Diego Luna (en una demostración de la latinización o conurbanización del imperio Lucas, al igual que el chileno Pedro Pascal, protagonista de El Mandaloriano, o el guatemalteco Óscar Isaac Hernández Estrada, parte del ejército rebelde en las secuelas VII, VIII y IX, y hasta la hija de Arjona, Adria, que actúa en Andor).

El personaje de Cassian Andor es un rebelde que, previo a Una Nueva Esperanza (I o IV), aparece como clave para (oponiéndose a la burocracia rebelde de la senadora Mon Mothma) recuperar los planos de la Estrella de la Muerte en Rogue One. Sin él y su pequeña banda de forajidos anarquistas rebeldes a los rebeldes, Leia, Luke y los Ewoks jamás hubieran vencido al Imperio. Su creador Tony Gilroy (Amageddon) realizó la serie Andor (2022), de la que se espera su segunda temporada para el año que viene.

La serie no tiene una sola espada Jedi, apenas se menciona la “fuerza”, y sucede durante el máximo dominio del Imperio, con células rebeldes que tienen más internas que el FIT o los ambientalistas, mucho milico y burócrata bien pago, aumentos abusivos de impuestos y penas carcelarias (lawfare popular), grandes corporaciones tecnológicas y paramilitares, y un gran cansancio de la gente con el Imperio. Los Jedis estan exterminados. No vamos a hacer metáforas.

No se si Gilroy leyó El Discurso de la Servidumbre Voluntaria, escrito por Etienne de la Boetie en el siglo XV. Pero antes del estreno de Andor dijo: “Creemos vanidosamente que vivimos en una época en la que todo es nuevo, que somos las únicas personas que han pasado por esto, que hemos tenido esclavitud u opresión o líderes malos. Hay cosas que cambian y mejoran, pero en general le puedes mostrar nuestra historia a alguien de hace mil años y dirían: yo reconozco esto, sé de qué se trata. Hay algo tristemente universal sobre los eventos que se muestran en la serie”.

Allí, en la serie, Nemik, un joven rebelde que será asesinado en un asalto a un reactor energético del Imperio en tierras ancestrales y religiosas de pueblas originarias (onda Vaca Muerta), escribirá: “Habrá momentos en que la lucha parezca imposible, eso ya lo sé. Nos sentiremos solos, inseguros y apabullados por la magnitud del enemigo. Pero recordad: la libertad es una idea pura, aparece espontáneamente y sin control. Por toda la galaxia surgen brotes espontáneos de insurrección constantemente; hay ejércitos enteros, batallones, que ni siquiera saben que se han unido a la causa. Recordad que la rebelión extiende sus fronteras por todas partes y que hasta los actos de insurrección más modestos ayudan a ampliarlas. Y no olvidéis esto: la necesidad de control del Imperio es tan acuciante porque es antinatural. La tiranía sigue un esfuerzo constante, se agrieta, tiene fugas. La autoridad es frágil, la opresión es la máscara del miedo. Recordadlo y sabed que algún día todas estas batallas y escaramuzas, estos momentos de resistencia, sobrepasarán el control del Imperio y entonces los desbordarán. Bastará un solo gesto para romper el asedio. Recordadlo. Intentadlo”.