Sobre el Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado
Por Yunga
1. Hasta hace muy poco era muy ingenua respecto a la división de trabajo en relación al género. Por supuesto, hace años que tenemos todes muy presente la brecha salarial (más salario para hombres por el mismo trabajo) y obvio sabemos desde siempre que hay muchísimas más mujeres dedicándose a ser madres que hombres dependiendo económicamente de otres para poder invertir toda su energía a la crianza; sin embargo, fue recién cuando empecé a estudiar (y formar parte de) las instituciones dedicadas a la política económica, que pude tomar consciencia de la escala del problema.
Miremos por ejemplo el siguiente gráfico, tomado de un informe llamado Medición del aporte del Trabajo doméstico y de cuidados no remunerados al Producto Interno Bruto de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género:
En base a encuestas se determinó que, si el TDCNR fuera remunerado como corresponde, esos sueldos corresponderían al 15,9% del PBI (resultados similares se han obtenido en otros terriorios: Colombia: 20%; Ecuador: 15%, México: 24,2%, Uruguay: 22,9%). En otras palabras: no alcanza ni con todo lo producido por la industria para saldar la deuda histórica con “eso que llaman amor”.
2. El 16 noviembre del año pasado, a tres días del ballotage, el Área Feminismos, género y sexualidades del centro de investigación de la Facultad de Filosofía y Humanidades y el Programa de feminismos, sexualidades y derechos de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias Sociales organizaron un encuentro que se llamó Colectivizar miradas y acciones. Fortaleciendo alianzas y redes hacia horizontes feministas. Entre las organizaciones presentes (Ni Una Menos, ATTTA, AMMAR, Socorristas, Las Mechas, Act Up, Campaña Nacional por el Derecho al Aborto y Casa Comuidad) quienes más llamaron mi atención fueron las chicas de La Poderosa. Vestidas de rojo, en la remera de una de ellas se leía “Trabajadora de la triple jornada”, una expresión que refiere al “trabajo particular o cooperativo, el comunitario en comedores y merenderos y los trabajos de cuidado en nuestras casas” (según leo después en su página).
Cuando le tocó a hablar, la referenta de La Poderosa nos recordó que el fenómeno de Milei no surgió de la nada, sino que es una consecuencia del albertismo, que no supo responder a las necesidades de los barrios. Contó que la provincia les había prometido un montón de comida que nunca envió. “Tenemos que dejar de discutir sobre la pobreza y empezar a discutir sobre cómo repartir la plata -dice-. Se nos dice planeras, pero nadie vive con los sesenta mil pesos de un Potenciar Trabajo… no vivimos del Estado, el Estado vive de nosotras, pagándonos sesenta mil por un trabajo de un montón de horas”.
3. Cuestionar la lógica de distribución de trabajo es cuestionar las prioridades del capitalismo. Es preguntarnos acerca de nuestra relación con le otre, nuestra empatía, nuestra escala de valores. Para construir ese mundo eco-transfeminista con el que muches soñamos no alcanza con remunerar las tareas de cuidado, sino que habría que repensar y redistribuir todas las tareas y recursos. Y sin embargo, por algún lado hay que empezar. Tengo la creencia de que imaginar soluciones inmediatas, aunque resulten utópicas en el corto plazo, nos ayuda a dimensionar las acciones que serían necesarias para llegar a ese horizonte.
Supongamos entonces un Gobierno que asumiera el compromiso de remunerar ese 16% del PBI que representan las tareas de cuidado. El Estado podría (para el horror de les libertaries) imprimir todos esos miles de millones de pesos para pagar esos sueldos, generando inflación; o bien, retener el 16% de los ingresos de cada habitante en la forma de un Impuesto al Cuidado y distribuirlo entre les trabajadores del TDCNR.
Hoy, les 2 millones de xadres que reciben entre 40 y 70 mil pesos mensuales por la Asignación Universal por Hijo representan un 0,5% del PBI. Si a eso le sumamos las 440 mil jubilaciones para amas de casa (0,3% del PBI), los 3 de cada 10 padres divorciados que pagan cuota alimentaria a las 2 millones de madres solteras (0,5% del PBI) y el millón de Potenciar Trabajo (0,2% del PBI, muchas veces destinado a quienes trabajan en comedores), el porcentaje invertido no llega ni al 1,6%. Diez veces menor al necesario.
Me gustaría creer que una buena parte de les trabajadores estarían de acuerdo en poner un 16% de su sueldo para compensar esta desigualdad estructural. Para empezar, la amplia mayoría de eses trabajadores se dedican (o tienen esposas o madres que se dedican) a tareas de cuidado, por lo que ese 16% de sus ingresos se transformaría en sueldos de TDCNR para personas de su entorno. Como se imaginarán, son justamente aquellas personas que mueven plata del orden de diez o cien sueldos promedio las que no querrán poner su 16%. Nos encontramos, entonces, con el mismo debate de siempre: el de la redistribución de riquezas.
4. Como anarcosindicalista, he dejado de soñar con transformar el Estado en un justo benefactor. Demasiadas fuerzas involucradas, demasiado caos, demasiada militarización. Más confío en la organización local, municipalista, comunal, sindical. El año pasado, por ejemplo, desde el Área de Género del gremio de docentes e investigadores de la UNC me invitaron a gestionar una encuesta sobre tareas de cuidado. En el Boletín Nacional del 23 de Mar de 2022 se publicó el Decreto 144/2022 que reglamentó el artículo 179 de Ley de Contrato de Trabajo, mediante el cual se exige a los establecimientos donde trabajen 100 personas o más a que cuenten con espacios de cuidado para todes les niñes de entre 45 días y 3 años que estén a cargo de les trabajadores. Siguiendo ese decreto, el Área de Género de Adiuc se propuso armar una encuesta y un informe para pelear en paritarias la responsabilidad de la UNC (como institución que nuclea a miles de trabajadores) de responder a esta necesidad.
Vemos aquí una re-distribución a escala. Dado que el presupuesto universitario es uno, ese bono saldrá obviamente del sueldo de todes les demás trabajadores. Un acuerdo comunitario entre les 10 mil docentes de la UNC para valorar el trabajo dedicado a las tareas de crianza. El beneficio para xadres con bebés (que obviamente está más pensado para madres que para padres, como se evidenció en la encuesta, donde el 75% de quienes la llenaron fueron mujeres) es por supuesto sólo un primer paso. Faltaría discutir el cuidado de adultes mayores, de personas con discapacidad y las tareas comunitarias, como trabajos en huertas y comedores.
5. Un último salto utópico. De nuevo, como anarcosindicalista, no sólo creo en la organización local de trabajadores, sino también en la búsqueda de su autonomía. Así como sueño con una UNC cuyo presupuesto esté más ligado a sus alianzas con sindicatos de trabajadores que a la voluntad política del gobierno de turno, así también imagino una institución en la que la participación, remuneración y división de trabajo de crianza (idealmente colectiva), trabajo en comedores, limpieza, administración y docencia sean discutidas por Consejos con igual representación.
Entre las construcciones colonialistas más difíciles de deconstruir de nuestra sociedad capitalista está la concepción de que hay personas que “merecen” estudiar, mientras a otras no les queda otra que limpiar o cuidar niñes. Quizás sea por eso que hace más de un siglo Rosa Luxemburgo citaba en su Introducción a la Economía Política la siguiente frase de Lasalle:
“Si se abrazan la ciencia y los obreros, esos polos opuestos de la sociedad, aplastarían con sus brazos todos los obstáculos que se oponen a la civilización”