Sin puntos, no hay redes
Un breve análisis de las fuerzas democráticas, progresistas y populares, visto desde la periferia rural cordobesa.
Por Sergio Job
El análisis de las fuerzas democráticas, progresistas y populares está siendo sumamente complejo por el nivel de dispersión táctica y desorientación estratégica que atravesamos. Sin embargo, ese archipiélago tiene relativa fortaleza territorial, unidad de concepción de los grandes temas del país y su historia, y ciertos anticuerpos tempranos frente a las posibles derivas fascistas y/o semillas de terrorismo de estado, que identificamos con claridad sin ingenuidades, aunque eso no signifique que podamos contrarrestarlas con la eficacia y eficiencia que quisiéramos/debiéramos.
El kirchnerismo, como sector hegemónico de este polo tanto política como culturalmente durante una década, ha dejado de gozar de esa predominancia avasallante, frente a la emergencia de otros sectores que durante años tuvimos papeles más modestos, como las diversas expresiones de lo que hoy denominamos Economía Popular, o por “derecha”, de algunos sectores que entienden a la política como gestión de lo existente, corridos hacia un posibilismo miserable: “ya no son posibles los gobiernos de Néstor y Cristina”, “el mundo es otro”, “la correlación de fuerzas es otra”, por ende, debemos adaptarnos a… Alberto Fernández, Sergio Massa, Daniel Scioli o al proyecto que ellos encarnan con matices: un “peronismo racional” que se somete a las revisiones trimestrales del FMI de la marcha del gobierno, e intenta una y otra vez negociar con cada sector de poder por separado, suponiendo intereses separados.
Mientras, del otro lado del mostrador, le contestan una y otra vez con un proyecto económico, social y político muy claro: un país neoliberal, que permita el saqueo y la acumulación sin límites aunque/mientras/porque se incrementen las desigualdades y violencias sociales. La Mesa de Enlace, por poner un ejemplo, no está pensando ni sólo ni principalmente en el tipo de dólar que se les ofrezca para liquidar las riquezas (que son de todos), sino en el daño que puede infligir al gobierno y al proyecto que detestan, incluso cuando les haga ganar dinero.
Esa pérdida de hegemonía kirchnerista, genera un retraimiento del conjunto de las fuerzas democráticas, progresistas y populares (DPP), hacia su propio territorio, incluido el propio kirchnerismo. Esto genera que el panorama se parezca cada vez más a un kirchnerismo transformado en una fuerza provincial bonaerense (con sus expresiones gubernativas también en Santa Cruz, Chaco, Formosa. Etc.), que posee núcleos organizativos más o menos desarrolladas en diversos otros territorios provinciales, sea con una fuerza política propia o mediante gobiernos que acuerdan en parte de su programa y objetivos (pero con los que debe negociar). Claro que ser la expresión política de la provincia más grande y poblada de la Argentina (y esa red de aliados) le otorga un poder específico indudable.
Pero entender al kirchnerismo como una fuerza política cuya mayor vitalidad se manifiesta hoy a escala provincial, llama a repensar los esquemas, tareas y horizontes que debemos encarar para recomponer la dispersión actual y caminar hacia una nueva unidad que ya no puede pensarse desde la lógica hegemónica laclauniana que ordenó la política del polo DPP durante una década. De más está decir, que gran parte de la fortaleza de dicha fuerza política estriba en el hecho que posee en sus filas a la dirigente con mayor lucidez, adhesión popular y votos del país, pero que eficientemente jaqueada por el poder concentrado de este país (y global) vía poder judicial y mediático, queda relativamente congelada, o al menos adormecida como factor desequilibrante. Esta vez, esos votos no son transferibles porque la desilusión ha sido enorme.
Este nuevo esquema se parece mucho más a un tablero donde diversas fuerzas provinciales van construyendo alianzas que permiten más o menos representación, adhesiones, votos, poder territorial. Ello requiere que todas las fuerzas democráticas, progresistas y populares reactualicemos las lecturas y diagnósticos desde los niveles locales y provinciales hacia los regionales y el nacional; para rediseñar tácticas y estrategias con efectividad política en cada escala territorial. Lo importante para cada actor que realmente quiera incidir en el horizonte de construcción y disputa de poder, deja de ser el vínculo con las expresiones políticas del puerto, sino el modo en que logra incidir en cómo se anuda el poder en el pago propio, y como contribuye desde allí a una estrategia federal. Y eso implica comenzar por pensar, desarrollar y acordar el modo en que se van a tejer los puentes, diálogos y acuerdos a nivel territorial y provincial dentro de nuestro sector.
Es ahí donde se abren diversos caminos: quienes plantean que:
1) es por dentro de los oficialismos peronistas existentes (por ejemplo: el Movimiento Evita o el Partido Socialista en Hacemos por Córdoba, o expresiones internas del propio PJ, una combinación de ambas como Córdoba Futura –que reúne a Liliana Montero con Somos Barrios de Pie);
2) es por fuera, sea como una expresión de alguna fuerza nacional (La Cámpora o el Frente Patria Grande en el Frente de Todos, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad, etc.) o con una expresión propia (como baraja Pablo Riveros con el Movimiento Verde –incluso si fuera en alianza con el FPG de Grabois a nivel nacional);
y/o quienes decimos: 3) es consolidando el polo de modo transversal, respetando las decisiones actuales de cada quien hasta que maduren las condiciones para consolidar un bloque con incidencia, y mientras teniendo terminales dentro de los diversos espacios y opciones existentes.
Nosotros creemos que la disyuntiva actual para nuestras fuerzas, nuestra principal contradicción no es, ni debe serlo entre HxC o FDT u otra estructura, sino la relación de fuerzas que podamos entablar las diversas fuerzas DPP (que no son pocas ni despreciables, y algunas, aunque sin rumbo claro, son bastante vitales) frente a las diversas propuestas violentas y desigualantes. Esa relación de fuerzas, para nosotros, es directamente proporcional al nivel de diálogo, acuerdos y respeto que podamos construir: no sólo un gran acuerdo de no agresión, sino de colaboración activa, consciente y respetuosa. Comprendemos la complejidad del asunto, lejísimos estamos de la utopía ingenua de fraternidad entre compañeres, pero asumiendo la dificultad del momento (y posibilidades venturosas a futuro, inmediato incluso) creemos que es posible lograr cierta racionalidad común sobre la colaboración y fortalecimiento entre sectores. Es claro que la opción 3) no es excluyente de tomar alguno de los otros caminos, o el de la construcción de expresiones locales que no hagan parte de ningún sector o incluso pueden habitarla aquellas fuerzas que ni siquiera entran a la disputa electoral o institucional por reparto de cargos y lugares en las listas.
Para decirlo sin vueltas: cuanto mejor le vaya a cada sector del campo DPP en el camino que haya optado o construido, mejor nos va a ir al conjunto, y contra mejor nos vaya al conjunto (más allá de los reordenamientos internos, que pueden provocar más o menos tensiones y reacomodamientos dentro el espacio DPP), mayor va a ser la cuota de poder efectiva (y por ende, la capacidad de resistencia y transformación) de cada sector. Esto que planteo para Córdoba en particular, creo que es válido para compañeros y compañeras de otras provincias en las que conozco con bastante profundidad la situación y dinámica actual, por lo que me animo a arriesgar que sirva a compañeres de diversos distritos.
Lo de construir desde abajo y las periferias hacia arriba y el centro, empieza a ser cada vez más relevante, porque en esto de tejer redes, un punto es un punto, tenga el tamaño que tenga, y sin puntos no hay red. Y sin red no hay ni construcción de poder, ni resistencia posible.