¿Qué democracia?
Una crónica sobre un debate por estos 40 años de proceso democrático, con diferentes referentes sociales y políticos de Traslasierra, realizado en el espacio Humana Club Social de la localidad de San Javier.
Por Redacción
“Che, ¿y si acomodamos las sillas más pa’l lado de donde están las luces”, se comenta mientras los relojes marcan las ocho de la noche. De a poquito, el sol se va yendo, al igual que el calorcito de este día de verano en el pueblo transerrano de San Javier. En el patio abierto del Humana Club Social, ubicado a un par de cuadras de la plaza central y donde solía funcionar la vista de baile, la invitación a la charla es sobre “40 años de democracia y microfascismos”.
El ensayista plebeyo Mariano Pacheco arranca la conversación pensando en las distintas formas que adquieren las derechas autóctonas, incluyendo la que entró a la Casa Rosada en 2015: “Algunos periodistas atrevidos se apresuraron en caracterizarla como una derecha democrática.
-¡José Natanson!-, le replica el enviado especial Lea Ros, encargado de filmar el debate con un celular.
-¡Claro! José Natanson. A los tres días, esa derecha reprimió a quienes nos manifestamos frente al Congreso contra la reforma jubilatoria. Yo recibí una bala ese día en el ojo. Eso demuestra que la derecha es democrática hasta que vé (cuac) que no le cierran sus planes. Cuando no les sirve la democracia, vuelven a no ser democráticos. Pero ahora hay una emergencia: hay un sector de derecha más concentrada no solo en lo ideológico, sino también en las redes sociales y en la lógica de la instantaneidad, del grito por el grito para resaltar una rebeldía supuesta frente a un orden existente que trata de recomponer una cierta tradición mínimamente reparativa”.
Cecilia “Checha” Merchán, referenta de la organización feminista La Colectiva, se pone más escéptica de separar lo micro de lo macro: “Creo que lo primero que hay que hacer es siempre, siempre, siempre defender todo tipo de democracia, más allá de ésta democracia liberal que no expresa absolutamente las lógicas populares. Y segundo: destacar nuestras propias prácticas y experiencias. Los gobiernos populares existieron porque previamente existieron los movimientos populares. Las mujeres y las diversidades tenemos dificultades de poner en debate real el tema de las desigualdades dentro de las organizaciones sociales. Aún hoy, hay niveles de violencia que padecemos dentro de esas organizaciones. Y ni hablar de otras formas de discriminación, como las raciales y las capacitistas, incluso dentro de los propios feminismos. Para que el Encuentro Plurinacional de Mujeres y LGTB se llame así y sea más democrática, tuvimos muchas discusiones y todavía hay un sector que no quiere que sea así. Recién, en el 2018, hubo un taller para las gordas y gordes. Es decir: no había un taller para discutir la militancia de las gordas. Y ni hablar que se arma un taller sobre discapacidades, y en el resto de los talleres no hay accesibilidad”.
“El Estado, desde su perfil, también crea feminismos, pero son blancos, flacos, de la capital, que no representa toda la riqueza y diversidad de feminismos que hay en la Argentina: marrones, gordas, rurales… Y tampoco está representado en nuestras expresiones electorales”, comenta la Checha, ya residente en el pueblo de San Javier, al pasar ya un año que renunció a su cargo nacional como secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad. “En tiempos de desigualdad atroz, hay que ir contra las corporaciones. Pero también contra esos enemigos internos que atraviesan a todas nuestras estructuras. Si dentro de nuestros movimientos no están todas las expresiones e identidades representadas, no está representado el mundo al que pertenecemos”.
Para Gabriela Solsti, fiscal de juicios de lesa humanidad en Córdoba, “hay que replantear conceptos: qué definimos por democracia, por república y por soberanía. En los setenta, se necesitó más de 600 centros de detención clandestino para exterminar a la clase obrera e instalar un modelo extractivista, aunque en ese entonces no se llamaba así, sino que era simplemente exportar granos. Hoy: con tres o cuatro jueces, y con tres o cuatro canales de televisión, les alcanza”.
Los autos pasan y el ruido le obturan algunas palabras a les exponentes, como quien piensa un acto de censura. “Las motos son microfascistas”, bromea Tomás Astelarra que en representación de la Mutual Humano coordina la charla y va pasando un grabador de mano en mano. “Sobre la Dictadura, nos queda el registro de la tortura y eso nos espanta. Y eso es una forma de dominar: con dolor y con miedo. Entonces, si nos quedamos solo con eso, terminamos repitiendo los mismos errores. Porque por eso nadie propone reformar la Ley de Entidades Financieras. Miren toda la deuda que le debemos a los compañeros y compañeras desaparecidas”, nos comenta Solsti.
Los presentes se abigan, rolan los mates y se prende algún tabaco. Les niñez juguetean alrededor y se prepara un show musical en el escenario del Club Social Humana.
Fabricio Puzio es parte de la organización Comunidad Trabajo y Organización dentro de la Unión de Trabajadores Rurales: “Nos fue casualidad para nuestra generación construir proyectos de base autogestivos y sin patrón para discutir con el capitalismo. Nosotras basamos nuestros proyecto en estudios de las Ligas Agrarias. Y ahí es importante recuperar un poco, para ser justos, con las luchadoras y los luchadores que históricamente se enfrentaron con la injusrticia social, el soñar con un mundo distinto. La compañera planteaba lo de la felicidad..Cada vez nos cuesta nombrar un mundo distinto y posible. Si no lo nombramos, no lo podemos construir. “
Acerca de la democracia de la derrota, Pablo Blank, del Movimiento Campesino de Córdoba, recuerda e historiza lo que ocurrió con el desencanto alfonsinista y el remate menemista: “Ahí fue cuando a los partidos les empezamos a perder sentido y que entendimos que había que volver a los territorios; de ver qué pasaba en el cotidiano. Unos se fueron a los movimientos de Derechos Humanos. Otros: a los barrios, a armar el movimiento piquetero. Y nosotros nos fuimos al campo, a dialogar con familias ultra conservadoras, porque así era la estructura campesina. No discutíamos si había que meterse en política, porque era clarísimo que al Estado lo teníamos en contra. Los otros movimientos resistían en las calles y tirando piedras. Entendíamos eso, pero para nosotros, resistir era también ir construyendo desde los territorios. Toda esa forma de organización (Derechos Humanos, piqueteros y campesinos) es lo que hizo estallar el 2001. Es la acumulación de todo eso”.
“Tenemos que poner la discusión democrátca en el centro del debate. Eso amerita una discusión teórica, histórica y coyuntural, recuperando el protagonismo popular como fundamento del orden político, desde la cooperación, la singularidad, de la participación con una actitud activa de la comunidad”, concluye Pacheco..
Termina la charleta y se remata con un mocazo: el grabador quedó trabado en el medio del debate. Pero bueno: es como la anécdota de un jovencísimo Tomás Eloy Martínez cuando entrevistó a un maduro Julio Cortázar. Cuando se dio cuenta que su dispositivo de grabación no cumplió su función durante todo el reportaje, y el avergonzado entrevistador tuvo que pedirle al autor de Rayuela si se podía volver a repetir el diálogo, éste le respondió: “No importa pibe. Inventá”.
Algunes perseguides por el frío veraniego rumbean pal rancho. Otres se quedan debatiendo o viendo libros que se exponen en una mesa donde prontamente cederán su lugar a pizzas con queso cooperativo, cervezas artesanales o jugos naturales del movimiento campesino. Hay alegría de poder sostener un momento de reflexión en medio de esta profunda crisis civilizatoria y las tareas diarias de la organización popular.
(Posdata: las citas de ésta crónica no se inventaron. Se aprovechó como plan B las filmaciones de un celular que prontamente serán presentadas como material audiovisual en La Luna con Gatillo).