Mensaje de Evo Morales al gobierno argentino
“Los gobiernos que se fueron indecorosamente fue por estallido social. Y para que haya estabilidad económica, tiene que haber estabilidad política. Y para que halla estabilidad política tiene que haber estabilidad social. Eso lo decía clarito Evo Morales. No hay forma que halla estabilidad social con estos niveles crecientes de pobreza y la falta de decisión de este gobierno. Las decisiones se toman por presiones. Por las de esos señores de los mercados o por la de los sectores populares. Cuando el presidente convoque a luchar por la distribución de la riqueza con una propuesta clara, todos lo vamos a apoyar”.
Juan Grabois en Hagan Algo
En su reciente visita al país, el ex presidente de Bolivia recalcó la importancia de la nacionalización del manejo de los recursos naturales como causa del milagro económico que vive el país en un contexto latinoamericano de alta inflación, dolarización y otros menesteres. También la clave de la movilización popular a la hora de implementar estas reformas.
Por Tomás Astelarra
El ex presidente de Bolivia Evo Morales anduvo por la Argentina. Invitado por la Corriente de la Militancia del Frente de Todos, que lidera el actual interventor de la AFI Agustín Rossi, brindó la charla “Presente y futuro de América Latina” en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). También tuvo presentaciones en el Instituto Patria (“Los movimientos nacionales y populares hoy en América Latina”) y en la sede del PJ, en el Día de la Confraternidad Argentino Boliviana en homenaje al nacimiento de Juana Azurduy. Se reunió con Alberto Fernández y en la sede de la CTA atendió a los periodistas, sobre todo de los medios públicos. En todas la entrevistas se concentró, le preguntaron, y volvió a repetir diversas ideas. En todas recalcó el papel de los movimientos sociales. Desde la base de la complementariedad del mundo andino, pareció tejer a lo cheje la insoportable grieta del Frente de Todes en medio del colapso social y económico que vive el país.
Quizás el heredero mejor posicionado de la generación de presidentes progresistas de principio de siglo, Morales vio peligrar su vida con el golpe de estado en su país. Pero gracias a la intervención de los movimientos sociales (y su refugio en México y Argentina), la aventura de las elites bolivianas apoyadas por Estados Unidos, duró apenas un año. No fue lo suficiente para lograr dar marcha atrás con un proceso social, económico y político de fuerte raigambre en la población (más allá a las numerosas críticas que recibió). La vuelta del MAS en la figura del principal artífice del milagro económico, el ex ministro de Economía, Lucho Arce, secundado por un garante de la visión pachamamista de los movimientos indígenas, David Choquehuanca, ha puesto a Bolivia en un lugar de “oasis” económico y social dentro del convulsionado panorama de América Latina. A falta de dólares, los argentinos del norte cholo invierten en pesos bolivianos, una moneda que al principio del siglo XXI valía un décimo de peso argentino y hoy equivale a diecinueve. Por otra parte, el precio del dólar con respecto al peso boliviano se mantiene estable y cerca del 85 % de los ahorros y el 99 % de los préstamos se encuentran en moneda local (en una muestra de cómo combatir el bimonetarismo, ya que antes del gobierno del MAS, la proporción era de apenas el 10% frente al dólar). A esto hay que sumar una tasa de crecimiento del PBI de un 5% y una inflación de apenas 1,2% en lo que va del año. Parecería mentira que el país más pobre de América Latina sea hoy, veinte años después, una referencia. Y todo gracias a un indio bruto, vago, ignorante, dizque terrorista y narcotraficante, que llevó adelante un “proceso de cambio” que hoy no puede evitar alabar el FMI y todos los organismos multilaterales.
A la pregunta de cómo se logra ese resultado, el Evo repitió una y otra vez ante los periodistas: “gracias a la nacionalización”. “¿Y cómo se vence la correlación de fuerzas?”, preguntaron los periodistas. “Con el pueblo en la calle”, respondió una y otra vez el Evo Morales, destacando, al igual que el Papa Francisco, la importancia de los movimientos sociales en las transformaciones políticas de la región, y recordando la importancia para los sindicatos cocaleros y otros movimientos sociales bolivianos de la creación del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que dio sustento al MAS. “Con los sindicatos no alcanza”, repitió una vez más el Evo a una semana de la presentación en sociedad de la herramienta política del Movimiento Evita, entre otras estructuras partidarias que se van consolidando en la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).
Una delgada línea entre gobierno y pueblo
Más allá de los detalles de idas y venidas, desde la nueva constitución hasta algunas leyes menores, las reformas legislativas del gobierno del MAS se hicieron en medio de amplias movilizaciones de los movimientos populares frente al Congreso (en la misma Plaza Murillo donde en los sesentas fue colgado por la plebe el presidente Gualberto Villarroel). Tanto el Evo Morales como otres importantes dirigentes del MAS (incluso diputades) estaban de otro lado de las vallas cuando se realizaron las votaciones. Del lado del pueblo.
“Como diputado estaba marchando contra el parlamento. Yo no debía hacer eso, he tenido que habilitar a mi suplente y rodear al parlamento, pero también coordinando, porque yo sabía a que hora iban a aprobar, a que hora había prensa, todo”, me contó en su momento Asterio Romero, dirigente cocalero, diputado y luego Secretario de la Gobernación de Cochabamba. “¿Cómo es entonces la relación entre movimientos sociales y el gobierno en Bolivia durante el proceso del MAS?”, le pregunté. “Son dos estructuras, una gubernamental, estatal, con todos sus ministerios, y una estructura sindical casi similar al gobierno. Que fue nuestra estructura de lucha contra los gobiernos neoliberales, porque no hacían política a favor del pueblo, sino a favor de ellos. Si el gobierno nacional pone capital para infraestructura nosotros ponemos el terreno, la materia prima, por ejemplo, y estamos en la línea que estas comunidades puedan administrar”, me explica. “¿Nosotros?”, le pregunto en 2013 para la investigación de la Bolivia de Evo (Editorial Sudestada), “¿De que lado está usted? ¿Es gobierno o sindicato o movimiento social?”. Se ríe. “En los dos lados. Hoy soy gobierno, pero también soy ex dirigente, también soy cocalero, soy productor de coca, tengo mi propiedad ahí. En algún momento me salgo de este cargo y voy a volver a las bases. No estaré en el gobierno, pero estaré apoyando. Una de las grandes ideas de nuestro presidente es que estos dirigentes de las bases vengan a la función pública a ayudar la gobernabilidad, a aprender un poco, compartir experiencia. No somos juez ni parte, somos los directos responsables de toda esta estructura gubernamental”, termina de explicar Romero contrariando la definición de la “tercerización” de Cristina Kirchner con respecto a los movimientos sociales.
La revueltas populares no solo fueron las que situaron al MAS en el estado y a Evo Morales como presidente luego de las llamadas “guerras” del Agua y el Gas, sino que fueron fundamentales para aprobar la nueva constitución, una reforma de tierras y resistir el conflicto, casi guerra civil, durante el aciago 2008. También impidieron el gasolinazo que el propio gobierno del MAS pretendía implementar en 2010 y plantearon las contradicciones socioambientales del proceso de cambio tras el conflicto del TIPNIS (que quebró el Pacto de Unidad de apoyo de los movimientos sociales al gobierno popular). La relación entre gobierno y movimientos sociales fue tensa durante el proceso de cambio. También entre el gobierno y la economía popular andina, una estructura forjada al fuego de la crisis neoliberal o Consenso de Washington de los noventas, donde la población rural migró a las ciudades para tejer redes comerciales que desde los textiles o los alimentos, pasaron a dominar el rubro de la tecnología y hasta pequeñas experiencias industriales de ensamblado de componentes informáticos en El Alto. En base a redes cooperativas generaron inmensos centros comerciales que se nutrieron con el boom de consumo del gobierno del MAS, incluso ganándole terreno a las grandes multinacionales. La pretensión de cobrar impuestos o regularizar una economía plebeya que se construyó en base a la autogestión, fue parte de la difícil relación entre el gobierno y estos sectores, de la misma manera que la dinámica extractivista generó un quiebre con un importante sector de los movimientos sociales dentro del Pacto de Unidad. La grieta con estos dos importantes sectores populares organizados en Bolivia explicó en buena parte también la falta de apoyo al MAS en el golpe del 2019. Sin embargo fueron los propios movimientos sociales (aún los opositores al gobierno del MAS) los que reestablecieron la democracia e incluso impusieron un nuevo rumbo para la presidencia de Lucho Arce.
Las complejidades del “milagro económico” boliviano incluyen, además de un gobierno popular que nacionalizó los recursos para distribuir el ingreso, un movimiento social activo en las calles para aprobar las reformas pertinentes, además de un dinámico sector de la economía popular que permitió que esa distribución generara un crecimiento económico que quedó dentro de las fronteras del país, fortaleciendo la economía y al peso boliviano. Entre otras cosas gracias a la expulsión del FMI y el control de los sectores empresariales locales a través de un tipo de cambio moderado. Parte de esta historia puede leerse en Argentina: las lecciones del milagro económico boliviano. Hoy los desafíos son las profundización de las energías alternativas y la producción de fertilizantes, además de otras incipientes industrias, como la de las baterías de litio que ya se están exportando a todo el mundo.
Claves para la Argentina
“Si no hay protagonismo de la clase trabajadora y de los sectores populares, no hay crisis que se pueda saldar. Me parece que si el Frente de Todos, independientemente de cualquiera de sus figuras, no comprende que el conflicto social y la clase trabajadora son vertebradores de una nueva realidad, pensando en un nuevo 17 de octubre como punto fundacional, no hay forma. Porque la mayor parte de la dirigencia política de la Argentina, incluyendo a la del Frente de Todos, forma parte de ese ciclo que se está agotando, que está terminando y que no ha resuelto los grandes problemas estratégicos de nuestro país. El justicialismo y el Frente de Todos tienen la posibilidad de insertarse a esta nueva oleada, integrando la nueva conflictividad social, integrando las nuevas peleas en el mundo del trabajo, del feminismo, del cuidado del medio ambiente. Sino, evidentemente los pueblos pasaremos por encima de las estructuras que expresan más el siglo XX que el siglo XXI”, declaró hace poco Gildo Onorato, dirigente del Movimiento Evita y la UTEP. Esa corriente que históricamente algunes llaman kirchnerismo han tendido a ignorar la participación de los movimientos populares que desde la crisis del 2001 permitieron un nuevo ciclo de políticas “desde arriba” y hace rato venían proponiendo desde las bases políticas como la Asignación Universal por Hijo (AUH) o la Ley de Medios. Es el mismo sector social que reconfiguró la clave piquetera y desempleada en un sindicato de la “economía popular” con incipientes propuestas de producción autogestiva, descentralizada, ecofeminista y con una pata siempre en la calle para la protesta social (que es la verdadera causa de las conquistas sociales conseguidas en este período tanto a gobierno populares como de derecha, todos neoliberales en el sentido práctico de la palabra). Tanto así como es difícil pensar un país con paz social durante el gobierno de Cambiemos, también es difícil pensar la marcha atrás de leyes como el 2×1 o la reforma jubilatoria sin este pueblo movilizado (con base organizada). También se podría especular que la masiva movilización a Comodoro Py frenó el avance de la justicia sobre Cristina.
Durante las últimas semanas movimientos populares y sectores sindicales alineados al oficialismo salieron a las calles a exigir mejoras en la calidad de vida de la población. Desde la UTEP también se han presentado numerosas propuestas productivas de largo plazo para, como recomiendan desde el Papa Francisco a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), afrontar los avatares de la crisis civilizatoria y capitalista a través del fortalecimiento de la economía popular. Frente a un gobierno impávido ante los poderes fácticos, incapacitado de llevar adelante políticas públicas que hasta países europeos han implementado como la nacionalización de los servicios públicos (Francia) o impuestos a las grandes fortunas (España) los movimientos populares parecerían gritar “es con el pueblo no con los mercados”. O, parafraseando a Evo: “la correlación de fuerzas se construye con el pueblo en las calles”. Lejos de eso, desde ambos lados del gobierno (“cristinistas o albertistas”) insisten en desconocer el papel de los movimientos sociales en las transformaciones económicas de largo plazo.
Subirse a la ola
“Los gobiernos reformistas de principios de siglo XXI impulsaron las transformaciones de arriba hacia abajo y fracasaron. Solo se sostuvieron hasta el día de hoy aquellas que impulsaron de abajo hacia arriba. El ejemplo más claro es el de Bolivia. Hoy hay una nueva oleada de reformas y esa oleada de reformas está impulsada de abajo hacia arriba. Hay una nueva democracia expresiva que se compone de las luchas populares y de los nuevos conflictos (los feminismos, las luchas ambientalistas, la lucha de la economía popular), naciendo de esa forma una democracia expresiva que no tiene representación en el sistema democrático actual, que es representada parcialmente. Esa democracia expresiva está pugnando por una transformación. Está pugnando por el encuentro de una lógica nueva en términos económicos, en términos políticos y en términos sociales. Creemos que los movimientos populares somos los protagonistas del tiempo que está amaneciendo. Y si la dirigencia política no comprende las transformaciones en la estructura social, económica y laboral de nuestro tiempo, esa dirigencia política va a ser dejada a un costado”, insiste Onorato.
Explica el sociólogo boliviano, Eduardo Paz Rada: “Es recurrente la pregunta que se plantea en relación a porqué en Bolivia no se presentan de manera impactante los efectos de la crisis económica, comercial y financiera mundial, como sí ocurre en la mayoría de países de la región que enfrentan devaluaciones de su moneda, inflación acelerada, déficits fiscales y de balanza comercial y de pagos, recesión productiva y, por tanto, consecuencias serias para las clases trabajadoras y los sectores populares. La propia lógica del capitalismo en su fase neoliberal genera crisis cada vez en ciclos más cortos y más aún ahora con las consecuencias de la pandemia del coronavirus y la Guerra en Ucrania, convertida ya en guerra de repercusiones mundiales y que ha puesto en vilo a las viejas potencias de Europa y Norteamérica frente a la falta de energía de gas y petróleo de consumo fundamental de la población y las industrias y la escasez de los alimentos. Las transformaciones políticas, culturales, económicas y sociales en Bolivia, ejecutadas por el gobierno del MAS están en la base de las respuestas a estas interrogantes”. “La derrota de los regímenes neoliberales que tuvo su origen en la rebelión popular de octubre de 2003 estableció la Agenda de Nacionalización del Gas y de Convocatoria a Asamblea Constituyente que cambie el orden político, social y económico boliviano. Frente al neoliberalismo dominante en el periodo de veinte años (1985-2005), desde 2006 el fortalecimiento del Estado con la nacionalización de los hidrocarburos, la recuperación de las empresas estratégicas enajenadas, el impulso a la industrialización, la reforma constitucional, la democracia participativa, la redistribución social y regional de la riqueza y la expulsión del FMI como gestor de la política económica, así como la retención de los excedentes antes exportados al exterior por las transnacionales instaladas en el país, estuvieron en el centro del proyecto popular impulsando un proceso de liberación nacional. La existencia de un contexto regional nacionalista y antiimperialista fue un factor muy importante para el proceso de reformas en Bolivia porque se contó con la solidaridad de los gobiernos de Hugo Chávez, Lula Da Silva, Néstor Kirchner y Fidel Castro y la implementación de los proyectos de integración ALBA, UNASUR y CELAC”, agrega el analista en una reciente nota en Rebelíon.org (¿Cómo enfrentar la crisis económica?).
En su visita por Argentina Evo Morales insistió en el reestablecimiento de la Unasur o la Celac e incluso en la creación de una moneda única para Sudamérica. Principal referente político a nivel internacional de uno de los pocos países que ha podido mantener las reformas estructurales y el poder popular de la experiencia progresista de principio de siglo, Morales también, como en su momento lo hizo Hugo Chavez, cuenta con el dominio de sectores estratégicos de la economía de su país para colaborar con el proceso de otros gobiernos. La unión de estas nuevas experiencias populares en América Latina puede ser una herramienta fundamental para atravesar, en estos tiempos convulsionados, el delgado equilibrio entre un mundo en crisis y una sociedad hastiada y empobrecida. “En este marco difícil, el éxito de la nueva nueva izquierda dependerá, entre otras cosas, de la capacidad de coordinación entre las diferentes tribus, de la habilidad para ofrecer un programa de reforma socioeconómicas que contemple las nuevas sensibilidades relacionadas con la diversidad, el feminismo y el cuidado del ambiente, y de la posibilidad de aprovechar la oportunidad geopolítica abierta por la disputa entre China y Estados Unidos”, opina el periodista Jorge Natanson en su artículo La Nueva Izquierda en la revista Nueva Sociedad. “Aunque la izquierda podría sumar más gobiernos que en el primer ciclo, hay un creciente hiato entre gobierno y hegemonía, en un contexto global incierto marcado por una sucesión de crisis y un debilitamiento de los imaginarios, los discursos y los liderazgos de los progresismos regionales, que buscan diversas formas de recomponer sus proyectos y encontrar nuevos relatos movilizadores. Que las fuerzas ubicadas a la izquierda del espectro político ganen elecciones y lleguen al gobierno en una cantidad significativa de países es una condición necesaria para poder hablar de un ciclo político progresista, pero de ningún modo es una condición suficiente. Desde algunos sectores progresistas se certifica desde hace algún tiempo que América Latina vive un segundo giro a la izquierda y lo primero que se suele enseñar como prueba de esta afirmación es la lista de las últimas victorias electorales. Pero conviene tomar estos datos con cautela y realizar un análisis más detenido antes de hacer afirmaciones ideológicas demasiado apresuradas”, sostiene Manuel Canelas en “América Latina: no todo lo que brilla es un ciclo”, también en NUSO.
Al principio del gobierno del Frente de Todes, Alberto Fernández parecía, junto a Manuel López Obrador, una solitaria esperanza de una izquierda moderada para América Latina frente a la estigmatización constante de los procesos en Cuba, Venezuela o Nicaragua, y el avance de la derecha con el Grupo de Lima y la Alianza del Pacífico en detrimento de la Unasur o la Celac. Fue precisamente la movilización popular (además del infructuoso resultado de los gobiernos abiertamente neoliberales) la que cambio el tablero. Tanto Castillo en Perú, como Boric en Chile, como Petro en Colombia, accedieron al poder sin un ciclo progresista anterior. Con los problemas internos tienen suficiente ocupación como para jugar a nivel continental. Con el regreso de Lula a Brasil la suma de las partes quizás arme un todo. Bolivia y el Evo, con una situación firme y estable dentro del panorama continental, parecerían poder liderar este proceso. Argentina, con un gobierno fracasado y dividido, y una sumatoria de factores apetecibles para el dizque “mercado” (Vaca Muerta, litio, soja, energías alternativas) es la ficha a combatir. Por algo el FMI parece endurecer su posición y hasta en las últimas semanas el titular del BID Claver Carone viene trabando el desembolso de 500 millones de dólares a la Argentina para créditos de infraestructura o, por ejemplo, créditos para los recicladores de la UTEP. Carone fue uno de los artífices del escandaloso préstamos del FMI al gobierno del Macri y hasta confesó la calidad “política” de dicho préstamo.
Así como Alberto Fernández (Pagni dixit) desaprovechó oportunidades como la pandemia o el acuerdo con el FMI para desmarcarse de Cristina por derecha (tal cual hizo Lenin Moreno en Ecuador), también desaprovechó su alianza con el Movimiento Evita para presionar a través de la movilización popular iniciativas como la nacionalización de Vicentín o también un mejor acuerdo con el FMI (además de sobrellevar la crisis con la policía de la provincia de Buenos Aires el año pasado). “Si nos hubiera matado, eso yo lo hubiera respetado, es lo que hicimos nosotros con Duhalde. Pero esto no tiene sentido”, dice Diego Genoud que dice Cristina en la intimidad. Parece difícil que la actual encrucijada del peronismo (que incluye los juicios a la ex presidenta) pueda ser salvada sin apoyo popular.