Los dilemas de la lápicera
Gestos y opiniones a la hora de la necesaria reforma del “estado democrático constitucional”. De la física cuántica a las sabidurías ancestrales pasando por el estado comunal del comandante Hugo Chávez.
Por Tomás Astelarra | Ilustración: Fuska.visual
Hay un filósofo muy interesante en Bolivia, Javier Medina. Nieto de pollera (de raíz indígena como casi todo el mundo por allá). Estudió en Europa y se casó con una holandesa. Dentro de esta asumida personalidad cheje (Silvia Rivero Cusicanqui dixit), Javier decidió unir estos dos mundos, complementarlos, estudiando por un lado la ancestral organización tradicional comunitaria del altiplano, el ayllu, y por el otro la máxima expresión de la joven ciencia positivista nacida en Europa en el siglo XVIII (hace menos de 400 años): la física cuántica (1).
Durante el denso proceso de deliberación de la nueva Constitución boliviana, que se aprobó finalmente en 2009 pero tuvo un complicado proceso de más de 3 años, Medina realizó una serie de ensayos que especulaban con el resultado de la misma. Por un lado aplicó, a la vieja Constitución de 1967 (2), la cosmovisión de la física cuántica. Por el otro, la cosmovisión del ayllu. El resultado fue sorprendente: casi lo mismo. Las investigaciones de Medina no solo demostraban que la civilización patriarcal europea había llegado casi a la misma conclusión filosófica y política que las ancestrales cosmovisiones andinas de las Amerikas, sino que también tejían la esperanza de que la nueva constitución boliviana fuera, a la vez, la más moderna y la más antigua del mundo.
Cuenta la ex-presidenta del Senado, Gabriela Montaño: “Cuando se convoca a esa Asamblea Constituyente, la ansiedad era tan grande en el pueblo boliviano por participar que todo el mundo estaba organizado: las trabajadoras del hogar, los mineros, los compañeros que tienen sus puestos de dulce en las calles, todos y todas, en las plazas, los domingos, la gente se sentaba a discutir que justicia se quería, que Estado se quería. Era una época tan deliciosa de vivir porque todo se podía poner en cuestión, nada estaba atornillado, esto producía conceptos nuevos, no teníamos palabras para nombrar las cosas”(3). Dentro del intenso combo de actores sociales y de la economía popular, hasta los payasos callejeros fueron al histórico pueblo de Sucre (Chuquisaca pa los indios o Charcas, en tiempos donde estudiaba allí Mariano Moreno) para presentar sus propuestas.
El proceso constitucional boliviano fue complejo y duró mucho más de lo estipulado (1 año). La asamblea tardó nueve meses en redactar su primer artículo. En el medio estalló una cruenta guerra civil contra los estados de la llamada Media Luna (Tarija, Sucre, Santa Cruz, Pando y Beni, apoyados por los Estados Unidos), que no aceptaban el “proceso de cambio” del gobierno del MAS. La cruenta masacre de Pando y el arresto del gobernador de Pando, Leopoldo Fernández (responsable de la misma) terminó por torcer el destino a favor del gobierno (4). Los enormes hechos de violencia sucedidos en Sucre habían desplazado la asamblea constituyente a Oruro, donde entre gallos y medias noches, a puertas cerradas, se cambiaron algunos artículos para redactar el texto final que sería aprobado tras un referendum y una densa movilización frente al Congreso. Dicen los chismes de chicherías y algunos intelectuales, que esa modificación de artículos fue negociada por el vicepresidente Álvaro García Linera (el blanquito o khara del gobierno) con los derrotados varones empresariales de Santa Cruz. Entre los puntos vitales de estas modificaciones se encontraba la reforma de tierras y la participación de los movimientos sociales e indígenas en el Congreso. Fue el principio de las disputas que años después, tras el conflicto del TIPNIS en 2011, terminarían de quebrar el llamado Pacto de Unidad, la alianza de los principales movimientos populares organizados del país. La Constitución, si bien revolucionaria y de avanzada para los conservadores países de América Latina, quedó varios pasos detrás (o delante) del ayllu y la física cuántica. Poco a poco el gobierno del MAS iría dejando de lado la visión ancestral, la unidad y articulación con los movimientos populares y la concepción de estado comunal que el Evo Morales había presenciado en la Venezuela de Chávez, volcándose hacia un estado más tradicional y pragmático, donde la Pachamama y la representación indígena y popular quedaría como un eslogan, se incentivaría el extractivismo y el consumo, los blanquitos o kharas irían ocupando posiciones de privilegio dentro del Estado o Gobierno y se iría forjando una estructura monopólica de exagerada verticalidad en el MAS, que poco a poco iría derivando en la descomposición del poder popular del proceso de cambio que permitiría el golpe de estado de 2019 (4).
Para se entonces el director del Centro de Estudios Sociales de la Vicepresidencia de la Nación, el sociólogo Jorge Viaña, explicaba: “La tecnología incorpora un diseño de organización del mundo, de la vida, del trabajo. Vos deja de joder con tu extractivismo pragmático que se va a chingar todo para generar excedentes, y vos deja de joder con tu fundamentalismo antiextractivista que nos anula toda posibilidad de desarrollo. Hace falta tener el billete en el bolsillo, pero no por eso dejar de lado las ideas básicas del proceso. Si Brasil que es la octava economía del mundo ha profundizado su extractivismo, ¿que quieren que haga Bolivia? La división internacional del trabajo ha impuesto eso y por 40 años estamos jodidos. No solo nosotros, también Argentina, Brasil y hasta India que es un monstruo. No vamos a salir de eso. Ahora eso no tiene que ser pretexto para pasarte por el forro los grandes problemas ambientales. Entonces discutiremos cual es el nivel sensato de extractivismo. Lo mismo sucede con una tendencia al autogobierno en los sectores indígenas, que en vez de seguir intentando torpedear al estado se está probando desencajar ciertas estructuras del estado y ocuparlo. Una vez ahí muchas veces hace falta una reflexión autocrítica para mantener ciertos niveles de autonomía, aunque vinculada y negociando, participando con un gobierno afin, pero que no responda a los intereses de ciertos dirigentes sino de las propias necesidades y demandas de indígenas, campesinos y sectores populares. Todo es muy lindo en los papeles, en la Constitución, en términos discursivos o intelectuales, pero a muchos no les preocupa la viabilidad de los procesos”. La perspectiva del presente de Viaña con respecto al “proceso de cambio” es bastante más decepcionante. Pueden ver la entrevista que le realizamos el año pasado desde La Luna con Gatillo.
Del otro lado de la frontera
Cristina Kirchner es sin duda un bálsamo en medio de la carencia total de propuestas, proyectos de país y análisis históricos en la coyuntura política de la Argentina. Hay otras excepciones, como la de los movimientos populares que tienen en el candidato a presidente Juan Grabois su máxima expresión mediática (o por dar otro ejemplo el interesante debate con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof). Una y otra vez la vicepresidente y candidata proscripta se aparta de un generalizado presente de internas intestinas y total desconexión de la dirigencia política e institucional con respecto a la necesidades de un pueblo en una tremenda crisis económica y social inscripta en un crisis civilizatoria a nivel global. Tanto desde el liberalismo como desde los movimientos populares se habla de “casta” política.
En su brillantes exposiciones en doctorados honoris causa, o recientemente en el Foro Mundial de Derechos Humanos, Cristina viene hablando de una necesaria reforma del “estado democrático constitucional”. Sin embargo, desde muchos sectores populares, en esta humilde opinión, su paradigma también se encuentra lejos de la cosmovisión ancestral de los pueblos originarios, los movimientos populares o el intento de poder comunal del comandante Hugo Chávez o, según las investigaciones de Javier Medina, la física cuántica. El líder venezolano es uno de los grandes ausentes en este revival de gobierno progresistas que añoramos por su distribución del ingreso y conquista de derechos históricos, pero de los que aún mantenemos ciertas críticas (que no son autocríticas) acerca de las reformas estructurales necesarias para crear otro mundo posible desde el estado. Entre ellas la democracia participativa o el fortalecimiento del poder popular en los territorios.
A 50 años de la publicación del Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo de Juan Domingo Perón, los discursos de la dirigencia kirchnerista recién empiezan a incorporar la cuestión ambiental de manera contundente. No es una cuestión que halla surgido desde “arriba”, sino más bien, como dice el dirigente social, político, ambiental y peronista, Pablo Riveros, “cuando lo social desborda en lo político”. Podemos imaginarnos que es una realidad que ha sido susurrada en sus oídos por dirigentes sociales como Juan Grabois o el referente de la Corriente Nacional Martín Fierro, Nahuel Beibe, de buena relación con la dirigencia de la Cámpora. Son estos movimientos populares, con representación política en el Frente de Todes, los que, no solo representan las innumerables experiencias de soberanía alimentaria (y hasta sanitaria o tecnológica) o las huestes cartoneras y recicladoras de la economía popular (con la diputada Natalia Zaracho de representante en el Congreso), sino también cuentan con afiladas articulaciones con pueblos ancestrales, movimientos ecológicos y juveniles (como Jóvenes por el Clima) y nichos de resistencia organizada contra el extractivismo.
No obstante lo cual, estos sectores parecerían subrepresentados en las mesas políticas, las editoriales y noticias mediáticas progresistas y las listas electorales. La lápicera no los favorece. Por más que es de elles la fuerza que permitió derrotar el modelo neoliberal de los noventas y permitir un gobierno diferente en 2003, o impedir la reforma jubilatoria en 2017 (sentenciado el gobierno de Mauricio Macri), o sostener las ollas populares y tareas de cuidado y salud durante la pandemia, entre otras actividades capilares de vida en todos los territorios del país.
A veces parecer olvidarse que la proscripción, judicialización, criminalización y hasta el fallido tiro contra la vicepresidenta Cristina Kirchner, es la punta de iceberg de una realidad que aqueja a toda la militancia popular en todo el territorio de nuestra Amerika. Como así también sus valientes palabras, por las cuales estas estrategias se aplican reiteradamente sobre su persona, dan al hueso o le encuentran el agujero al mate a numerosos problemas de carácter nacional y latinoamericano, pero también ocultan muchos otros. En este pachakuti o crisis civilizatoria, la complejidad gepolítica intensifica la necesidad de formas creativas a la hora de abordar el pensar, pero sobre todo el hacer.
“Lo que yo veo es que en el marco de esta coyuntura mundial y nacional es que los movimientos sociales locales adquieren una relevancia de resistencia. Que ya lo sabíamos, y que por eso estamos llevando adelante las acciones que hacemos. Pero que hoy por hoy adquieren un sentido mucho más urgente. Son oportunidades para repensar un desarrollo a escala humana como dice Manfred Max Neef. Entonces lo que vemos es que, nuevamente, adquieren sentido y relevancia política y económica las estrategias de soberanía alimentaria locales, pensar cómo vamos a territorializar la vida. Uno adscribe a los movimientos nacionales, porque son quienes tienen un relato unificador y se transforman en interlocutores frente al poder institucional central. Pero deberíamos pensar en modelos políticos donde realmente todas las disidencias se puedan hacer escuchar y tengan un corpus que abarque todos los sujetos, aún en sus distintos rangos de posicionamiento. No podemos tener exactamente las mismas reivindicaciones las productoras de la Puna que los pescadores en el Atlántico. Tenemos que ver cómo articulamos estos discursos locales en un mapa de palabras, en un mapa de reivindicaciones disímiles. Cada ecosistema da un relato de la realidad”, opinaba Olga Lubel del Mercado Vaquereño de Salta en el informe ¿Será que el emperador tenga quien lo vista?.
Dilemas de la lápicera
La anécdota me la contó una representante de los movimientos populares en un plenario nacional donde fue invitado un importante dirigente de La Campora. Tras su elevado y pomposo discorso, hubo una reunión de secretarias políticas de todo el país. Las poetizas populares le pusieron los puntos al secretario general de la organización. “Nosotras entendemos que es necesario invitar a estos personajes y articular con ellos. Pero no son más importante que nosotras. Las excesivas adulaciones son innecesarias y denigrantes para el resto de las compañeras”, fue mas o menos el reclamo.
Lejos de evitar o ignorar las autocríticas acerca de la construcción de la democracia popular y participativa en las organizaciones sociales, los partidos políticos que las representan y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) las correas de transmisión entre los de “abajo” y los de “arriba”, las “periferias” y el “centro”, son mucho más aceitadas en estas organizaciones que en las viejas estructuras políticas. A lo hora de explicar la construcción de poder político en su territorio y la posibilidad de ganar la elección a intendente, un compañero de un territorio lejano del conurbano y la ciudad donde atiende Dios (Buenos Aires, CABA, AMBA), me explicó: “Sabes lo que pasa, cualquier municipio necesita de recursos provinciales y nacionales. Con suerte le atiende el teléfono una secretaria de un ministro en la provincia, cuyo gobierno lo tiene controlado políticamente por la necesidad de esas migajas. Salvo excepciones, no tienen contactos a nivel nacional. Yo en cambio levanto el teléfono y hablo con un dirigente nacional, que además es un compañero con el que he compartido varias luchas, que tiene teléfono directo con varios ministros. Eso genera que las organizaciones sociales hemos desarrollado una gestión de recursos que cualquier gobierno municipal envidia. Sumado a los años de construcción social y popular, eso genera un poder enorme. Ahora, si te cortás solo, sos boleta”.
Hay otra anécdota ilustrativa de la distancia entre el gobierno y los partidos políticos centrales y las periferias. Después de muchos años de construcción social y cooperativa una compañera se enteró por su referente nacional que había un delegado de la secretaría de Economía Social en su territorio (cónclave perdido de culis mundis). Lo fue a visitar para contarle que tenían una cooperativa textil. “Que bueno”, le dijo el funcionario de La Cámpora, “porque hace dos años que vivo acá y es la primera cooperativa que conozco”. La cumpa le presentó quince cooperativas más, agilizaron su legalidad pero no lograron conseguirle recursos. Poco tiempo después, una de las funcionarios a nivel nacional decidió visitar el territorio con algunos compañeros del INAES. La reunión, si bien tumultosa y cordial, no fue agradable para les funcionaries. Las poetizas populares le dijeron que muy bonito el discurso cooperativista y las migajas de recursos, pero que ahí había necesidades más profundas, concretas y no tan difíciles de resolver, aún sin dinero, como lograr exenciones de impuestos, presionar a las cooperativas de servicios para que cumplieran la ley y les hicieron un descuento o instruir a los empleados de la sucursal del Banco Nación para que entendieran como carajo funcionaba una cuenta de una cooperativa. Las cosas siempre son más fáciles en un escritorio con un buen sueldo, delivery y wi fi.
Lo que el turco Asís llama la “agencia de contrataciones en el estado”, La Cámpora, no tiene buena imagen en muchos territorios del país. Por lo general está integrada por estudiantes universitarios, profesionales clase media o funcionaries, como dice Kiciloff, con poca bajada al territorio. Si se midiera la productividad de los recursos que consigue del estado sobre sus experiencias concretas productivas, de la agricultura familiar o la economía popular, el índice sería bajo. Su capacidad de movilización también se ha demostrado inferior a la de los movimientos populares. Estos guarismos indefectiblemente tienden a traducirse en votos. Votos que, ante la magras ofertas de puestos en las listas electorales, pueden quizás explicar la histórica traición del Movimiento Evita con figuras como Randazzo o el propio Alberto Fernández. O el reciente acuerdo con el kirchnerismo. También la creación de estructuras partidarias propias como Patria Grande (del sector de Grabois), la Patria de los Comunes (del Movimiento Evita y Barrios de Pie) o la Corriente Nacional Martín Fierro. Estos partidos, dentro o fuera del Frente de Todes, ya cuentan con centenares de puestos de gestión en el estado y otros tantos candidatos con fuertes posibilidades de triunfo en todo el territorio nacional. Muches de estes candidates, además de jóvenes, mujeres, pobres y gordas, vienen demostrando exitosas gestiones tanto sociales, políticas como institucionales.
La pregunta es: Cuando el sector kirchnerista discute las Paso con Alberto ¿es un posición ética o pragmática? ¿No tiene confianza en triunfar en unas Paso con el deteriorado presidente y el reducido grupo de funcionaries que les sostiene la vela? ¿Cómo será que les irá en la disputa con los candidatos de los movimientos populares? La lápicera no solo no es democrática, sino que más bien parecería demostrar un signo de debilidad. La democracia participativa, más allá de la física cuántica, debería ser un eje fundamental a la hora de la necesaria reforma del “estado democrático constitucional”. Seria lindo ver, en esto de la complementariedad que forja la diversidad en la unión, que los excelentes cuadros políticoinstitucionales de La Cámpora pudieran bajar al territorio o al menos convivir con aquellas que habitan esos territorios y ya esgrimen la posibilidad de representarse a ellas mismas. La frase de Máximo Kirchner en la que polémicamente interpeló a Axell Kiciloff fue interpretada por una compañera del territorio: “Los dos tienen razón, más gente de los territorios en el gobierno, y más gente del gobierno en los territorios”. Cómo fue en el gobierno de Perón, donde dicen el Congreso Nacional expresaba la variopinta gama de sectores sociales, económicos y políticos de la Argentina.
Decía el general: “en la política a veces hay que poner el guiño a la izquierda y girar a la derecha”. Lo contrario también es cierto. Tras las decepciones en la elección de un candidato moderado de derecha que perdió las elecciones (Scioli) u otro candidato moderado de derecha que, ganando las elecciones, terminó siendo un fracaso de presidente (Fernández), no sería malo probar pal otro lado. Como dice una cumpa muy querida de un taller textil: “Andan queriendo seducir a la clase media conservadora macrista o liberal con sus discursos, pero resulta que hay un 30% de gente que no vota. Y por lo que yo veo, la mayoría son zurdos”. No te digo la reencarnación del comandante Chávez, ni siquiera que le de el cuero a Juan Gabois, pero un Wado de Pedro apoyado a dos puntas por Cristina y los movimientos sociales en un entendimiento con la Cámpora quizá le de altura a esta guerra de enanos (infobaerebord dixit). Y de paso, comenzar a sentar las bases de una democracia participativa, diversa, federal, con menos dólares y más ideas. Cuarenta años de democracia merecen el esfuerzo de semejante regalo.
El pasado viernes 24 de marzo La Cámpora volvió a demostrar su importante capacidad de movilización y su referente Máximo Kirchner abrió las posibilidades de unas PASO. Por la redes sociales circulan las actividades de numerosos dirigentes sociales en campaña como Juan Grabois, Leo Grosso, Pablos Riveros y tantas otras (en la Luna con Gatillo comenzaremos a entrevistar referentes sociales en campaña en Córdoba y todo el país, como Mercedes Ferrero en Los Molinos o Victoria Pita en Rumipal).
Una alianza entre estos dos sectores no solo permitiría triunfar en unas PASO contra los sectores más conservadores del peronismo sino también soñar con esa victoria que en muchos lugares de la “casta” política ya se da como una imposibilidad. También entender que, como dice el poeta Ale Raymond, somos un montón los que queremos otro mundo posible. Sea a través de de la defensa de nuestros recursos naturales, la impugnación o coherente renegociación de la deuda con el FMI, el fortalecimiento de la industria nacional, las pymes y la economía popular. Pan, paz, tierra, techo y trabajo.
(1) Cuando Einstein dijo eureka descubriendo que tiempo era igual a espacio, los taitas de nuestra Amerika dijeron: Ajá. Chocolate por la noticia.
(2) Durante el gobierno de Rene Barrientos, un curioso militar boliviano de origen popular que fue parte del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) que generó enormes derechos para las minorías indígenas, siendo vicepresidente de su líder Víctor Paz Estenssoro (que luego impondría el Consenso de Washington en los 80as) para luego hacerle un golpe, asumir la presidencia y llamar a elecciones, donde fue elegido presidente justo en el preciso momento en que el Che Guevara se le ocurrió hacer la revolución en Bolivia con la maldita suerte de haber estudiado quechua para hablar en una territorio guaraní, haberse contactado con el partido comunista que medio nada sabía de pueblos originarios o campesinos, e internarse en una zona campesina (sector que apoyaba a Ovando que era nieto de polleras y brindo numerosos derechos a este postergado sector) mientras las cholitas y sindicatos mineros lo buscaban infructuosamente para apoyarlo.
(3) Del libro la Bolivia de Evo (diez años en el país de las mamitas), mismo autor.
(4) Tanto para entender la Masacre de Pando como los hechos de violencia ocurridos en Sucre durante el 2008 es muy útil ver los documentales del dramaturgo Cesa Brie Tahuamanu (Morir en Pando) y Humillados y Ofendidos.
(5) Una de las tantas críticas de los movimientos populares de Bolivia al MAS y su “procesos e cambio” fue la falta de rotación en el poder. Dentro de la cultura andina, el ayllu, este es un factor fundamental. “Es que Evo de quechua del Chapare. Ahora le toca a un aymara del altiplano”, decían los cumpas de Achacachi, bastión fundamental en el derrocamiento del Goñi Sánchez de Losada y también de Jeanine Añez. Luego del fracaso del gobierno de facto impuesto tras el golpe de estado estos movimientos impusieron la candidatura de David Choquehuana como vicepresidente. Choquehuana había sido uno de los principales defensores de la cultura ancestral, el respeto a la Madre Tierra y las autonomías indígenas durante el gobierno de Evo Morales. Desde la partidocracia del MAS el elegido fue otro blanquito o khara, el ex ministro de Economía, Luis Arce. Dentro del MAS, aún ante el desgaste de muches compañeres por la falta de participación, eran y siguen siendo numerosas las figuras indígenas, femeninas y hasta jóvenes capaces de ocupar lugares de poder, como la histórica referente cocalera Leonilda Zurita, la ex presidente del Senado Adriana Salvatierra o Eva Copa, la joven dirigente que debió asumir como presidente del Senado en una delicada situación del MAS tras el golpe de estado y la renuncia de Salvatierra y que actualmente es alcaldesa de El Alto. Los extremados personalismos y la falta de renovación generacional son una de la cuentas pendientes del ciclo de gobiernos progresistas en América Latina, tal como expresa el candidato a presidente Juan Grabois.