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Bolivia: ¿ganó la derecha?


La cultura bipolar y de certeza de la prensa e intelectualidad argentina ignora toda una serie de grises chejes que dicen que en el país de las mamitas, la respuesta no es tan fácil.

Por Tomás Astelarra

Es curioso que ante la noticia de los resultados electorales en Bolivia, la admiración por el paradigma “indígena” del vecino país (y su ex presidente Evo Morales), sea la fuente misma de la contradicción que pone al frente del titular la palabra “derecha”. Ya que los términos “derecha” e “izquierda”, utilizados en ciertos análisis políticos, vienen precisamente del esquema liberal, colonial, científicopatriarcal, que surgió de la revolución industrial financiada con el oro del Potosí.

Ya que si de capital hablamos, el capitalismo no podría haber surgido, no solo, sin los metales hallados y expropiados en Bolivia, sino también del trabajo y esfuerzo de sus poblaciones originarias. Amen de ciertos conocimientos tecnológicos acerca de la extracción y aleación de dichos metales que los europeos, también, descubrieron y expropiaron de las incultas y brutales culturas andinas.

“No te olvides que la modernidad empieza en el siglo XVI en el Potosí. El capitalismo medieval que va a dar el gran salto a la modernidad se estrena en América, en el Cerro Rico, que fue la waka masculina mayor de los Andes para los antiguos. La waka femenina era el Titikaka. Eran los dos grandes santuarinos cosmobiológicos de los Andes. Para los ingleses la mordernidad empieza con la revolución industrial y para los franceses con la revolución francesa, pero en realidad empieza con el descubrimiento de América. Y el laboratorio fue Potosí”, advierte en el libro La Bolivia de Evo (diez años en el país de las mamitas), el filósofo andino Javier Medina.

Y agrega, para sopresa del paradigma argentoccidental y su interpretación del “proceso de cambio” de Evo Morales: “Y si nos damos cuenta como actuaron los indígenas frente al mercado potosino que estaba dinamizando Europa y produciendo la acumulación originaria para dar el salto industrial, podemos ver que los caciques aceptaron ese capitalismo. Los españoles traen la estructura de la hacienda para la provisión de alimentos al mercado potosino, con la tecnología mediterránea de tratamiento de la tierra, desconociendo que la cultura andina tenía formas mucho más eficientes, porque se basaban en pisos biológicos, y en algo que los europeos no tenían: redes sociales, el ayllu. Pero los caciques entran en la economía mercantil, no hacen asco al dinero y se enriquecen. El Tambo Quirquincho (uno de los monumentos históricos de La Paz) era el palacio de uno de estos personajes. En otras palabras: hicieron guita. El indígena entra al mercado, al cristianismo, sin hacerle asco. No te olvides que Patiño Mines es la primer transnacional de occidente. Un indio sin un peso que se transformó en el Rey del Estaño, con oficinas en Londres e Indonesia”.

Vamos por partes. Ni izquierda ni derecha, ni capitalista o anticapitalista. La complementariedad como parte de la contradicción, es parte de la cultura boliviana. En principio déjenme ponerle a la elección de Rodrigo Paz Pereira como presidente de Bolivia el calificativo de “sorpresa”. No solo como presidente electo, sino también a la hora de definir cuales van a ser sus políticas al respecto.

El país del todavía

Entre enero y marzo de este año recorrí Bolivia, además de en mi función de artista, como periodista o intelectual especializado en el vecino país. Hacía diez años que no lo hacía. Desde la investigación para el libro La Bolivia de Evo. Me motivaba la nostalgia, las amistades, los paisajes, los sabores y colores de los mercados, pero sobre todo la convicción que es muy difícil generar un análisis intelectual de un territorio y una sociedad que no se recorre, no se palpa, no se abraza. Por más que, después de cientos de recorridas y abrazos, debo confesar que todavía no entiendo un carajo de ese, por mi llamado, “país de las mamitas”.

Llevaba una pregunta bien escondida en mi mochila: Casera ¿usté cree que la humanidad puede sobrevivir, incluso supervivir, en estos tiempos de pachakuti y emergencia civilizatoria?

Todavía, me respondieron.

Era mucho mejor respuesta que la que lamentablemente, creo, ronda en las consciencias y expresiones de una militancia popular que, en Argentina, está más cerca de la desesperanza, la confusión y un rotundo no, a la hora de evaluar las perspectivas de un modelo transformador para la sociedad desde abajo y la periferia. Quizás es ese pesimismo el que nos lleva a rotular la elección presidencial en Bolivia como un “giro a la derecha”. Es casi lo único que conocemos como consecuencia al “fracaso de la izquierda”.

Más allá de las inquietudes metafísicas, en mi recorrido hice entrevistas con intelectuales, políticos, amigos y artistas en varios territorios y ciudades de Bolivia. Además, por supuesto, establecí charlas callejeras, sobre todo con las caseras del mercado, las mamitas, que son el focus group más indicado para saltear paradigmas y situarnos en la base de la cultura boliviana. Por supuesto, como siempre, con gran perplejidad.

Entre otras cosas, descubrí que Bolivia es un país libertario, poco afecto a las normas y reglas del Estado, pero muy afilado a la hora de generar mercados con intensas redes comunitarias. No eso que llamamos “Mercado” en Argentina. Y que son cinco tipo en Wall Street. Sino eso que en Bolivia sucede: los “mercados”, diversos, abundantes, accesibles, cercanos a eso que los manuales neoliberales de los gringos llaman la “competencia perfecta” (y es condición sine quanon del “libre mercado”). Los mercados bolivianos cuentan, además, con factores económicos determinantes y poco valorados en el actual libertarismo argentino. Como dice Medina: la comunidad, la humanidad y, sobre todo, el papel preponderante de las mujeres (las mamitas) en ese sentido. Que también es de cuidado. La definición etimológica de la económica como Cuidado de la Casa Común.

Yendo al plano político, si tuviéramos que resumir estas conversaciones a las que accedí luego de consumir varias veces algo en un puesto de mercado, entablando esa relación de confianza o casería con las “mamitas” bolivianas, actrices principales de las grandes revueltas que han tumbado gobiernos y también de la última elección, el diálogo sería algo así como:

-Y entonces casera: ¿Que opina de este gobierno? (refiriéndome al del MAS de Arce).

-Malo es pues. Sube gasolina, sube harina, sube aceite. Mucha interna y corrupción. Van solo por las pegas.

-¿Y el Evo Morales?

-Ya pasó su tiempo. Se ha emborrachado de poder. Ya le dijimos no en referendum. Es hora que cambie.

-¿Entonces va a votar al Tuto Quiroga?

-Corruptos neoliberales ya tuvimos. No funcionó.

-¿Y a quién va votar?

Entonces me miraban con cara de nada o movían la manito en un gesto que quiere decir: manan kanchu. No hay. Todavía. Lo que en términos estadísticos se traduciría en algo así como: No sabe, no contesta.

En ese entonces las encuestas hablaban de unos 12 o 13 candidatos. Rodrigo Paz Pereira tenía apenas 3% de intención de voto y era parte del pelotón del fondo. Los primeros lugares eran para el proscripto Evo Morales, su sucesor desautorizado Andrónico Rodríguez, y los viejos líderes de la derecha Jorge “Tuto” Quiroga, Samuel Doria Medina y Manfred Reyes Villa. La peleas dentro del oficialismo del MAS, y también dentro de la vieja derecha eran intestinas. En las calles se palpaba desesperanza, irritación o simplemente desdén. Sobre todo porque se hacía realidad un problema económico que, en mi caso, no había podido observar en Bolivia en los últimos 25 años: la inflación. Por primera vez en mis recorridas, la marraqueta (el pan), había subido de precio.

La verdá que no pregunté demasiado por ese candidato llamado Rodrigo Paz Pereira. Solo sabía que era el hijo de Jaime Paz Zamora, un ex presidente de Bolivia, representante de la casta neoliberal de los noventa. Con una curiosa historia.

De unitarios a federales y de izquierda a derecha

La familia Paz inmigró de Córdoba, Argentina, después de la derrota de los unitarios en la guerra civil del siglo XIX. Paulino Paz Baigorri, además de abogado y militar, había sido lugarteniente del otro Paz (Jose María, el “manco”, líder de los unitarios en ese territorio). Se instalaron en Tarija, una región fronteriza con Argentina, famosa por su folklore de tonadas, sambas y chacareras, cierta cultura ganadera y lechera y la producción de vino. Podríamos decir que algo así como el más argentino de los territorios bolivianos. Ahí donde también, en los ochentas, arribaron otros cordobeses emblemáticos de Bolivia: los integrantes de la banda de rock Pateando el Perro.

El futuro presidente de Bolivia, Rodrigo Paz Pereira, es hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora, que es hijo de Néstor Paz Galarza, que fue general en la guerra del Chaco junto a su primo hermano, Víctor Paz Estenssoro, militar y abogado que, tras ser diputado por Tarija y ministro de Economía, trabajar en la multinacional boliviana Patiño Mines y estar exiliado en la Argentina peronista, fue cuatro veces presidente de Bolivia y líder del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), la expresión “populista” de los cincuentas andinos con la universalización del voto, reforma de tierras y estatización de la minería. Según mi definición, probablemente mala, una especie de Perón andino.

Pero además, digo jocosamente, para traducir la experiencia boliviana a la argentina, Paz Estenssoro fue algo así como si el Pocho Perón hubiera reencarnado en Carlitos Saúl Menem. En los ochentas, tras una colección de fracasos y exilios, luego de la desastrosa hiperinflación producto de la deuda externa contraída por dictaduras militares (García Meza y Banzer), que obligó al presidente Hernán Siles Suazo (ex vicepresidente y compañero del MNR) a adelantar las elecciones, en esas elecciones de 1985, Paz (Estenssoro) alcanzó por voto democrático su cuarta presidencia.

Venía con sorpresa. Estenssoro fue el responsable de implementar el decreto supremo 21.060, que marcaría la legalidad de la entrada en vigor del Consenso de Washington (recorte de gastos sociales, despidos de empleados públicos, privatizaciones mineras y otros menesteres neoliberales). Para eso contaba con el asesoramiento de economistas como Jeffrey Sachs (Harvard), Felipe Larrain (Chicago Boy de Chile y luego ministro de Sebastián Piñera) y el argentino Martín Redrado. También de un empresario minero con acento gringo de nombre Gonzalo Sánchez de Losada, más conocido como El Goñi.

No hace falta hacer demasiadas traducciones con respecto a la historia política argentina. Ni el desenlace de ese proceso neoliberal a principios del siglo XXI.

Jaime Paz Zamora, padre de Rodrigo Paz Pereira e hijo de Nestor Paz Galarza (primo de Víctor Paz Estenssoro), estuvo a punto de recibirse de cura en Córdoba. Pero finalmente decidió estudiar Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica (allí donde también cursó sus estudios el cura guerrillero colombiano Camilo Torres). Su hermano Nestor Paz Zamora fue parte de la guerrilla del Che. Jaime prefirió la resistencia política a través del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Nestor, alias Padre Francisco”, fue asesinado en 1970. En 1980, Jaime fue el único sobreviviente de un atentado planeado por la dictadura de García Meza. Estuvo exiliado en España (donde nació Rodrigo) y decidió volver para restaurar la democracia como vicepresidente de Siles Suazo, dentro de la alianza Unión Democrática y Popular (UDP). Tras algunas internas renunció para postularse a elecciones.

Si bien el 10% de votos que obtuvo en las elecciones de 1985 lo ubicaron en el tercer lugar, esos votos fueron imprescindibles en el Congreso para que su tío segunda, Víctor (Paz Estenssoro) asumiera como presidente pese a haber salido segundo con el 30% de votos. Impidiendo así, que asumiera el ex dictador, Hugo Banzer, que había obtenido el 32% de los sufragios.

Luego de ser vicepresidente de Siles Suazo en el 82 y haberle dado la presidencia a su tío Paz Estenssoro en el 85, Jaime Paz Zamora se postuló nuevamente a presidente para las elecciones de 1989. Consiguió otro honroso tercer puesto con el 21,82% de los votos. Apenas alejado del ganador de las elecciones, el tal Gonzalo “Goñi” Sánchez de Losada del MNR (con el 25,64%) y el segundo: el ex dictador Hugo Banzer (con el 25,23%).

En un curioso enroque, esta vez Paz Zamora no apoyó al MNR, sino a su contrincante, el ADN (Acción Democrática Nacionalista) de Banzer. Es que la oferta era más jugosa. Porque en realidad, el ADN apoyó a Paz Zamora para que sea presidente a pesar de haber salido tercero. Pocas semanas antes, Paz Zamora había declarado que lo separaban “ríos de sangre” del dictador Banzer. Se ve que esos ríos no eran tan profundos ni caudalosos.

Si bien su gobierno terminó con escándalos de corrupción y narcotráfico, fue el responsable de negociar con Perú un Mar para Bolivia y fomentar el uso medicinal e industrial de la coca, entre otras políticas consuelo. Más allá de su pasado de izquierda, Jaime Paz Zamora, fue evidente integrante de la “casta” neoliberal de los ochentas en la política boliviana.

Aunque siguió manteniendo relaciones de charlas, farras y jodas con militantes de “izquierda”, incluso asesores del MAS, en su quinta de Tarija. Hasta sé por buenas fuentes que, en esa finca cercana a la que vivió sus últimos años Víctor Paz Estenssoro, se albergó un ex revolucionario peruano, unos de los principales asesores de campaña del Evo Morales, que tuvo que exiliarse a Argentina tras haber perdido los favores del presidente del MAS, que finalmente habilitó a la “Justicia” para que de curso al pedido de extradicción que hace veinte años reclamaba Perú y dormía en los cajones de algún edificio.

¿Que dice todo esto de la relación entre izquierda y derecha y la presidencia de Rodrigo Paz Pereira? Ni la menor idea. Pero es una buena historia para estos tiempos de pachakuti.

Además llevar varias guerras, exilios y cinco presidencias en la sangre, no es un dato menor.

Sorpresa y reconfiguración

Rodrigo Paz Pereira nació en España, es economista de la Universidad Americana (de la iglesia metodista liberal) en Estados Unidos. Fue diputado por el MIR en los convulsionados años de la Guerra del Gas y la llegada a la presidencia de Evo Morales. Luego de manera independiente fue concejal y alcalde de Tarija. Tuvo conversaciones para integrarse al MAS. Finalmente fue senador en 2020 por Comunidad Ciudadana (alianza que postuló al periodista e historiador Carlos Mesa, una opción de centro progresismo que obtuvo el segundo lugar en las presidenciales con 28,8% de los votos).

En las encuestas de principio de año Paz Pereira medía 3%. En las primarias obtuvo 32%. En el balotage 55%. Es el mismo porcentaje que obtuvo el último presidente del MAS, Luis Arce Catacora, en 2020. Su candidato en estas elecciones, Eduardo del Castillo, obtuvo el 3,16% (que es lo mismo que medía en las encuestas de principio de año Paz Pereira). Por lo menos pudo salvar la sigla del MAS. Aunque su figura histórica más rutilante, Evo Morales, no sea parte de la misma. Ni el candidato surgido del MAS que, valga la redundancia, más votos consiguió: Andrónico Rodríguez (8,51%). Aunque la figura política del ex MAS que mejor salió parado de las elecciones fue Evo Morales, quien proscrito llamó al voto nulo y supuestamente habría conseguido un 19% de votos, más ningún cargo ejecutivo o legislativo. Tampoco el poder necesario de movilización para impedir su proscripción. O el apoyo de las mamitas. Que dicen que está borracho de poder.

No obstante lo cual, la ex presidenta del Senado y del MAS, y actual integrante del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), Gabriela Montagno, aclara: “A quienes anuncian la desaparición definitiva del bloque popular que llevó a Evo Morales y al MAS al Gobierno debemos pedirles que sean más meticulosos en la lectura de los resultados electorales. La sumatoria del voto nulo, los votos de la Alianza Popular (Andrónico Rodríguez) y el MAS es de 1.996.938 votos. Este resultado hubiera colocado de nuevo a este bloque como primera fuerza en el país, con algo más de 279 mil votos por encima del ganador de la primera vuelta y más de 566 mil votos por encima del segundo. Claramente, hay una población que no está de acuerdo con volver al pasado neoliberal y que tendrá una nueva oportunidad de expresarse en las urnas en las elecciones subnacionales en marzo de 2026 y en las calles, si es que le hacen pagar los ajustes a los más pobres”. De todas maneras, si comparamos eso casi dos millones de votos con los 3.394.052 votos que obtuvo Arce en 2020, el fracaso es evidente. Sobre todo si trasladamos esos votos a la representación legislativa. La dizque izquierda indígena obtuvo 11 diputados, frente a 75 de la última elección.

Eso incluyendo a Eliseo Antezana Núñez, que obtuvo una banca por parte del Consejo Indígena Yuqui Bia Recuate. Desde la nueva constitución del 2009, por primera vez un candidato no partidario representanta a los pueblos originarios. Alcanzó el 38,33% de los votos en el departamento de Cochabamba. Mucho más que el MAS o el voto nulo. Un dato no menor si se aclara que los yuquis y yuracares que Antezana Ñuñez va a representar en el Congreso son los pueblos originarios del Chapare, que los colonizadores cocaleros quechua-aymara que representa Evo Morales, desplazaron en los cincuenta y también durante el proceso de cambio del MAS.

Definir que es un indio en Bolivia y cuales son sus alianzas no es tan fácil. Entre las numerosas críticas al “proceso de cambio” del MAS está haber desplazado del poder a la comunidades originarias, sobre todo amazónicas, pero también andinas, como es el caso del Consejo de Ayllus y Markas del Kollasuyo (Conamaq). Monopolizar la representación de las comunidades y organizaciones indígenas en el MAS fue parte de las modificaciones de última hora a la nuevo Constitución que Álvaro García Linera negoció con la oligarquía cruceña luego de la guerra civil de la Media Luna en 2008. En 2011 el gobierno del MAS ya entraba en conflicto con algunas de estas organizaciones y comunidades en el conflicto del TIPNIS rompiendo lo que se llamaba el Pacto de Unidad de estas organizaciones.

Patear el tablero con el voto

Hay otros datos curiosos de las elecciones. Pese al malestar político y económico hubo un 87% de participación popular, que según el politólogo Fernando Mayorga, “está demostrando que la gente confía en la democracia como el método de resolución de conflictos y relativiza estas ideas de la crisis de representación política”. “Lo que han cambiado”, dice Mayorga, “son los actores de esta representación. Con nuevos actores, viejos actores con nuevos ropajes y la virtual desaparición del MAS como actor relevante. Con una victoria sorpresiva que ha relegado a las fuerzas de derecha”.

“Hay un votante medio no militante que está diciendo: cambiemos las cosas porque ha fracasado el gobierno del MAS. Pero no un cambio radical del modelo. Sino que vamos a discutirle frente a una propuesta de restauración de la derecha”, explica Mayorga. Y destaca que por primera vez en muchos años hay un legislativo fragmentado y necesitado de alianzas.

Pero a su vez un legislativo donde mermó la participación de las organizaciones sociales y sindicales. “Esa fuerza social y política militante del MAS ha pasado a la oposición frente a un gobierno que no responde a lo que era el MAS y los movimientos sociales. El gran desafío del movimiento campesino-indígena es dilucidar como va a encaminar su capacidad de protesta pero también de propuesta programática”, opina Mayorga. Lejos de los escritorios del Estado, las organizaciones sociales y sindicales ya se están reorganizando y, sobre todo, reagrupándose tras una política del MAS que tendió a dividir estas organizaciones. Ya sucedía con el gobierno de Morales, cuya reacción al conflicto con las organizaciones rebeldes fue más su criminalización y judicialización que el acuerdo. La interna de Morales y Arce profundizó esta estrategia.

Ahora, sin lugares en la Justicia o el Estado, sobre todo sin su presupuesto, la reorganización de estas organizaciones tendrá aire de purga. En mis recorridas vi el desconcierto de las bases militantes del MAS, sobre todo jóvenes y campesinas, frente a esta lucha patriarcal inoperante y tendiente a que la “pega” (los cargos) sean más importantes que las ideas o la acción territorial.

Lapicera mata popular

Volviendo a los chismes de chicherías y las charlas después de un almuercito con las las caseras del mercado, ante la sorpresa de la intelectualidad progre argenta, en Bolivia te van a decir que al final el Evo tan indio no era. Que habla mal lengua e históricamente está más cerca de Hugo Moyano que de Rigoberta Menchú. Pero que fue la opción digerible del indigenismo para ocupar un lugar en un Estado neoliberal y khara (gringo) frente al malku Felipe Quispe, de una visión más radical indigenista. Quispe no logró acceder, como pretendía, a la presidencia, como si logró Evo Morales. Pero continuó teniendo un fuerte poder territorial en el altiplano y, poco antes de morirse, fue uno de los líderes de las revueltas que, una vez más, tras la Guerra del Gas, tumbaron el gobierno de facto de Jeanine Añez. Su hijo, Santos Quispe, fue electo gobernador del departamento de La Paz en 2021. Es uno de los tantos representantes de los movimientos sociales, campesinos o indígenas que no representaron al MAS. Como la alcaldesa de El Alto, Eva Copa, o el alcalde de La Paz, Iván Arías, o la alcaldesa de Cobija Ana Lucía Reis.

La diáspora del Pacto de Unidad cuenta con una sucesión de descepciones y políticas desde arriba, la famosa “lapicera”. Mientras el Evo estaba en Argentina decidiendo que el candidato del MAS fuera Arce, las bases que resistían en Bolivia preferían a Andrónico Rodríguez o David Choquehuanca. Este último, además de canciller y referente del sector más “pachamamista” del MAS, dirigente del altiplano, en una lógica de rotación territorial frente a una excesiva acumulación de poder de los chapareños. Una acumulación de poder que no sólo se expresó en cargos y lugares dentro del MAS, sino también en un posicionamiento económico como socios del agronegocio de la oligarquía cruceña, o destinatarios de demasiados fondos públicos del Estado, incluyendo muchos de los proyectos de industrialización del “proceso de cambio”, además de varios estadios de fútbol en lugares inhóspitos, como el Estadio Evo Morales en Ivirgarzama.

Como billetera mata galán, Arce, que de indio ya no tiene nadita nada, tuvo que afrontar la falta de base popular propia (que fue precisamente la característica por la que lo eligió Morales) usando el aparato del Estado para coptar sindicatos, organizaciones, jueces y hasta la propia sigla partidaria del MAS. Lo hizo utilizando las mismas mecánicas que había utilizado Morales, que arrinconado pronto se transformó en opositor y utilizó las elecciones de medio término para ubicar candidatos de su preferencia, contrariando una vez más el deseo de muchas de sus bases. Que terminaron votando a candidatos como Quispe, Copa, Reis, que tras ser despreciados por el MAS inventaron algún nuevo partido político. La frutilla de del postre de esta estrategia de cancelar sucesiones o renovaciones políticas fue la desautorización de Morales a la candidatura de Andrónico Rodríguez, abogado, cocalero, chapareño, y líder de la resistencia al gobierno de facto de Añez en el Trópico de Cochabamba. Cualquier similitud con el progrenacionalismopopular argentino es pura coinsidencia.

En esa confusión es de entender que las bases populares y militantes del MAS no supieran o quisieran convencer a eso que Mayorga llama voto no militante. Si se analiza en ese sentido, no ganó la derecha. Perdió la izquierda. Pero: ¿ganó la derecha?

Muchas de estas bases campesinas e indígenas me aclararon que fueron ellas las que organizaron la resistencia y tumbaron al gobierno de Jeanine Añez cuando Evo y Arce estaban fuera del país. No están desorientados en lo social, lo político, los organizativo, desde abajo y la periferia. Simplemente no tenían representantes o partido político. Quizás tanto los militantes como los no militantes que solían ser la base del MAS no votaron, botaron.

¿Para donde va a girar?

Vamos a las fuentes. En una de sus primeras entrevistas como presidente una periodista colombiana (evidentemente zurda) de Fran Press presenta a Paz Pereira de esta manera: “por primera vez en casi dos décadas Bolivia tendrá un presidente más alineado con la derecha liberal”. Rodrigo aclara: “vamos a cambiar el punto de más alineado a la derecha. Yo me presento como centro boliviano. A partir de la guerra del Chaco se generá un proceso de reconocerse los bolivianos. Mi abuelo fue subteniente en esa guerra y cuando daba órdenes había un mundo quechua y aymara que no entendía. Bolivia viene de ese paradigma diverso y una definición de lo nacional y popular y democrático. No es un tema de izquierda o derecha, sino de sentido común. Un Estado razonable y con perspectivas de desarrollo y crecimiento”. Básicamente se define como Nac & Pop. Ganó las elecciones con una propuesta de “capitalismo para todos”. Podría ser amigo de Cristina.

De todas maneras sea de “derecha” o “izquierda”, Paz Pereira va a tener que negociar con ambas.

Los cincuenta diputados que Paz consiguió ubicar en el Congreso no le alcanzan para aprobar leyes. Tendrá que negociar con los 39 diputados del Tuto o lo 25 de Medina. Quizás con los14 de la izquierda indígena. Sin embargo, en un país de “maximalismo de masas” (según el intelectual Rene Zavaleta Mercado), donde la movilización popular ha expulsado presidentes no solo antes del Evo (2003, Gonzalo Sánchez de Losada), sino también después del Evo (2020, Jeanine Añez Chávez), Paz Pereira no solo va a tener que negociar con la “derecha” en el Congreso, sino también con la “izquierda” en las calles. También con un bienestar político, económico y cultural de la masiva población originaria boliviana que se ha visto transformada durante el gobierno del MAS. Evo se emborrachó de poder, pero la chicha estaba bien buena, diría alguna mamita del mercado.

Paz Pereira también va a tener que negociar con otro dato de color de las elecciones: su vicepresidente Edmand Lara, un ex policía influencer que fue presentado un día antes del cierre de listas tras la deserción del empresario potosino Sebastián Careaga, que cambiando de caballo a mitad del río, decidió abandonar a Paz Pereira para ser candidato a vicepresidente de Samuel Doria Medina (que estaba mucho mejor en las encuestas). Al igual que muchos analistas ahora opinan que la victoria de Paz Pereira tiene que ver (además de con su extensa campaña territorial) con el voto desencantado de los masistas no militantes, también destacan que mucho tuvo que ver la exposición en redes de Lara (atrayendo un voto más conservador). Ya muchos atribuyen a Lara el molesto papel de vicepresidente opositor, que en Argentina va de Eduardo Duhalde o Julio Cobos, a Cristina Fernández de Kirchner o Victoria Villarruel. Apenas el resultado de las elecciones, Lara realizó un discurso en Santa Cruz sin esperar que Paz se pronuncie previamente, incluso anunciando ministros.

Pero además, lejos de acusar al Evo Morales de corrupto, narco o pedófilo, Paz Pereira aclara que: “Mi problema no es Evo Morales. Evo Morales es un éxito de la democracia boliviana, porque es inclusión”. ¿Entonces cual es el problema? Y ahí Paz Pereira tilda a Morales de ineficiente y derrochón. Y también de un poco hipócrita, ya que aclara que como diputado Morales votó en contra de la ley de hidrocarburos que luego utilizó como presidente, aprovechando las inversiones anteriores, los acuerdos binacionales y un precio internacional que volaba por las nubes. Dice que los 60.000 millones de dólares que dieron de renta los hidrocarburos en la etapa del MAS son cuatro veces la renta que estos hidrocarburos dieron en toda la historia de Bolivia. Revindica el proceso del MAS en términos de empoderamiento cultural y distribución de esos ingresos. Pero dice que se les pasó la mano con la intervención del Estado. Que no está en contra de la intervención del Estado, sino en su ineficiencia o cuando esta inversión va en contra de las fuerzas populares de libre mercado. Me hace acordar al lema cordobesista de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”.

Insisto, desde una lógica libertaria argentina de la falacia del libre mercado en una economía hiperconcentrada y con un enorme gasto invisible del Estado en las grandes empresas, la ideas liberales pueden sonar truchas. Pero en Bolivia hay una capacidad autogestiva, comunitaria, popular bien extendida y con milagros que pueden observarse en mis artículos sobre economía popular andina. Las mamitas no solo pueden echar presidentes. También han echado multinacionales como Mc Donalds o Sony. Todo gracias a una compleja trama de comercio y economía popular con redes comunitarias y familiares que hacen que Bolivia, como economía, se parezca mucho más a eso que Adam Smith llama “la mano invisibles del mercado”.

Que y como distribuimos

Siguiendo en comparaciones, es sorprendente que el argumento de la mala distribución o redistribución de los recursos naturales o la ineficiencia de los gobiernos progresistas de Rodrigo Paz Pereira coincida en tiempo y forma con las últimas declaraciones del ex ministro de Desarrollo y líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico.

Dice Pérsico en una entrevista con Estratosfera: “No lo logramos. El año 2000 nos encontró dominados con un capitalismo que se reconvirtió. Hoy hay que reconstruir un nuevo modelo alternativo. Uno puede decir que China es capitalista y que el 20% de los chinos producen el 80% del PBI en las grandes ciudades. Pero el otro 80% de los chinos producen alimentos en tierras del Estado. ¿Eso es capitalismo? En América Latina hubo un intento fabuloso de captura de la renta extraordinaria y sin guerra. Resolvimos un problema grande que es de los recursos. Pero no alcanzó para construir un modelo alternativo. Nosotros con la economía popular, la soberanía alimentaria, la vuelta al campo hicimos un esfuerzo al respecto. Pero hay que salir del subsidio. Ya lo probamos. Trabajo hay, el problema es el salario”, afirma.

Y profundiza: “Quisimos solucionar la pobreza con el ministerio de Desarrollo Social. Pero nos comimos esos recursos naturales. La soja de Argentina, el gas de Bolivia, el petroleo en Venezuela y Brasil. En Venezuela bajo 50 centímetros la tierra del Orinoco de la cantidad de petróleo que saqueamos. Nos comimos el chaco boreal en Argentina para sembrar soja. Pero no cambiamos la matriz productiva. Agarramos ese recursos y se lo dimos a los humildes. Repartimos la renta pero no generamos desarrollo. Hoy el desarrollismo es revolucionario”.

Me contó un amigo asesor del Evo que cuando Pérsico estuvo en Bolivia lo quiso convencer de fomentar la economía popular. Mi amigo se le cagó de risa. Eso en Bolivia ya existe hace rato y se organiza solo. La informalidad no es un problema, ya esta altura es una virtud. Y es el 85% de la población del país.

Mientras el padre del futuro presidente de Bolivia habilitaba por izquierda las reformas neoliberales del Consenso de Washington, las comunidades originarias del altiplano ante la sequía, los recortes y los despidos masivos comenzaron una larga trayectoria de contrabando hormiga desde el puerto de Iquique en Chile. A través de redes familiares, comunitarias, autogestión y créditos populares consiguieron establecer prósperos negocios que hoy son expresión de una poderosa burguesía aymara que ostenta cholets en El Alto e incluso genera pequeños emprendimientos productivos de tecnología.

“Todos en Bolivia saben que con su capital hacen techo, tienen salud, educación, se compran su cochecito. La economía no es para el Estado es para la gente. El boliviano sabe desarrollar su inversión solo hay que darle los elementos”, dice Paz Pereira. Y eso que en Argentina pegó fuerte con Milei, ahora pegó fuerte en Bolivia. Solo que por las condiciones estructurales y comunitarias de la economía Argentina, lo de Milei se transformó en una “falsa profecía” (Grabois dixit). En Bolivia puede ser real.

El comercio hormiga de la década neoliberal prosperó en miles de mercados comunitarios de tecnología de última punta. Cuando el Evo llegó a la presidencia, la distribución de la renta de los hidrocarburos no se lo quedaron “cuatro o cinco vivos”, como en Argentina, sino que realmente se distribuyó en un mercado competitivo y comunitario, en miles de micronegocios, que incluyen familiares exiliados económicamente en Argentina o Brasil que volvieron a poner una tiendita de medialunas o una chichería. ¿Vos te crees que si no tuvieran un vuelto grande en el bolsillo las mamitas habrían dejado que suba la marraqueta?

Estado vs autonomía

El problema es que este proceso se dio a pesar del Estado del MAS e incluso con una disputa con sectores de la economía popular que en muchos casos engroso el voto de “derecha” o más bien el fin del apoyo a la “izquierda”. “Es la economía estúpido”, dijo alguna vez un presidente de los Estados Unidos. Así como el Mas y Evo Morales (que volvió a Chapare a poner un negocio de cría de tambaquí) no entendieron la autonomía política, tampoco entendieron la autonomía económica.

Cuando hice la investigación para La Bolivia del Evo en 2012 (poco antes de la tercera elección del Evo como presidente), el entonces director del Centro de Estudios Sociales de la Vicepresidencia de la Nación, el sociólogo Jorge Viaña, ya planteaba ciertas contradicciones en el proceso de cambio: “Desde el 2009 que desapareció la derecha organizada del escenario político, están implosionando las contradicciones internas. Hay dos corrientes y en el medio 20 grises. Una mucho mas pragmática que quiere recuperar excedentes, distribuirlos y lo demás prácticamente no comprende o no le importa. Esta corriente tiene un control fundamental de las herramientas más importantes del proceso estatal. La otra corriente, la del buen vivir, tiene cierta importancia discursiva, pero medio que ya ha perdido la pulseada. Muchas veces se cae en una visión muy estatalista o economisista y se descuidan otros aspectos”.

“Hay dos grandes transformaciones de este proceso, una más estructural, de la recuperación de excedentes y generación de nuevas dinámicas económicas. En este sentido no creo que haya demasiados cambios más allá del ingreso al estado de 6.000 millones de dólares en concepto de hidrocarburos, que es una suma enorme para una economía como la boliviana, sumado a una utilización de este excedente en la redistribución social”, aclaraba Viaña. “La otra más subjetiva es como la gente esta viviendo este proceso. Por dar un ejemplo, hace poco el ministro de Economía anunció que habíamos dejado de ser el país más pobre de Sudamérica. Sea verdad o no, es un mensaje muy fuerte. Por otro lado, hace diez años un niño del campo podía aspirar a ser heladero, como mucho abogado. Hoy dice: yo quiero ser presidente. Esto ha desatado toda una pujanza económica. Tiene aspectos muy interesantes, lo que podemos llamar una especie de modernización plebeya, pero hay una dificultad de poder ensamblar el proceso estatal con las dinámicas económicas y sociales que siguen siendo muy complejas, porque articulan redes de parentesco, lógicas de contrabando, y una manera diferente en cuanto a la expansión de negocios y la acumulación de capital”.

“La tecnología incorpora un diseño de organización del mundo, de la vida, del trabajo. Vos deja de joder con tu extractivismo pragmático que se va a chingar todo para generar excedentes, y vos deja de joder con tu fundamentalismo antiextractivista que nos anula toda posibilidad de desarrollo”, aclara Viaña. “Hace falta tener el billete en el bolsillo, pero no por eso dejar de lado las ideas básicas del proceso. Eso no tiene que ser pretexto para pasarte por el forro los grandes problemas ambientales. Entonces discutiremos cual es el nivel sensato de extractivismo. Lo mismo sucede con una tendencia al autogobierno en los sectores indígenas, que en vez de seguir intentando torpedear al Estado se está probando desencajar ciertas estructuras del estado y ocuparlo. Una vez ahí muchas veces hace falta una reflexión autocrítica para mantener ciertos niveles de autonomía, aunque vinculada y negociando, participando con un gobierno afin, pero que no responda a los intereses de ciertos dirigentes sino de las propias necesidades y demandas de indígenas, campesinos y sectores populares. Todo es muy lindo en los papeles, en la Constitución, en términos discursivos o intelectuales, pero a muchos no les preocupa la viabilidad de los procesos”, agregaba.

Frente a estas dudas y contradicciones, su jefe directo, Álvaro García Linera, ante la crítica de ciertos dirigentes, intelectuales y funcionarios del MAS, en particular la entonces presidenta de la Cámara de Diputados, Rebeca Delgado, declaraba: “Los masistas no son librepensadores, sino revolucionarios, y por tanto deben militar bajo las reglas del centralismo democrático. Y si no les gusta, marcharse”. Con respecto a la organización de la economía boliviana aclaraba: “El Estado es el único que puede unir a la sociedad, es el que asume la síntesis de la voluntad general y el que planifica el marco estatégico y el primer vagón de la locomotora económica. El segundo es la inversión privada boliviana, el tercero es la inversión extranjera, el cuarto es la microempresa, el quinto la economía campesina y el sexto, la economía indígena”.

Si bien de hermosa palabra y labor intelectual que siembran admiración en la progresía argentina, los chismes de chicherías ubican a Linera como uno de los principales responsables de la desvinculación entre Estado y Pueblo durante el gobierno del MAS. Lejos de esa tercera vía peronista donde el Estado interviene como mediador entre Mercado y Pueblo, la pragmática del poder de la izquierda tradicional boliviana (que tuvo su máxima expresión en la presidencia de Arce) comenzó a generar toda una serie de parches de plástico capitalista multinacional a las fugas de representación de sus bases.

A García Linera se le atribuye la negociación con los sectores agroindustriales de Santa Cruz para delegar casi toda la representación política de las movimientos sociales y comunidades originarias en el MAS, detener el proceso de reforma de tierras comunitarias incentivando la sociedad entre el agronegocio y medianos productores chapareños para la expansión de la frontera agrícola, generar un proceso de industrialización estatal con dantescos errores de planificación y desvío de fondos, criminalizar al ambientalismo y sectores autonomistas indígenas o de izquierda y sobre todo, impulsar el referendum por la rerererelección del Evo, y tras perderlo, las argucias leguleyas para sostener su capricho. También de convencerlo al Evo de que se fuera del país cuando sus bases le pedían permanecer en la resistencia. Todo esto desde una mirada que veces puede ser peyorativa para la figura del Evo, pero también de defensa, tirando al gringo khara por la ventana ante el evidente fracaso de la gestión del MAS. Aunque encerrado en el Chapare, el Evo sigue en Bolivia. Linera no.

Para Viaña, “El modelo provocó ganancias extraordinarias de minería, banca y agronegocio. De ahi se hubiera podido financiar el déficit fiscal que comenzó a disminuir el ingreso por hidrocarburos”.

Mientras se desmembraba por errores propios la base popular del MAS, también se desmembraban los ingresos por hidrocarburos. “Hay que comprender bien la relación Estado-Sociedad. En Bolivia, la sociedad prima sobre el Estado. No lograste ver que tenías que movilizar a la gente. Renovar los lideres y generar las reformas estructurales necesarias para avanzar. En procesos como estos, si no avanzan retroceden. Pero hubo una situación de empate desde el 2008”.

Volver a empezar

Frente a este empate entre “derecha” e “izquierda”, la sociedad boliviana decidió votar una tercera vía, no muy claro, pero diferente. Si a los votos del ex-MAS, se suman buena parte de los sorpresivos votos a Paz Pereira, el mensaje es continuar con el modelo, pero con menos rosca. La sensación es de agradecimiento con las políticas redistributivas y de empoderamiento cultural del MAS. “Pero ahora dejennos que nos arreglamos solas”, parecen decir las mamitas. Que además en Bolivia saben que son capaces de tumbar gobiernos o multinacionales.

Las fuerzas de la realidad social y económica de Bolivia determinarán si Paz Pereira pone el guiño a la derecha para girar a la izquierda, o finalmente encara el programa de sus contrincantes por derecha en la elección. Por ahora va de mensajes tan contradictorios como viajar a Estados Unidos o llamar a la premio nobel de la paz Corina Machado, a reunirse con sectores cooperativistas y de la economía popular. Plantea un “capitalismo para todos”, con un enfoque nacional y popular.

“La gente tuvo la ilusión de no votar a la vieja derecha y optar por un candidato de centro en un voto que estaba oculto o fallaron la encuestas. Pero yo creo que van a gobernar juntos Paz y Quiroga, porque juntos tienen los dos tercios del congreso. La política va a ser de ajuste, devaluación y de quitar los subsidios a los hidrocarburos. Entonces hay que saber si eso alcanza. Hay que rearmar la oposición desde abajo con una coordinadora en defensa de la economía popular. Las medidas de ajuste nos van a unificar. Paz es consciente que no puede hacer un ajuste brutal. Bolivia es una sociedad de extremos y muy rápidamente se reconstituyen condiciones de maximalismo de masas con un Estado muy débil”, opina Viaña. “Hay cosas que la gente no va a permitir, pero si pueden intentar revertir el Estado Plurinacional. Después de Venezuela, Bolivia es la experiencia mas transformadora de los últimos años. En ese sentido sería muy simbólico revertirlo”, agrega.

No será la primera vez que las supercholitas se enfrentan al Tío Sam, en las calles, en las urnas, y también en los mercados populares. No es cuestión de izquierda o derechas, sino de soberanía y buen vivir.