LITERATURA Y FILOSOFÍA

América Latina en la encrucijada global: un nuevo libro imprescindible

El economista argentino, Claudio Katz, va a fondo en el análisis geopolítico, la crítica a los progresismos y la caracterización de las nuevas ultraderechas, en un texto fundamental para interpretar la compleja realidad latinoamericana.

Por Pablo Solana para Lanzas y Letras

Coeditado por Batalla de Ideas (Buenos Aires) y Editorial de Ciencias Sociales (La Habana), acaba de ser presentado en Argentina el más reciente trabajo de Claudio Katz. En este nuevo libro, al igual que en toda su producción intelectual, el autor da cuenta de su sólida formación académica (es Investigador Principal del Conicet, economista y doctor en Geografía por la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeña como docente) y de su compromiso político de más de medio siglo: comenzó a militar de manera semiclandestina contra las dictaduras de su país a principios de los años 70; a partir de la crisis de 2001 impulsó el colectivo Economistas de Izquierda (EDI); y, ya adentrado este nuevo siglo, dedicó varios trabajos a analizar el ciclo político que tomó fuerza en torno a las rebeliones populares en América Latina, los intentos progresistas o revolucionarios, y los diversos escenarios de articulación regional.

Las cinco partes en que se organiza el trabajo abarcan temas imprescindibles que van de lo histórico y lo general (la Doctrina Monroe, EE. UU. y China en la región, en la primera parte) a lo particular (la amenaza de las nuevas ultraderechas y los límites de los “nuevos progresismos” en las partes dos y tres); más adelante el análisis se centra en las discusiones de la izquierda continental, las características de las nuevas resistencias populares y la necesidad de construir un programa y un horizonte socialista emancipador (partes cuatro y cinco). El trabajo cierra con un análisis de los primeros meses del gobierno de Javier Milei en Argentina, que brinda elementos para la caracterización precisa de lo que ya se vino (apéndice).

Renán Vega Cantor, destacado intelectual de la izquierda colombiana, escribió sobre un libro anterior de Katz: “No parece ser escrito por un economista, porque a quienes alguna vez estudiamos economía se nos ha acostumbrado a un tipo de escritura árida, especializada, innecesariamente farragosa, con cuadros, gráficas y otros instrumentos que ahuyentan a los lectores. La sencillez es una virtud. Es un reto para los escritores de ciencias sociales escribir cada vez mejor, sin perder seriedad ni profundidad. Esto es lo que hace Claudio Katz”. La prosa ágil e incisiva que el autor despliega en este nuevo libro brinda a aquella sentencia plena actualidad.

En las líneas que siguen volcamos, a modo de reseña, algunos párrafos que dan cuenta de ese estilo y de los elementos de análisis que aporta este trabajo fundamental.

EEUU – China

El libro comienza caracterizando el contexto en el que se encuentra la región, y las tensiones a las que está sometida:

En América Latina se desenvuelve una importante batalla de la nueva guerra fría, que Estados Unidos promueve a escala global para recobrar su primacía. La región recuperó incidencia internacional porque se ha transformado en un botín disputado por las grandes potencias. Todas apetecen su inmenso caudal de recursos naturales. (…) Con el 7 % de la población mundial, América Latina dispone entre el 42 % y el 45 % del agua dulce, la mitad de la biodiversidad e inconmensurables reservas de petróleo, gas y minerales. Alberga, además, gran parte de las materias primas más demandadas en el mercado mundial (litio, fluorita, plata, re­nio, estaño). Esa variedad de insumos es muy requerida por las cadenas globales de valor y pocas zonas pueden proveer esos recursos en la cuantía que ofrece América Latina. Por esa razón, el ma­nejo de ese manantial es una prioridad de Washington.

Después de historizar la incidencia de la Doctrina Monroe que buscó convertir a América Latina en “patio trasero” de los EE. UU., y de concluir que esa doctrina está aún vigente, el trabajo aborda uno de sus tantos puntos fuertes: la caracterización de la presencia actual de China en la región:

Los convenios con China generan mayor dependencia económica, pero no sometimiento político de América Latina. Esa diferenciación es omitida cuando se equipara a las dos principales potencias o se supone que están enlazadas en un mismo capital transnacional. Nuestra mirada propone evitar la idealización de China para, de esa manera, registrar la adversidad de los tratados actuales, pero establece una categórica distinción con Estados Unidos. Por eso, entendemos que en este terreno la gran encrucijada contrapone la pasividad predominante con estrategias de resistencia a Washington y renegociación con Beijing.

Las nutridas páginas que el autor dedica al análisis de esa compleja combinación de dependencia económica pero, a la vez, no injerencia política que lleva adelante China en América Latina (“astucia geopolítica”, define), brindan elementos sólidos para fundamentar la distinción “categórica” respecto al modo que EE. UU. trata a la región, donde la preminencia del uso de la fuerza es lo que ordena su ambición imperial. Aún hecha esa diferenciación, el autor evita caer en la ponderación ingenua del rol que se propone el gigante asiático:

China no actúa como un dominador imperial, pero tampoco favorece a América Latina. Los convenios actuales agravan la primarización y el drenaje de la plusvalía. La expansión externa de la nueva potencia está guiada por principios de maximización del lucro y no por normas de cooperación.

Las nuevas derechas

Para Katz, los ultraderechistas cobran, en América Latina, un peso particular: son una alternativa a los viejos neoliberales en los intentos de EE.UU. por restaurar su decreciente control sobre la región. En la segunda parte del libro se desarrolla otro de los aportes clarificadores para el debate político actual: las diferencias entre el fascismo y estas nuevas derechas que ya han tenido expresión en gobiernos europeos, en la presidencia de Donald Trump y en las de sus admiradores sudamericanos Jair Bolsonaro y Javier Milei (Katz menciona también al gobierno de Nayib Bukele en El Salvador; sin embargo, no aborda una serie de interesantes aristas particulares de ese proceso que ameritarían una mayor profundización). Volviendo al plano conceptual, también se refiere a la poca eficacia del término “populismo”, porque “coloca en un mismo casillero a los exponentes y a los oponentes de ese proceso”. Tras enumerar los resultados adversos de las experiencias de las derechas anteriores que basaron sus proyectos de gobierno en el extractivismo y la primarización exportadora, delimita la particularidad de estas nuevas derechas que funcionan como alternativa a esos modos neoliberales tradicionales:

Distinguimos a la ultraderecha contemporánea del fascismo clásico, que estuvo determinado por peligros revolucionarios y guerras interimperiales ausentes en la actualidad. Las corrientes en boga de la reacción convergen con dinámicas conservadoras más tradicionales, pero en un contexto de potencial recreación de la violencia a gran escala. Nuestro estudio destaca que la sombra del fascismo persiste, como una carta de los poderosos contra los levantamientos populares.

Katz concluye que las batallas que los pueblos libren contra la ultraderecha serán definitorias para el futuro de la región; resalta la importancia tanto de las que se desenvuelvan en las calles como las que se jueguen en las urnas, porque “solo la firmeza en ambos terrenos permitiría doblegar a un enemigo que pretende perpetuar la opresión política y la dependencia económica de América Latina”.

Sobre el tema volverá en el Apéndice, que dedica a analizar la más reciente apuesta ultraderechista: el gobierno de Javier Milei.

¿Nuevos progresismos?

En la tercera parte, Katz aborda lo que denomina “reciente oleada de gobiernos progresistas”, en referencia a los casos de Gustavo Petro –Colombia–, Gabriel Boric –Chile–, Andrés López Obrador –México–, la extinta experiencia de Alberto Fernández –Argentina–, el frustrado intento de Pedro Castillo –Perú– y el tercer período de Lula Da Silva –Brasil–. (Sobre el gobierno de Luis Arce –Bolivia– se explaya más adelante, en un análisis que lo emparenta con los procesos de Venezuela y Nicaragua; es justo incluir en la serie a Xiomara Castro –Honduras–, proceso que menciona, pero sobre el cual no profundiza). Como parte de la caracterización general, el autor valora la “oleada desde abajo” que forzó, a partir de 2019, las precipitadas salidas de mandatarios de derecha en Bolivia, Chile, Perú, Colombia, Guatemala y Honduras, y afirma que fue el impulso dado por la rebeldía popular lo que abrió el escenario de posibilidades de cambio. Katz es contundente en el señalamiento de las limitaciones de estas experiencias. Menciona “la inacción económica y el fulminante deterioro político” durante la última gestión del peronismo en Argentina, el “amoldamiento al establishment y la persistencia de estrategias desmovilizadoras” en el Brasil actual, el incumplimiento de promesas y la aceptación del “libreto de los poderosos” en Chile, y la “caótica administración” de Castillo en Perú. Algo más condescendiente se muestra con los casos de Colombia, en el que responsabiliza a la ultraderecha por el enfrentamiento abierto al proyecto de pacificación de Petro, y de México, sobre el que señala la “combinación de ataduras económicas a Estados Unidos con mayores regulaciones estatales y gestos de autonomía”.

A la hora de enumerar los dilemas regionales de estos nuevos progresismos, Katz repasa críticamente los vaivenes en torno a los intentos de reconstruir la Unasur, el Mercosur y la Celac, las inconsistencias frente a los Estados Unidos (“enemigo histórico de la unidad latinoamericana”) y la pasividad frente a China, ante quien los gobiernos de la región no se dan una estrategia de negociación conjunta.

La necesidad de alternativas por izquierda

La enumeración de las debilidades de los nuevos progresismos se complementa con la necesidad de que surjan alternativas políticas de izquierda, que “podrían abrir un curso superador de la nueva oleada de gobiernos de centroizquierda, mediante dinámicas de radicalización política. Ese curso permitiría desenvolver la perspectiva anticapitalista que requiere un proyecto emancipador”:

El futuro de la región no depende solo de la lucha social, la confrontación con la derecha y los desengaños con el progresismo de baja intensidad. También será determinado por la consolidación de alternativas políticas de izquierda, que demuestren inteligencia y capacidad para lidiar con las complejas disyuntivas que se avecinan.

Katz plantea que “para forjar un rumbo de victorias populares, hay que exponer los cuestionamientos al progresismo sin vergüenza, timidez o culpa”:

Solo encarando una acción decidida contra las capitulaciones de los mandatarios de centroizquierda se puede evitar la canalización derechista del descontento popular. Esa captura por parte de las fuerzas conservadoras es muy probable si no existen alternativas de izquierda, construidas con propuestas oportunas y factibles.

Entre las variantes de izquierda, el autor se muestra crítico con las tendencias que, como el trotskismo argentino, optan por no tomar partido en elecciones o balotajes en los que los progresismos –aún los claudicantes, a los que esas izquierdas objetan con razón– disputan el control del Estado con la ultraderecha:

Esas objeciones nunca deben equiparar a las corrientes reaccionarias con las vertientes progresistas. En esa igualación, se confunde a los enemigos con los adversarios, como si fueran dos partes de una misma totalidad. (…) En esas circunstancias emerge a la superficie la ausencia de una brújula estratégica.

Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba

En la misma parte del libro en que el autor esboza la necesidad de forjar alternativas por izquierda, analiza los casos de Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Caracteriza a ese grupo de gobiernos actuales como “un eje alternativo, que se diferencia de los gobiernos progresistas por la hos­tilidad que sufren del imperialismo norteamericano. Pero en esos países se desenvuelven procesos muy distintos, que exigen evaluaciones específicas”.

Las páginas dedicadas a analizar estas experiencias dan cuenta de cada especificidad. Sobre Venezuela, el autor subraya la vigencia de la agresión estadounidense sobre el país, a la vez que reconoce el incremento de la desigualdad provocado por la dolarización de hecho de la economía. Marca el contrapunto de esa realidad con el caso de Bolivia, donde “el modelo económico productivo que se desenvolvió en el Altiplano [está] en las antípodas del fallido esquema venezolano”.

En el caso de Nicaragua, Katz reconoce que el país centroamericano “solo comparte con ese bloque la gran hostilidad del imperialismo estadounidense”, y a continuación da cuenta de las serias y sólidas denuncias que pesan sobre el régimen orteguista. Menciona que “el gobierno respondió con una injustificada ferocidad al descontento creado por el aumento de las cotiza­ciones de la seguridad social” y que la represión contra los manifestantes desarmados dejó alrededor de 200 muertos.

Describe la falta de libertades democráticas, califica como “inadmisible” la persecución contra “reconocidos héroes y partidarios de la Revolución Sandinista” y concluye que el contexto en el que se encuentra el país es “semejante al que imperó con Sadam Husein en Irak o con Bashar al Asad en Siria”, en referencia a la combinación de un enfrentamiento con los Estados Unidos y “una inocultable violencia contra importantes sectores de su propio pueblo”. Cabe preguntarse entonces si es suficiente la animadversión norteamericana para considerar como “alternativo” a un proceso político tan alejado de los anhelos emancipatorios que el autor propone y defiende con claridad a lo largo de todo el trabajo. El caso de Nicaragua es el más nítido, pero la duda puede valer para ponderar otros casos de desvíos evidentes de los procesos de transformación.

Cuba, en cambio, merece un capítulo aparte. Katz describe las adversidades económicas exacerbadas por el asedio estadounidense, la dura coyuntura generada por el fracaso de la unificación monetaria, las protestas de los últimos años y la “falta de un curso de recomposición del horizonte socialista”. Aun así, considera como “insoslayable” una nueva combinación de mercado y acumulación con protagonismo estatal para recuperar el crecimiento, valora que “la revolución nunca convalidó la resignación frente a las dificultades” y apuesta a que “esa tradición pueda enriquecerse con aportes a las alternativas que desenvuelve Cuba en el convulsivo escenario de América Latina”.

Resistencias

Coherente con su praxis teórico-militante, Katz refuerza en la última parte del libro la ponderación de las resistencias populares y la necesidad de construir un programa y un horizonte emancipador. Menciona la importancia determinante de las revueltas que, desde 2019, tuvieron efectos electorales inmediatos. Suma la valoración de las protestas en Ecuador, Panamá y Haití, donde, si bien no provocaron cambios de gobiernos a favor del pueblo, consiguieron importantes triunfos en las calles:

El análisis de esas movilizaciones es decisivo, porque esta acción es frecuentemente desatendida en los estudios sociopo­líticos, exclusivamente focalizados en las formas de gestión de las clases dominantes. Al omitir las resistencias por abajo, esa mirada pierde de vista el principal terreno de disputa entre el grueso de la población oprimida y las minorías dominantes.

El libro concluye con una serie de planteos que podrían cimentar las búsquedas emancipatorias de cara a un futuro no tan lejano. El autor propone reforzar la batalla por la integración económica y la soberanía política de América Latina, lo que podría “pavimentar el sendero hacia un renovado proyecto socialista”. Para ello, sugiere, la región debería negociar en bloque con China y apostar por la pluripolaridad, un modelo geopolítico que se proponga “contrarrestar el destructivo poder del sistema imperial que comanda Estados Unidos”:

La tesis pluripolar cuestiona al sistema capitalista que subyace en todas esas vertientes y postula un camino socialista de erradicación de ese régimen, a través de mediaciones transitorias que enuncia de manera tentativa. Propone un rumbo para debilitar la dominación imperialista forjando, al mismo tiempo, los pilares de un futuro poscapitalista.

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“El propósito oculto del libro es proveer la cuota de optimismo y la cuota de esperanzas que necesitamos para cambiar la sociedad y construir el futuro que queremos, la sociedad por la que luchamos”, explicó Katz en a la presentación de América Latina en la encrucijada global, realizada a principios de abril de este año en la sede del combativo Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). “Pensamos en otra sociedad, otro mundo, otro futuro; pensamos en el socialismo”, concluyó. El rigor analítico y la honestidad intelectual volcados en cada una de las 364 páginas del libro honran esa intención.