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¿Massa es el cambio del centro?

Todo parece indicar que el próximo domingo el candidato del “campo popular” entrará en el balotage y hasta hay expectativas de que pueda conseguir el milagro en noviembre. En las contradicciones e incertidumbres del evento se vislumbra una rara gota de esperanza.

Por Tomás Astelarra Ilustraciones: @fuskavisual

Si la clases concentradas de la Argentina pueden hablar de los dichosos 70 años de “peronismo” como hecho maldito del país (Cooke dixit), es gracias a que este movimiento ha logrado perdurar por todo este tiempo, más allá de sus líderes, en una ideología a veces confusa, en una mística inigualable, en un pragmatismo geopolítico que atraviesa tiempo y espacio y que puede hacer convivir a un neoliberal como Schiaretti en Córdoba con un dizque comunista como Axel Kiciloff en Buenos Aires. O hacer que el heredero de Cristina termine siendo Sergio Tomás.

El año electoral argentino hace pensar en una sociedad volcada a la “derecha” con dos tercios de votos evidentemente reaccionarios y un tercio cambalache que surfea entre el negociado, el negacionismo, el pragmatismo, el miedo o la resignación. Hay otro cuarto (oscuro, el de aquelles que no votan), que si bien no tendremos forma de comprobar sus ideas (como si el voto asi lo hiciera) imaginamos volcados a la izquierda. Ser de derecha es sinónimo de ser obediente. No votar es una forma de desobediencia.

No obstante lo cual, en medio de esta crisis civilizatoria, el volante ideológico de la sociedad parece estar un poco desorientado, en medio de una realidad que se complejiza y muchas veces no hace coincidir discursos con hechos o probabilidades de cambiar este sangrante presente globalizado (de hegemonía crematística, capitalista, patriarcal, individualista y por ende liberal). Pa botón de muestra está la realidad política del vecino país de Chile, donde hoy se discute una nueva constitución con mayoría de “derecha”, luego de un referendum que descartó una constitución con mayoría de “izquierda” (todo por elección popular). “Quiero un helado. No mejor una pizza”, dice el inconsciente colectivo consumista que no logra superar la angustia de este mundo en decadencia. Bendito descalabro mundial.

Hay dos libros, entre tantos otros, que reflejan esta esquizofrénica realidad política en América Latina y el mundo (¿La rebeldía se volvió de derecha? de Pablo Stefanoni) y Argentina (La Hegemonía Imposible de Fernando Rosso). Este último plantea un empate técnico entre “derecha” e “izquierda” donde a ambos se le hace imposible gobernar. ¿Será Milei la tercera vía, la de la ingobernabilidad, la de salir por arriba? Sea como sea, la inserción de este delirante candidato a presidente en la arena electoral y su alta probabilidad de llegar a la presidencia, ha logrado un milagro hace un par de años difícil de imaginar: el fin de la grieta (a través del principio de apocalipsis). Desde niñes sabemos que los sapos pueden morir hervidos a fuego lento o explotar con un cigarrillo en la boca.

Cuando lo social no desborda en lo político

El inefable Jorge “turco” Asis, siempre polémico, viene insistiendo en un par de tesis. La primera es que la gente quiere un cambio. ¿Y si Massa es el cambio?, se pregunta.

La segunda es que ante la llegada de Milei: “es la hora de la casta”. Sobre todo después de que quedara fuera de carrera Juan Grabois, un candidato espejo de rebeldía “antisistema” (si eso es posible) pero por “izquierda”. Solo queda la opción de la izquierda tradicional del FIT, que en diez años ha demostrado el camino contrario al peronismo, una posición conservadora, incapaz de generar mayorías electorales y, sobre todo territoriales. incluso en su discurso, no alcanza soluciones reales adecuadas a estos tiempos que se viven de informalidad laboral, extractivismo consumista generalizado y otras pestes modernas. Por alguna extraña razón, los movimientos populares hijes del 2001, en su mayoría, han optado por el peronismo, pasando de la protesta a la propuesta (por más invisibilizada que sea) y de una lógica autonomista a una que subsidiaria y ocupando pequeños espacios de gestión de un estado neolibral (Pacheco dixit), con la conformación de herramientas políticas, intentando que “los social desborde en lo político”” (Riveros dixit). Si se suman dentro del peronismo no solo los votos de Grabois, sino también de aquellos otros movimientos sociales que no apoyaron su candidatura, además de cargos públicos o escaños legislativos, tanto a nivel nacional como provincial o municipal, la diferencia con el FIT es abrumadora. La diferencia también, evidentemente, está en las bases territoriale de dichas organizaciones. Quizás por eso, al poder mediático y político le resulta inocente convocar a les cumpasdel FIT a sus mesas y ni siquiera se molestan en discutirle ideas en debates presidenciales.

La tercera tesis del Turco es que en Argentina “hay que plantar las bases vulgares de un capitalismo tolerable”. Una frase que bien podría ser parte de ese discurso de Cristina en 2011 en el G20 donde alertó la posibilidad de un “anarcocapitalismo” a nivel mundial (y que hace poco fue revivido como una más de sus visiones proféticas). Vamos a perdonarle a la Jefa que vincule la anarquía con el caos (igual que las poetizas populares le vienen perdonando alguna que otra zancadilla discursiva para la economía popular). Más allá de su histórica lucha y referencia, es evidente que dicho movimiento filosófico (el anarquismo) se ha vuelto poco práctico. Sus bases políticas y territoriales así parecen demostrarlo (¿O es que estarán todes escondides en ese cuarto oscura que no vota, no sabe, no contesta?). En todo caso, el anarcocapitalista Milei parece haberle robado al anarquismo su título nobiliario (libertario), además de buena parte de la juventud. Al menos aquella que se ha vuelto rebelde de derecha. Y que, vale aclarar, dista de ser mayoría o hegemonía, según expresan los materiales que venimos publicando en La Luna con Gatillo (Juventud Divino Tesoro, Tenemos algo para Decir o la entrevista con Brian Paz, secretario de Juventud de la Corriente Nacional Martín Fierro, entre otros materiales).

Aunque parezca extraño, una vez franqueada la frontera de invisibilización mediática y castapolítica, desde vecines paisas a grandes empresarios amigues me han expresado, más allá de su voto a Bulrich o Milei, que consideran a la economía popular y cooperativa parte de “las bases vulgares de un capitalismo tolerable”.

La cuarta tesis Turco, relacionado a la tercera, es que ese sector que el denomina “el frepasito tardío”, y buscan una revolución guevarista ya fuera de contexto (aunque se halla transformado en moda) y que incluiría, según su visión, a los movimientos populares peronistas, deberían dejar que la torta crezca antes de repartirla. Digamos que algo así como una efecto derrame pero con un poder político que tenga la voluntad de, al menos, inclinar un poco el vasito (ante la demostrada falta de voluntad del poder económico concentrado).

Una democracia de la derrota

Es como dice Mariano Pacheco, citando a Horowicz, la realidad de está democracia de la derrota que cumple 40 años y que fue parte del debate que impulsó el filosofo cabeza en Humana Club Social (Informe de La Luna con Gatillo). O como alguna vez me dijo el dirigente social Pablo Solana a 10 años del 2001 en el predio surconurbanense de Roca Negra (a metros de una bloquera, una herrería, una editorial autogestiva y un bachillerato popular entre otros proyectos): “Uno dice: es a pequeña escala y pasaron diez años. Pero para nosotros son elementos de cambio que van dejando una huella histórica. No es que se cambió la sociedad ni se cambió una lógica de pensar la producción, pero se demostró en una escala testimonial que es posible que los compañeros laburen y vivan con una subjetividad distinta, menos alienada, menos explotada”.

Si bien sigue siendo a pequeña escala, la propuesta de la economía popular cuenta hoy con una dimensión que si se la compara con la de aquellos años, el desarrollo a escala humana es impresionante. Incluso en un país donde la mitad de les privilegiades laburantes formales tiene sueldos por debajo del límite de la pobreza, muchas de las actividades de la economía popular superan los salarios de la industria esclavizante y tóxica que cierto sector del peronismo confía en recuperar. Eso sin contar los beneficios que van más allá del dinero en términos de valores socioambientales, ecofeministas, de cuidado, cooperativismo, apoyo mutuo y otras bendiciones que marca una gota de esperanza en el mar de incertidumbres de esta crisis civilizatoria.

Les integrantes de aquella generación parida en 2001 pudimos ver la bendita revolución a la vuelta de la esquina. Pero resulta que al dar la vuelta nos topamos con un escenario desbastado en medio de una batalla cultural de enormes dimensiones frente al inconsciente individualista liberal de esta hidra capitalista y una correlación de fuerzas titánica frente al aparato mediático, tecnológico, político y judicial del 1%. Explicar a las nuevas generaciones esa visión frente a esa calle desbastada es una misión patafísica. Sobre todo porque el ritmo de aceleración de la sociedad es tan voraz que el lenguaje se mide en me gustas y no pasos. La juventud sin embargo no es ciega frente a los derechos con los que cuentan en términos de diversidad y género, herramientas tecnológicas para desarrollar un arte independiente y otras ventajas de este nuevo siglo. El tema, una vez más, es que la guita no alcanza.

La ancha avenida del medio

Mientras busca sostener el dólar, políticas públicas diversas y un multiverso electoral digno de reconocimiento, Massa pega zancadillas al FMI, la Embajada y el poder concentrado económico pa marcar la cancha (y aguantar las operaciones). Con la otra mano invisibiliza a los movimientos de la economía popular a los cuales, si bien acompaña en actos y abona con migajas de política públicas, jamás menciona en sus raids mediáticos. Sabe que si sale electo presidente, frente a la Argentina bulish de Maslatón, habrá tarasca suficiente para repartir.

Más allá de la voluntad popular hay un escalofriante factor que da esperanza de otro gobierno peronista: el establishment argentino sabe que más allá de sus pruritos Massa es el único que puede llevar adelante ciertas reformas neoliberales, cierto ajuste fiscal y negociados extractivistas multinacionales, sin que el país estalle. En el reverso, como lamentable garantía de esa paz social, los movimientos sociales saben que con Massa hay posibilidades de ocupar “pequeños espacios de gestión en un estado neoliberal” (Pacheco dixit) y que en vez de balas o un pancito, al menos nos tiren un chori, o alguna monedita con las que podamos seguir fomentando nuestras “zonas liberadas” o arcas de Noe para seguir construyendo opciones de vida hacia un desarrollo a escala humana mientras esperamos campee la tormenta neoneoliberal de voluntades fascistas y antiderechos (en las que Bulrich o Milei estarían representando a un importante sector de la sociedad).

Como me dijo hace poco un viejo cumpa militante ecologista cansado de las contradicciones del movimiento ambiental y su negacionismo histórico de la realidad en que vivimos (además de ciertas cuestiones de clase ligadas más a las ideas que a las prácticas): “No vamos a pedir que no avance el extractivismo, porque eso sería irreal en términos geopolíticos y de nuestra propia capacidad de resistencia y organización. Pero a mi se me viene ocurriendo que así como el capitalismo tiene zonas de sacrificio también tiene zonas liberadas para la producción agroecológica y otras iniciativas socioambientales. Son las arcas de Noe de las que hablaba Zibechi. Y aunque suena triste, lejos de ser una claudicación y de desincentivar la resistencia contra las iniciativas extractivas, creo que son esas zonas junto a pequeñas islas urbanas o en territorios donde el extractivismo es una realidad, las que tenemos que fomentar y proteger. Y lamentablemente hoy, es un gobierno de Massa donde más posibilidades y probabilidades tenemos para hacerlo”.

Que los derechos humanos no sean un curro sino una reivindicación histórica (mientras siguen matando pibes con el gatillo fácil, la lluvia de glifostado y el hambre generalizada en medio de la creación del FBI argento y la implantación del modelo del Manhatan Institute). Que el movimiento feminista pueda seguir construyendo una agenda de derechos y construcción en los territorios en vez de capear la estigmatización democráticamente generalizada. Que no vuelen por los aires les funcionaries cumpas de la agricultura familiar, la regularización de barrios populares, los mercados de cercanía o el INAES en medio de una millonaria fuga de capitales. O que, como coincidieron todes les militantes canábicos que se congregaron en el encuentro que cubrimos con la Luna con Gatillo en San Javier, tengamos un pequeño espacio legal para desarrollar pequeños proyectos productivos (que jamás competirán con el curro de Morales) en vez de terminar todes en cana con los datos que nosotres mismes le dimos.

Massa es el candidato que no le gusta a nadie pero le conviene a todes. Finalmente, la realización de aquel sueño inimaginable hace un par de años de la ancha avenida del medio, donde podrán transitar el barba Pérsico y Horacio Rodríguez Larreta, los radicales y la izquierda autónoma peronizada, los grandes empresarios y las pymes, Axel y Llaryora (ambos de muy buenas relaciones y comprensión de la economía popular y los movimientos sociales). La Rioja de Quinquela y el Jujuy de Morales.

El voto más humano

En su programa Maga del lunes el exhibicionista Tomás Rebord definió brutalmente la coyuntura de estas elecciones 2023: “Hay una garantía en la república Argentina que lo que viene, no se si es bueno o malo, pero puedo garantizar que es más raro. Cada vez se rompe una nueva frontera de realidad. Por momentos siento que votó a Massa no por lo que se viene, sino porque que creo que es el único que es como una persona. No es tan difícil: vota al tipo normal. Hay uno del panel que no es un alien”.

Coincidiendo con la mutación y adaptabilidad peronista y las teorías del turco Asís, agregó: “Se ha perdido hace cuatro años una oportunidad para el peronismo de una oferta por derecha para la sociedad civil argentina. Porque el peronismo es el más capacitado por volumen histórico, por densidad política y por capacidad burocrática (en el mejor de los sentidos). Probablemente Massa sea el candidato más adecuado para hacer eso, el problema es el timing. Y ahora el que representa eso es Milei. Cuando hay frustración económica por un déficit político en todos los niveles de un gobierno, no gana renovación, gana cambio. Y Massa puede ser el cambio más capacitado, más eficaz. Solo tiene que poner quinta”.

Cuando asumió el gobierno de Les Fernández un cumpa, eterno militante de ese otro mundo posible, me confesó: “Quizás sea más fácil sentarse a hablar con Alberto que con Cristina de nuestras propuestas para la economía popular”. El problema es que el Tío Alberto se sentó a hablar con todo el mundo, pero no hizo un carajo. Ni por “derecha”, ni por “izquierda”. Incluso dinamitó su capital político, que iba desde el Movimiento Evita a los sindicatos y gobernadores de la casta peronista, con el que todes intuíamos, nobleza obliga, le iba a hacer a Cristina lo mismo que Nestor le hizo a Duhalde con su ayuda (la del Tío Alberto). Massa la tiene más fácil en ese sentido. No solo porque es más pillo, más chanta, sino también porque la fuerza del kirchnerismo, por una razón y otra, parece lentamente, está vez si, estar desvaneciéndose. Además, parece que para Sergio Tomás ser presidente es la verdadera misión de su vida. ¿Y si no sosprende como Bergoglio transformándose en el Papa Francisco?

¿El fin del kirchnerismo?

Lejos de las ya acostumbradas teorías del fin del kirchnerismo a las que nos tienen acostumbrades los intelectuales y comunicadores de “derecha”, en las últimas semanas avezados pensadores de “izquierda” como Alejando Horowicz (que publicó hace poco El kirchnerismo desarmado) o Pablo Semán vienen pronosticando algo parecido (les dejo links a entrevistas al final de la nota). Resumiéndolo mal y pronto, básicamente la sensación es la de un cascarón vacío que no puede renovar la conquista de derechos de la década ganada (que al igual que en muchos procesos progresistas de Nuestramérica no dieron el el túétano de reformas de fondo, sobre todo a la hora de generar poder popular y comunidad organizada). También que hubo un exceso de autoritarismo (que no es lo mismo que verticalismo) y sesgo hacia la lápicera y la política por arriba, de estado, de casta.

¿Que lugar ocupa Cristina en esta nueva rara coyuntura más allá de su merecido lugar en nuestros corazones y los manuales de historia popular? ¿Tendrá su Puerta de Hierro donde aconsejar a la tranza casta empresarial sindical y el casto joven revolucionario Juan Grabois en espera del fin de la sutil proscripción de sus ideas? Pero mucho más intrigante: ¿Qué lugar tendrá la Campora?

Las elecciones han demostrado que la tiránica dinámica de la lápicera y la política desde arriba, en oficinas de buena caja estatal sin diálogo o construcción en los territorios, han dado un resultado catastrófico como bien pueden ejemplificar los desempeños electorales en Córdoba o Mendoza. El affaire Isaurralde, más allá de sus ribetes, expuso su complicidad con lo más crudo de la “casta” política y empresarial. El buen Larroque por las dudas ya armó su propio movimiento. Quizás Damian Selci resista en Hurlingham. Contarán con un lindo bloque en el Congreso. ¿Qué lugar ocuparan en la administración pública? Será cuestión de ver que funcionaries funcionan o convienen o se adaptan a las circunstancias del cambio del centro (como por ejemplo Wado de Pedro). Otros dirigentes como Kiciloff, Grabois o Pérsico cargan con un prontuario de decepciones y golpes bajos que sostienen la relación a regañadientes y por mera conveniencia. Es muy fuerte llamarlo “ñoquis”, pero aquelles que diariamente sostenemos conversaciones con dirigentes territoriales de todo el país, sabemos que sus funciones han sido administrativas más que de construcción de la dichosa comunidad organizada. Muchas veces priorizando la conservación de esos espacios sobre las construcciones reales sobre los territorios (ya sean propias o de otras organizaciones). Desde ahí no es difícil “barrerlos”, como prometió hacer hace tiempo Sergio Tomás. Siempre agradecides por su tarea estaremos dispuestas a recibirlas en el barro de los barrios pa agarrar la pala de ese otro mundo posible.

Un viejo amigo militante, en esta autocrítica que muches encarnamos ante la democracia de la derrota, me expresó una teoría de “timing” político del campo popular hijo del 2001: “Algunes se fueron muy arriba y quedaron encerrados en escritorios y discursos, pero sobre todo en relaciones ya demasiado promiscuas con la vieja política. Otres se quedaron empantanades en las ideas antipolítica, antiestado, encerrados en proyectos dizque autogestivos que no van a ningún lado y donde muches hemos podido ver males propios de la humanidad actual como eternización en el poder, machismo, falta de vínculo con la sociedad y la realidad y roscas dignas de la revolución rusa o la mesa nacional del PJ. Los gobiernos progresistas dejaron mucho que desear, pero tampoco que el zapatismo fue un éxito”.

En el encuentro canábico de San Javier y se dio un chistoso intercambio de metáforas políticas entre los disertantes. Primero un expositor dijo que el cannabis era socialista por sus factores de producción que tendían a la cooperación y la pequeña escala productiva. Luego más tarde otro lo corrigió diciendo que la marihuana era peronista: “fomenta la diversidad”. Un tercero reconoció que la planta era peronista “pero a veces pega mal”.

Hace poco, cuando le pregunté a un importante referente del peronismo cordobés cual será en su opinión la mayor novedad de este nuevo gobierno de rarezas, no dudó en responderme: “No creo que la Campora siga existiendo como tal”. Al igual que Cambiemos, las bases estructurales y radicalizadas de la dichosa “grieta”, tenderán a disolverse o transformarse en medio de la diáspora hacia el centro.

Los botes del kirchnerismo y el 2001

Así como existe el mito de que fue desde arriba el kirchnerismo el que vino a ofrecer miles de transformaciones reales a la sociedad en la “década ganada”, desconociendo el papel fundamental en esas reivindicaciones de los movimientos populares que resistieron el Consenso de Washington o incluso el mismo gobierno de Macri, también se puede caer en la mitificación del hecho de que será el aparato kirchnerista y no sus ideales, los que sostendrá ciertos valores y reivindicaciones históricas en tiempos de ocultamiento y sangrante pragmatismo geopolítico. No hay dudas que las bases sociales de esa resistencia se encuentran en mejores condiciones que hace 30 o 10 años.

Lo dice claramente la referente de la UTEP y el FPDS Dina Sánchez en la entrevista que le hizo la compañera Verónica Gelman: “Se viene profundizando un debate en conjunto, en unidad, con sus matices, pero que es bueno. Pienso en los noventas o en el 2001, era medio impensado. Se ha avanzado en la construcción de poder popular, mucha lucha en las calles, pero también en dar el debate desde adentro. Pienso en Nati Zaracho, una compañera cartonera, diputada nacional, que discute desde adentro del Congreso. Pienso en Fernanda Miño, una compañera que sigue viviendo en la villa y que hoy representa una Secretaría que ha podido llevar políticas públicas que han significado trabajo para nuestras compañeras y compañeros pero también mejora en nuestros barrios. Hoy en los barrios la gente sabe que hay el merendero, el comedor popular, pero también las cooperativas, una herramienta gremial como la UTEP, y organizándonos de manera asamblearia, llevamos adelante muy alto la democracia. Hoy por supuesto no somos las organizaciones del 2001 ni las del 2010”.

Y agrega: “Cuando hay un año electoral tenemos que vota al menos malo, pero siempre con ganas de un gobierno que realmente pueda representar a los sectores populares. Porque cuando vamos a votar vamos con esperanza. Nosotras militamos a Juan Grabois que sacó un 6% que no es menor y que es una construcción muy de abajo, de hormiga, con mucha convicción y alegría. Cuando nos sentábamos en las asambleas a charlar con las compañeras nos decían: de que nos sorprendemos si hace dos años ya había un montón de gente que votaba a Milei en la Villa 31. Ahí hay un trabajo para hacer y no de enojo o cuestionamiento, pero dando las discusiones. Chávez decía: salgamos a convencer. No dejemos que la sociedad se quede en su casa mascando bronca y resignación”.

Si hay una garantía de defensa de derechos y territorios en esta rara posibilidad de futuro neoneoliberal, será como siempre, a través de la comunidad organizada. Quizás habrá que disfrazarse un poco o cavar trincheras, pero como dijo alguna vez el poeta Raúl Gonźañlez Tuñon: “Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y desde arriba fusilaré al mundo, suavemente, para que esto cambie de una vez”.

Quizás en medio de la esquizofrenia del cambio climático y el timón indeciso de la sociedad, la tormenta no dure tanto como parece.

Advertencia: Señores cumpas anarquistas, autonomistas, ecologistas, abstencionistas electorales, y votantes del FIT, disculpen la chicana. Parte de la poética. Como bien dijo Marx (Groucho) si no le gustan estos principios tengo otros. Siempre hay lugar para un mate, un vinito, abrazarnos en las marchas y si nosotres así lo disponemos, agarrar la pala para construir ese otro mundo, esa otra economía, esa otra política posible. Acepto que como dijo el gran Baterbly que prefieran no votar a Massa. Solo les dejo una pregunta: ¿Es Massa mas o menos capitalista, patriarcal, extractivista, cómplice de la Embajada y el Manhatan Institute, que el celular o el Mercado Pago con el que paga sus consumos culturales?