El sexo en la discapacidad
Una mirada sobre la sexualidad de la persona en situación de discapacidad.
Por Pablo Cervigni
Las personas en situación de discapacidad manifiestan emociones e impulsos sexuales iguales a los de los demás, aunque con frecuencia se les ha considerado como personas asexuadas o los llamados “eternos niños” en donde el sexo y todo lo que ello implica se entiende como algo ajeno, impropio o sumamente distanciado uno de otro, como mínimo.
Es importante destacar que esto tiene que ver, en principio, con cuestiones culturales que vienen desde tiempos inmemoriales en donde las personas en situación con discapacidad eran sujetos aislados de la sociedad sin derechos, que en muchas ocasiones incluso eran eliminados o sujetos al asco y el terror social producto de la propia estigmatización, segregaciones de todo tipo y, por supuesto, la falta de contención de la sociedad en todo sentido.
Las realidad es que las personas en situación de discapacidad no solo que se excitan y desean sino que también tienen vidas y experiencias sexuales que pueden ser completamente plenas y diversas, como lo es el sexo en general, en donde cada uno lo vive y lo experimenta desde sus deseos, posibilidades y gustos pero siempre desde las sensaciones y desde el disfrute que no siempre implica el coito, la penetración o las cuestiones convencionales referidas al tema y que, más que nada, son lo que son porque desde los medios hegemónicos y ciertas industrias nos han dictaminado que así debe ser y que no hay otras formas de vivir todas las sexualidades.
Al comienzo del texto, que el INADI y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos difundió, llamado “Sexualidad sin barreras: Derechos sexuales y reproductivos de las personas con discapacidad”, se destaca que la sexualidad excede ampliamente a la genitalidad y que se encuentra relacionada a los modos de vincularnos con quienes nos rodean, a la expresión de sentimientos y de afectos, y a los roles y funciones atribuidos a los géneros, entre otra multiplicidad de cuestiones. La sexualidad, entonces, es constitutiva de todas las personas y está presente en todas las etapas de la vida. Constituye, definitivamente, una cuestión de derechos humanos. Y por esto es algo por lo cual debemos no solo luchar, sino que, además, debemos atrevernos a explorar en primer lugar la sexualidad o el “universo del placer” de “los distintos”, es decir, aquellos que no representan la normalidad a la cual estamos acostumbrados a aceptar como la única forma de hacer todas las cosas.
Porque es desde este punto de origen desde donde se abren una multiplicidad muy grande de posibilidades de investigación y desarrollo, pero siempre haciendo el trabajo o intentando entender a las personas en situación de discapacidad como sujetos de derechos que también sienten, que también se excitan, que también disfrutan del placer y que esto no siempre tiene que ir de la mano con lo que consideramos de antemano como parte de estas cuestiones dentro del mundo del sexo, de las múltiples sexualidades y demás.
Se pueden vincular, en este punto, los feminismos, el deseo, derechos reproductivos, vida plena y desarrollo a nivel de la construcción de la familia y demás, no hay límites en un universo que está casi inexplorado por completo.
Claramente no son temas fáciles de abordar, pero justamente esta ingenuidad sobre el tema es lo que nos puede facilitar un poco toda la cuestión en el sentido que nos podemos acercar para abordarlo sin tantos protocolos para poder dar lugar a las múltiples experiencias y modos que hay dando vueltas por el mundo y que aún no han podido tocar la superficie para mostrarse, porque aún es un espacio en donde no se encuentra pertenencia.
Porque, cómo podríamos hablar de diversidades sexuales cuando recién estamos comenzando a hablar de sexualidad en sí, y cuánto tiempo más van a tener que esperar las diversidades sexuales de las personas en situación de discapacidad para poder salir a la luz y poder ser expresadas, incluso como desarrollos independientes en donde no se tengan que buscar marcos prestados de otras experiencias para comenzar a entendernos sobre lo que nos pasa y los deseos que nos atraviesan, dado que existen escasos trabajos sobre la diversidad sexual en personas en situación de discapacidad. De hecho, sucede en gran medida que las personas con discapacidad LGBT reclaman que ninguno de los dos colectivos, ni los de la diversidad sexual, ni el de las personas con discapacidad en sí mismo (suponiendo que este ya sea un colectivo propiamente dicho) hayan tomado este cruce como parte de sus investigaciones, reclamos y luchas.
Hoy por hoy, entonces, se lucha en varios frentes o se propone asumir roles activos en varios frentes relacionados a la temática y. estos son, desde la propuesta convencional la discriminación, derechos sexuales y reproductivos de las personas en situación de discapacidad, lo relacionado a la perspectiva de género y la discriminación contra las mujeres, los mitos y los estereotipos, el acceso no solo a los servicios de salud sino a la educación sexual ampliada a las necesidades y posibilidades, diversidad sexual de las personas en situación de discapacidad, todo lo relacionado a las infancias y las adolescencias en cuanto al derecho a la intimidad y el rol de las familias, etc. Es decir, hay una gran variedad de temáticas relacionadas que deben ser abordadas por las propias personas en situación de discapacidad y difundidas, incluso para no seguir perpetuando las creencias sobre estos mundos que aun pareciera ser que no nos pertenecen.
Reconocernos como hombres y mujeres en situación de discapacidad con derechos sexuales y diversidades plenas es el primer paso para ir en busca de lo que aún nos falta y que, quizás, incluso nosotros sabemos que nos falta porque ni siquiera dentro de nuestras estructuras mentales entra como una posibilidad.
Es cierto que hay una cierta apertura a investigaciones y teorizaciones sobre tema, que también hay quienes se han animado a vivir experiencias en sexualidad y transitarlas desde las discapacidades para entender sobre los modos y poder encontrar así nuevas formas para el placer, porque no todo tiene que ser lo mismo, vivido de la misma manera ya estructurada.
Debemos explorarnos a nosotros mismos para poder así explorar sobre todas las posibilidades para vivir una vida plena, expresar nuestras identidades como personas en situaciones de discapacidad y también nuestras identidades sexuales que, a pesar de pensarse como mundos distintos o como “el agua y el aceite”, no hay nada más lejos de la realidad, es decir, que todo forma parte de una vida plena a la cual tenemos derecho, pero por la cual también debemos luchar desde nuestros lugares y colectivamente, porque toda lucha verdadera es una lucha colectiva.
Las personas en situación de discapacidad son aún hoy postergadas y sostenedores de la acumulación de estereotipos y falta de derechos que otras minorías también sufren hasta el día de hoy.
La situación ya está planteada, los interrogantes ya están en el aire, ahora debemos comenzar a pensarnos y a pensar en las luchas que debemos dar por las personas en situación de discapacidad desde adentro en primer lugar, es decir, las propias personas en situación de discapacidad.