CRÍTICA DE CINE

El camino desde casa

Una pequeña crónica referida al cine ambiental, a partir del estreno de ¿Cuánto aguanta un cuerpo?, sobre conflictos en el sur de la ciudad de Córdoba.

Por Lea Ross

Día martes: una fila de jóvenes se juntan en el Cineclub Municipal para ver La princesa Mononoke, de Hayao Miyazaki. La proyección se da en el marco de un ciclo de cine ambiental, organizado por la Municipalidad de Córdoba. Las tres restantes películas a mostrar son todas de Estados Unidos, desde Erin Brocovich hasta el documental ya fosilizado de Al Gore sobre cambio climático. Ninguna producción latinoamericana.

En este “multiverso” se cruza el día miércoles. Otra fila juvenil se amontona en el centro cultural La Piojera, para ver el estreno de ¿Cuánta aguanta un cuerpo?, mediometraje del colectivo medioactivista Enfant Terrible, sobre tres conflictos ambientales en el sur de la capital cordobesa.

En sus 30 minutos, la película alterna testimonios de las Madres de Barrio Ituzaingó, las vecinas organizadas en el colectivo VUDAS contra la fábrica de Porta Hnos. y les habitantes del barrio Villa El Libertador que reclaman por conexiones cloacales. Las palabras son casi el único hilo sonoro que conduce el relato, salvo algunos cantos de aves o el ruido de un vehículo al pasar. La durabilidad de un estar es introducido en cada presentación, aún cuando no es la misma que la de una lucha, que puede alcanzar los seis, diez o veinte años. El planteo de un fracking de votos, o emparentar el extractivismo con el clientelismo, son ocurrencias que se emanan desde el interior de una cocina, muy alejado de lo académico.

“Planteamos el problema no desde lo individualista, ni lo liberal”, señala Bianca de Enfant Terrible, en el cierre del filme, con la presencia de las luchadoras, donde contextualiza las tres problemáticas en el marco de la segregación urbana que se rige en la capital. “Las mujeres somos más cabezas duras”, se sincera Vita Ayllon, una de las Madres del emblemático barrio contra las fumigaciones, al referirse a la feminización de los testimonios. Su compañera Chavela señala que “el dolor nos ha juntado” y valoriza que los jóvenes “sean nuestras voces” y que son “el futuro”. “Ustedes son el futuro”, le replica Silvia Cruz, de VUDAS, al haber conocido la experiencia de las Madres hace una década atrás.

“Estaría bueno que en los próximos documentales esté presente no solo nuestra mirada, sino también la opinión de los de Ambiente, que salgan a preguntarle al Gobierno. Porque no es solamente nosotras, hay otros vecinos que están preocupados”, reflexiona Vita, sobre los límites del llamado cine ambiental o de denuncia. De hecho, un tópico que ha estado presente fueron las frutraciones sobre las internas o divisiones en el sector organizado. No parece casual que en ¿Cuánta aguanta un cuerpo?, sus apretados planos, casi como si esos cuerpos sostuvieran los bordes de los cuadros, no alcanzaran a cubrir escenarios donde expongan trabajos más colectivos. Más que un límite estético, se debe a un límite político.

La respuesta lo expone con vehemencia Claudia Casas, de Villa El Libertador, donde se requiere no solo una claridad sobre dónde se para ese cuerpo que aguanta, sino también que se exponga por fuera de la urgencia que delinean los llamados “punteros”: “Si vamos a hablar de temas ambientales, tenemos que hablar también de temas amplios. De las montañas que explotan para hacer casitas y jacuzzis”.

Desde lo local a lo amplio. Todo se empieza desde casa.