CHARLAS DEL MONTE

Acerca de las elecciones

Porque la excepción confirma la regla, estas charlas del monte no son charlas ni ciencia ficción jipí. Apenas una reflexión de una experiencia electoral en un perdido pueblo del país.

Por Tomás Astelarra | Ilustración: @nico_mezca

Hay que volver a insistir en que, por más que a algunes nos de escozor que un 40% de la población siga votando a Cambiemos, la elección no la ganó este sector, sino que la perdió el Frente de Todes (medidos los votos en términos absolutos con respecto al 2019). Parecería, como se especulaba, que la recuperación del Frente de Todes se dio por el aumento de la participación. Es de esperar. La gente de “derecha”, “conservadora”, “aspiracionista”, “gorila”, se sabe, es más proclive a cumplir las reglas. Sin embargo a mi me gustaría hacer una diferenciación más fina. La gente que se da el lujo de no cumplir las reglas, de no ir a votar, los rebeldes y desobedientes, son gente de “izquierda”. También la juventud. Mucha atraída por el discurso rupturista y “anti-sistema” del nuevo liberalismo que tiene en Javier Milei su principal exponente. No es casualidad que el fenómeno sea mayor en la capital (no solo del país sino del sistema).

Pero volviendo al voto oficialista, si suponemos que el aumento de los resultados se dio por el aumento de presentismo, es decir, por la convocatoria a la urnas de los “desobedientes”, la lógica intuitiva especulativa de esta reflexión diría que la recuperación del Frente de Todes se dio gracias a votantes de “izquierda”. Cierta sensación de que este público o gente se comió el sapo de un gobierno “tibio” y complaciente con los sectores concentrados de la economía, nuevamente, frente al avance del voto de “derecha” (deliberadamente cómplice, por pertenencia o aspiración, del sector concentrado de la economía). Un sector concentrado de la economía que, entendemos algunes, son, en su mayoría, los verdaderos vagos y atorrantes y planeros de esta película (especuladores compulsivos, evasores de impuestos, saqueadores del estado, cómplices al por mayor del narcotráfico, e insensibles ajustadores del salario real y los fondos sociales). Habrá uno a saber si la fuerza de gobierno hará este mismo análisis o seguirá intentando competir con la “derecha” en un campo que les es ajeno.

Parte de este intringulis es la misteriosa falta de acuerdo o visión entre algunos sectores progresistas-kirchneristas del gobierno y los movimientos sociales (los grande excluidos del debate y la política electoral de este año, y dignos representantes de los “desobedientes” o paladines del pensamiento crítico). También sería interesante ver si la buena elección del Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT) quiebra el teorema de Baglini* y frente a un congreso densamente poblado por sectores de “derecha”, este sector deja de buscarle la quinta pata al gato a través de sus pruritos morales de pequeña minoría para apoyar ciertas leyes que, más allá de su posible perfeccionamiento, son acordes con su discurso (como el impuesto a las grandes fortunas). Quizá sea una utopía, pero sería bueno que la complicidad, el trabajo en las calles, el delgado límite que existe en muchas gentes de “izquierda” entre votar al FIT o al peronismo, se exprese en el Congreso.

No suele ser parte del análisis de cualquier elección, pero el índice de ausentismo (que en esta elección fue récord), muestra un sector de la población que por desobediente suele ser ignorado. No se trata de un sector antipolítica, como puede suceder en sectores que por obedientes siguen votando a pesar de despotricar día a día contra “los políticos”. Se trata de un sector que no cree en la política partidaria o institucional. Que no cree en un estado neoliberal cómplice de los mayores crímenes de nuestra época (narcotráfico, fumigaciones, minería a cielo abierto, incendios, deforestaciṕon, trata de personas, femicidios, gatillo fácil, especulación financiera, desprecio de las pueblas originarias y la Madre Tierra y muchos etc, etc, etc.). Pero que si hace política día a día en pos de un otro mundo posible dentro de ideas que podemos calificar como autonomistas, anarquistas, ecologistas e incluso pachamamistas o indigenistas. Este sector seguramente está entre los históricos “ausentistas”, muches de los cuales revirtieron su opinión para tragarse el sapo y darle una menor derrota al Frente de Todes. Es más fácil para el gobierno (a la hora de conseguir más votos para el 2023) avanzar en políticas que entusiasmen a este sector, que seguir manteniendo políticas que garanticen el “status quo” para intentar seducir al sector de votantes de “derecha”. Quizá así se pueda solucionar la famosa y tramposa “correlación de fuerzas”. Siempre asumiendo de buena fe, que este gobierno no sea mayoritariamente cómplice del capitalismo de muerte (que es el verdadero responsable de la crisis social y humanitaria que vive el país). Es esta última tesis, la que por lo general argumentan les cumpas a la hora de no ir a votar.

Épilogo de realismo mágico.

Io nací a la política en pleno menemismo, justo en su derrumbe, a caballo de organizaciones sociales que por afuera del gobierno y los partidos políticos (o los sindicatos), intentaron subvertir el orden del Consenso de Washington, el triunfo del neoliberalismo, el “fin de la historia” de Francis Fukuyama. Fuimos hijes del renacimiento de los indios en el grito del zapatismo o la Guerra del Gas en Bolivia. Dijimos “que se vallan todos” y planteamos como eje de nuestra construcción la “autonomía”. A veinte años de la revuelta del 2001 creemos que ese caos destituyente fue creativo y constructivo (contrariando la versión progresista del kirchnerismo). Recordamos la espantosa aparateada de las agrupaciones político partidarias que hoy conforman el FIT (recuerdo que nos hace sospechar la certeza del teorema de Baglini). Después la protesta se hizo propuesta, surgió la nueva izquierda de las ahora llamadas organizaciones sociales y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), que no solo sentó una definición propositiva de nuestro trabajo (la economía popular), sino que dio un marco general de encuentro y alianza para ese hormigueo de experiencias frente a los reclamos ante la sociedad y el estado. La unión hace la fuerza, y dos millones de doñas (poetizas populares) en el obelisco un día (ponele que San Cayetano, más allá de nuestros pruritos con la institución católica de la Iglesia) no es los mismo que mil días de marchas de grupitos de dos mil doñas. Mientras las orgas se dividen en dos o tres o cinco partes o cambian de nombre, los seres que la integran, más allá de las discusiones, son parte de la UTEP. Si bien muches cumpas insisten en que este “no es un gobierno compañero” y que “nos oye pero no nos ve”, como bien explica el cumpa Mariano Pacheco, a treinta años de su conformación, estas organizaciones sociales nucleadas en la UTEP han conseguido “pequeños espacios de gestión” en el gobierno, diputados, intendentes y son parte del Frente de Todes (más allá del ninguneo en las listas en estas elecciones y las afrentas de los discursos diciendo que nuestro trabajo no es trabajo).

Muches militantes autonomistas hemos visto un límite en este debate, no sólo porque nos aleja del mundo real, sino porque resguardados en esa hermosa visión hemos podido observar nuestros propios dragones en falsas horizontalidades, peleas ideológicas al pedo, o tremendos e infructuosos esfuerzos para llevar adelante proyectos productivos sin aportes o préstamos de “capital”, que a falta de vecines y en la reiteración de peñas y polladas, a veces es más fácil conseguirlos a través del estado o las dichosas ongs (de aporte empresario multinacional). En medio muches cumpas, en base a una dieta de diversos sapos, consiguieron ubicarse en esos “pequeños espacios de gestión”, reformando leyes, implementando políticas y sosteniendo diálogos y prácticas que demuestran que siguen siendo cumpas, y que además de oírnos nos ven.

Dentro de este marco, después de muchos años, desobediente como soy, en 2019 me decidí a votar. Y en estas elecciones incluso decidí ser fiscal y tratar de convencer a algunes amigues y vecines de la necesidad de votar al Frente de Todes, no solo ante el avance de la derecha, sino también frente a la posibilidad de mejorar y ampliar estos “pequeños espacios de gestión” de los movimientos sociales (y les cumpa tragasapos). Fui acusado por algunes de “incoherente” y “cómplice del poder”, más allá de mi diaria militancia en la construcción de otro mundo posible y mi constante pensamiento crítico frente al poder de turno (mi trabajo en la Luna con Gatillo lo atestigua). Fui a fiscalizar a regañadientes, con gusto a sapo. Encontré una nueva realidad de realismo mágico, como muchas de esas que vengo encontrando en este pueblo rural donde el destino me terminó amañando. Parecía una elección suiza. Lejos de la competencia o la mala onda (la famosa grieta) todo era colaboración y amabilidad entre los diferentes fiscales de los partidos y la presidenta de mesa. Al fin y al cabo, más allá de nuestras ideas partidarias, éramos todes vecines. Y si no nos conocíamos nos habíamos visto las caras. Sabíamos que más allá del acto cívico, al otro día íbamos a tener que vernos las caras en las calles o nuestras tareas cotidianas. Que íbamos a tener que seguir construyendo un pueblo amable e inclusivo para todes (la verdadera política). Ahí estaba el intendente y el cabañero, la policía y el jipi marihuanero, la concejala y el profe zurdo de economía popular, el feriante y la maestra, el pueblo con su familia y niñes, trayendo unos sanguchitos de miga para las gentes que se pasaron el día detrás de una mesa marcando números. Pa ser sincero y dueño del pensamiento crítico (no solo frente al poder sino también ante aquelles que decimos combatirlo) extrañé, más allá del respeto a sus opiniones, a mis vecines y amigues anarcopachamamistas. Haciendo autocrítica sobre mis mismas opiniones hace no más de dos años, pensé que hay algo de elitista y superioridad moral en no ir a votar. Como cuando se ve de arriba la escuela pública o las fiestas populares, la pasión por el fútbol o la música del bar del Mario. Como si hubiéramos corrido de las grandes ciudades (capitales del sistema) para encapsularnos en nuestros proyectos individuales o colectivos creyéndonos salvados de este bendito descalabro mundial (en una curiosa forma de neoliberalismo jipi). Como si tener una pequeña huerta, reciclar la basura, comer orgánico, no comprar dólares y decidir en asambleas nos evitara ser parte de este sangrante presente globalizado o crisis civilizatoria (de la misma forma en que nuestros padres se creían gente buena por ir a misa y votar cada dos años). Como si meter una pala en la barro nos excluyera de pisar la bosta del sistema político-institucional-empresario. Como si no existiera esa hidra capitalista contra la que las cumpas zapatistas propusieron el pensamiento crítico (no solo frente al poder sino también frente a nuestras propias actitudes). Más allá del día a día de contradictoria construcción de alternativas a esta crisis civilizatoria (otro mundo o economía posible), me propuse dos objetivos frente a las próximas elecciones: convencer a mis amigues anarcozapatistasliberales de que no se pierdan la sutil fiesta popular de las elecciones en el pueblo y convencer a mucha gente del pueblo que votar a Cambiemos atenta contra estas construcciones locales donde nos encontramos día a día deseando un buen vivir en la casa común. Quizá para ese entonces logremos que el Frente sea un poco mas de Todes (y no solo de las clase medias progresistas o de derecha de las grandes ciudades que siguen las encuestas e informes de las consultoras y nunca se han dado el gusto de vivir una elección en un pueblo de las periferias o acercarse a ver las infinitas construcciones de la economía popular).

Aclaración o advertencia: Como dijo Marx, “si no le gustan estos principios tengo otros”. Lejos de mi generar más respuestas que preguntas o pensar que mi sentipensar puede ser una verdad absoluta o caer en la incoherencia de tender a modificarse a lo largo del tiempo y las experiencias.

*En la Argentina se denomina teorema de Baglini a un concepto que sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. Fue enunciado en 1986 por Raúl Baglini, entonces diputado de la Unión Cívica Radical (Wikipedia dixit)