Santiago Maldonado: Anatomía de un asesinato
Un incómodo análisis-crónica de lo ocurrido, a un lustro de su desaparición, y a contracorriente de un hecho que se oculta más de la profundidad de los ríos helados patagónicos.
Por Lea Ross | @Ilustración: @nico_mezca
01 de agosto de 2017. 11:30hs. Decenas de gendarmes entran al puesto de Pu Lof en Resistencia Cushamen. Lucas y Santiago se sumergen en las heladas aguas del río Chubut. “No puedo, peñi”, le dice Santiago, al no tener capacidad para nadar, y trata de volver a tierra. Los gendarmes bajan a la orilla. “Tenemos a uno”, grita uno de ellos.
El cuerpo de Santiago aparecerá 78 días después. 300 metros río arriba, a contracorriente.
Pasaron cinco años que Santiago Andrés Maldonado perdió su vida. Detrás de su rostro de frente, ojos cálidos, emulo de un Jesucristo, nos lleva a sumergirnos a las corrientes heladas de un transcurrir ancestral que nos deja helados.
La cuestión mapuche
Todavía hoy, desde los medios de comunicación tradicionales, se comenta sobre la amenaza mapuche. En particular, sobre si tratarán de impedir o no el paso del gasoducto “Néstor Kirchner”, que se origina desde Vaca Muerta. En realidad, las razones ante tanta saña desde un estudio de televisión porteño, como también por parte de una fuerza represiva como es la Gendarmería, se encuentran en tres variantes.
La primera es geopolítico: el territorio mapuche llamado Wallmapu se divide entre Gulumapu (región chilena) y Puelmapu (argentina), que alcanza una media docena de provincias; preocupante para un Estado moderno, con compostura liberal y representativo de una sola nación. Y más si su cara visible es una fuerza de seguridad fronteriza.
La segunda implica que los mapuches, bajo una tradición guerrera, se reúsan a exponerse como indigentes para la televisión. Sumado a que algunos referentes tienen formación académica y política enerva aún más el recelo racista y chauvinista por parte de quienes no han tenido la misma formación, como es el caso de un gendarme.
Y finalmente, desde la tercera variante, está lo económico: hablamos de la vasta cantidad de bienes comunes en el territorio, desde el agua hasta los mencionados recursos energéticos y gasíferos. A esto se le suma la gran extensión de tierras en manos de terratenientes extranjeros, susceptibles de ser figurados en la prensa extranjera ante una agudización de conflicto con el pueblo mapuche y, de ahí, incidir en la llamada seguridad jurídica, para atraer la “lluvia de inversiones” al país.
Crónica de una gendarme
El fiscal federal subrogante de Esquel, Federico Baquioni Zingaretti, toma nota de las palabras que salían de la testigo. La identidad de la misma se mantiene en secreto, hasta tanto la Corte Suprema de Justicia resuelva la recusación al juez Gustavo Lleral, planteada por la familia de Santiago Maldonado, por su intento por cerrar el caso de la desaparición. Por ese motivo, la protagonista de esta historia tendrá el nombre ficticio de “Ángela”.
Es miércoles 2 de agosto de 2017. Dos gendarmes asistieron al consultorio sanitario del Escuadrón 36 de Esquel, la fuerza que realizó la represión el día anterior a la vera de la ruta 40. Ambos, ante el oído abierto de Ángela, comentaron de un “detenido”, aludido como “el hippie”, que fue retenido “en la zona del campo de Benetton” y que “en ese lugar había una unidad, una sección de Gendarmería”.
Durante esa misma semana, en el mismo establecimiento sanitario, se presentó Juan Pablo Escola, encargado del funesto operativo. Escola atendía su teléfono “donde lo felicitaban por el accionar que había llevado a cabo”. En ese momento, apareció el comandante Pablo Badié, que le avisó a Escola de un “llamado especial del Director Nacional de Gendarmería”. “Me interesan más los llamados del Ministerio de Seguridad”, respondió jocosamente Escola, a lo que Badié puso cara refunfuñante.
Al inicio de la semana siguiente, el lunes 7 de agosto, a las 5 de la madrugada, Ángela fue despertada por el timbre de su casa. Era el mismísimo Juan Escola. “Va haber un allanamiento en el barrio”, le dijo a la testigo y le entregó una caja de color marrón.
-Hagame esta gauchada.
-No entiendo…
-Lo que le digo. Habrá un allanamiento. Tome la caja.
-¿Pero de qué se trata?
-Usted cállese la boca. Tome la caja. Y no pregunte nada.
Al retirarse Escola, Ángela puso la caja en una mesa y se dirigió al trabajo. El día martes, por consejo de su padre, llevó la caja en una bolsa al consultorio. El jueves, a la mañana, se realizó el allanamiento en el Escuadrón. La Policía Federal aclaró al personal que no se podía retirar, pero que continuarán trabajando con normalidad. Ángela recibió un llamado de su hijo para que lo pase a buscar al colegio. Pidió su retiro a la Federal y le dieron ese permiso.
El viernes, Ángela volvió a trabajar y veía que “todavía no terminaba el allanamiento”. Una enfermera le comentó que los oficiales solo retiraron una notebook, donde se encontraba el historial de los pacientes. A su vez, una cabo del escuadrón le dijo que ella misma vio el interior de la caja: tenía una pistola, celulares, y un par de trapos.
En ese momento, llegó la esposa de Escola y le pidió a Ángela la caja, si la podía buscar a su casa. Al responderle que en realidad se encontraba en el consultorio, la pareja “se le desfiguró la cara del susto”: “¡¿Cómo se te ocurre haber llevado la caja hasta acá?!”, le recriminó y se retiró.
Mientras tanto, los integrantes del escuadrón seguían con sus caras pálidas. Un encargado del área de pericia comentaba que “vio cosas [que] nunca antes había visto, que tenía miedo y que no sabía con quien hablar. Ella preguntó que había visto y él no le respondió, estaba en shock, solo le dijo que había material que no se llevaron, que no sabía qué hacer con ese material”.
Una cabo le comentó a Ángela que su marido le “había dicho que, en el momento en que estaba de guardia, había recibido un radio encriptado que decía qué hacer con el cuerpo. Ella cree que esto fue antes del allanamiento”. También le dijo que escuchó a Badié decir que en “una reunión de Jefes, en un momento que estaban discutiendo, que ‘este tipo (haciendo referencia a Escola) le pego un tiro, lo mató, tenemos toda la prensa afuera, está todo un movimiento y yo me tengo que fumar esta situación’””.
Otro gendarme le contó a Ángela que se rumoreaba sobre quién mató a Santiago Maldonado y que un tal “Ahumadita” se “había mandado la cagada del siglo”.
En el mes de septiembre de 2017, a Ángela le informan que la iban a retirar de su puesto y que estaba “en situación de amenaza, que era una testigo clave porque estaba sabiendo mucho, que le tenían que cerrar la boca, y que se cuidara”. Le dijo además que colocarían a dos sargentos para vigilar a ella y a su hijo. Ángela visualizó a sus dos seguidores a mediados de octubre, rondando por su casa y en la escuela de su infante. Finalmente, decidió mudarse a otra ciudad, alejada de Esquel.
Fue atendida por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación e inició los trámites para estar en un programa de protección a testigos.
Billiken
Santiago Maldonado sería el último personaje de portada para la revista Billiken. Y padeció el más veloz proceso de “billikenización” de su persona, borrando todo contenido político, bajo el encanto de su abultada barba negra. Su pasión se ha extendido a todos los sectores de pensamiento político, y apropiado por una gran parte de la militancia adherida al pensamiento progresista y/o nacionalista, a pesar de su anarquismo.
Queda presente la contraposición entre las figuras de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, donde supuestamente el segundo permanece siempre en un segundo plano, al no contemplar los requisitos antropológicos que fascinan a los sectores blancos organizados (y cristianos reprimidos). Pero si bien uno puede creer que la búsqueda en masa, reclamando justicia por Rafael, tuvo como impulso inicial lo ocurrido por la desaparición seguida de muerte de Santiago, es más que probable que si Rafael hubiera sido asesinado antes, la reacción iba a ser la misma.
El día que mataron a “Rafita”, en este caso en manos de la Prefectura, la versión de que los mapuches llevaban armas se había disparado dentro de los canales mediáticos. En medio de eso, se compartió una fotografía de la víctima, trabajando en un taller de oficio, en pleno curso de capacitación para jóvenes. Esa imagen, de pibe laburante, encandiló a una parte de ese pueblo dispuesto a denunciar al gobierno de ese entonces. Concepto construido por lo percibido. Distinto al de Santiago, que se rehusó a tener una vida de obrero y, con los pocos billetes que tenía, tomó su mochila y partió rumbo hacia un destino incierto.
Reconstrucciones
Ángela da a entender que Santiago Maldonado fue ultimado con un disparo, ejecutado por “Ahumadita” y bajo la orden de Escola. Eso no se condice con la autopsia forense. Por ende, el arma clandestina, guardada en la caja marrón, no pareciera ser parte de lo ocurrido con Santiago. Pero sí es un indicio de cómo las autoridades del escuadrón se comportaban, a la hora de tratar de ocultar sus irregularidades.
La autopsia concluyó que su deceso fue una “muerte violenta por sumersión (ahogamiento), coadyuvado por un cuadro de hipotermia”. Conclusión ambigua que también podría darse vuelta diciendo que Santiago murió por hipotermia, coadyuvado por un principio de ahogamiento.
Estamos nuevamente en el 01 de agosto de 2017. El desalojo fue concretado y Santiago permanece desaparecido. El en ese entonces subalférez Emmanuel Echazú, que luego sería imputado bajo la carátula “desaparición forzada de persona”, escribió en el acta de procedimiento que él “portaba una escopeta ‘Batan’ calibre 12,70 milímetros con municiones antitumultos”. Previo a la represión, cuando los manifestantes de la Pu Lof arrojaban piedras a los uniformados, Echazú señaló en el acta que recibió “un impacto de piedra en el pómulo derecho. Al recibir el golpe, dicen que tenía un corte en el rostro, por lo que vuelvo en dirección a la ruta y hago entrega del armamento”. Ese último dato no se condice con los registros fotográficos, donde se lo muestra ascendiendo del río con la escopeta a mano. Santiago habría tenido la puntería de concretarle el cascotazo en la cara al dichoso gendarme. Teniendo la cara tapada, Echazú habría estado en rabia contra ese probable mapuche.
Si Santiago llegaba lograba salir del agua, para retornar a la orilla, el arma en mano de Echazú sería fatal en el caso de propinarle un duro golpe de descargo contra ese cuerpo en estado de hipotermia. En un frustrado intento de los uniformados por activar la Reanimación Cardio Pulmonar, RCP, se explicaría las lesiones alveolares en los pulmones de Santiago, compatibles con una asfixia por inmersión.
A principios de 2021, el mencionado fiscal federal Zingaretti, tras detallar que tanto la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia como la Cámara Federal de Casación nacional habían anulado el sobreseimiento dictado a favor de Echazú, pidió la indagatoria de Escola y otros dos gendarmes. Fueron acusados de haber efectuado quemas innecesarias de los bienes de la comunidad mapuche de Pu Lof. La extraña ejecución de una fogata para quemar los objetos de la Pu Lof sería la fuente de calor indicada para desactivar el cuadro crítico que padecía el cuerpo de Maldonado a bajas temperaturas. Tan frustrante como el intento de reanimación por RCP.
La siguiente fotografía está tomada en la intersección de las mencionadas rutas, adonde se dirigieron supuestamente Andrés Ahumada, “Ahumadita”, el chofer de la camioneta de patente OLW 237, y el comandante Escola. Aunque otras versiones de la misma Gendarmería dicen que en realidad el lugar de este último fue ocupado por Echazú, a los efectos de tomar el kilometraje de la ruta, para labrar el acta del procedimiento. En ella, se observa el vehículo estacionado a la vera de la ex ruta 40, con un bulto negro. Y pocos metros más adelante, una ambulancia blanca, lo suficientemente cercano como para traspasar un cuerpo y llevarlo a un destino incierto.
Sociedad y Estado
En algún tramo de su camino, Santiago se mantenía leyendo a Mijaíl Bakunin. El título del libro: Dios y el Estado. Fue publicado en épocas de la Argentina naciente de ese Estado moderno que rige en nuestros días. “Lechuga”, como le decían, repasa las siguientes líneas: “La rebelión del individuo contra la sociedad es más difícil que su rebelión contra el Estado. El Estado es una institución histórica, transitoria, una forma pasajera de la sociedad, como la iglesia misma de la cual no es sino el hermano menor, pero no tiene el carácter fatal e inmutable de la sociedad, que es anterior a todos los desenvolvimientos de la humanidad y que, participando plenamente de la omnipotencia de las leyes, de la acción y de las manifestaciones naturales, constituye la base misma de toda existencia humana. El hombre, al menos desde que dio su primer paso hacia la humanidad, desde que ha comenzado a ser un ente humano, es decir un ser que habla y que piensa más o menos, nace en la sociedad como la hormiga nace en el hormiguero y como la abeja en su colmena; no la elige, al contrario, es producto de ella, y está fatalmente sometido a las leyes naturales que presiden sus desenvolvimientos necesarios, como a todas las otras leyes naturales”.