Los límites de la gobernabilidad progresista

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Fue Marx quien parafraseando a Hegel afirmó que la historia se repite dos veces, primero como tragedia, después como farsa. La segunda ola de gobiernos progresistas que hace un par de años comenzaron a vislumbrarse como esperanza para la Patria Grande hoy parecen tener una importante dosis de ambas situaciones, tragedia y farsa. Tomás Astelarra recorre algunas voces críticas para ver como salimos de este menjunje.

Por Tomás Astelarra – Ilustración @fuska.visual

La importantísima victoria electoral por primera vez en la historia de Colombia de una fuerza no solo de izquierda sino también con una fuerte representación de los movimientos populares genera numerosas esperanzas. El reciente discurso del flamante presidente Gustavo Petro en la ONU fue a la profundidad del problema geopolítico que vive la humanidad toda y en particular América Latina. Esa profundidad es la directa relación entre los consumos y formas de vida capitalistas (en particular de los países dizque desarrollados y las grandes urbes cosmopolitas) con la violenta destrucción de las poblaciones, sus territorios, bienes comunes y la madre naturaleza. Eso que el pensador uruguayo Raúl Zibechi ha denominado una “crisis civilizatoria” y las cumpas zapatistas “cuarta guerra mundial contra los pueblos”.

Petro no es un recién llegado ni una sorpresa en la política colombiana. Como senador fue uno de los principales denunciantes en pleno uribismo de la “narcoparapolítica”, que relacionaba al gobierno del presidente Álvaro Uribe Velez (que hoy recorre el mundo impartiendo lecciones de “seguridad democrática” incluso a gobiernos progresistas) con grupos narcoparamilitares responsables de multitudinarias masacres en territorios estratégicos para los planes extractivistas de empresas multinacionales dentro del Plan Colombia. Por esas mismas épocas el Tribunal Permanente de los Pueblos demostraba la relación, complicidad y financiamiento de estas masacres por parte del gobierno y dichas empresas multinacionales.

“Durante el último tramo de la campaña Petro tuvo que suspender su campaña en el eje cafetero por la evidencia certera de amenazas y los últimos actos se hicieron con escudos blindados. La candidata a vicepresidenta Francia Márquez fue señalada con un láser. El Pacto Histórico logró una bancada mayoritaria que permitiría avanzar con reformas legislativas y hay a la vez una madurez política del movimiento que, por ejemplo, no se dio con la sorpresiva victoria de Castillo en Perú. Claro que también el enemigo es más fuerte y va a dar fuertes golpes. A Petro lo destituyeron cuando fue alcalde de Bogotá o pasó con el alcalde de Medellín este año por un gesto favorable que hizo a la campaña de Petro. No está nada dicho, pero al menos no hubo mayores hecho de violencia política más allá de lo que es constante en Colombia”, explica el comunicador y militante popular Pablo Solana. Petro accedió a la presidencia de Colombia 74 años después del asesinato de otro candidato de izquierda al mismo cargo: Jorge Eliécer Gaitán, quién alcanzó altos niveles de popularidad por su infatigable denuncia de la responsabilidad de la multinacional United Fruit en la Masacre de las Bananeras. Su asesinato provocó una masiva protesta social bautizada el “Bogotazo”, que luego generó en una guerra civil (época denominada en Colombia como “La Violencia”). Entre Gaitán y Petro hubo otros 4 candidatos presidenciales de izquierda asesinados. Hoy la heredera de United Fruit, Chiquita Brands, está acusada en Colombia de financiar y suministrar armas a grupos paramilitares en el norte de Colombia.

“Y ahora que llega un nuevo gobierno y un nuevo congreso a fortalecer la democracia más antigua y más estable de América Latina, el congreso nos dice que podemos enviar propuestas para la ley de reforma agraria, mientras el presidente Petro y la vicepresidenta Francia, nos dicen que somos invasores y que tenemos 48 horas para abandonar estas tierras donde luchamos sembramos, pastoreamos, vemos crecer el monte y regresar los animales silvestres, bueno, en esta tierra donde vivimos y donde fueron enterrados nuestros ancestros. Al cumplirse las 48 horas, este 2 de septiembre, el estado atacó con ejército y no hubo media hora de diálogo, como había prometido el nuevo gobierno. La tanqueta entró disparando gases. Más tarde el ejército disparó sus armas de largo alcance contra las comunidades que liberamos la Madre Tierra. Tampoco hubo diálogo. Hace 17 años, el 2 de septiembre de 2005, fue Uribe quien ordenó al ejército dispararnos sus armas. Este nuevo gobierno es de izquierda, el gobierno de Uribe era de derecha. Las acciones contra los liberadores de la Madre Tierra son las mismas”, dice un reciente comunicado de las comunidades indígenas del sur del Cauca que hace más de 15 años vienen ocupando territorios ancestrales cuya propiedad reclama uno de los mayores empresarios de Colombia, Carlos Ardile Lule. En el otro extremo del continente el gobierno progresista del Frente de Todes arremete contra el pueblo mapuche (al igual que Boric en Chile), a pocos kilómetros de donde un importante empresario multinacional Joe Lewis hace años se ha adueñado de un lago.

Poder popular y correlación de fuerzas

Realidad mata esperanza dentro de lo que el historiador Alejandro Horowitz llama una “democracia de la derrota”. ¿Por qué el gobierno de Petro va a ser diferente que el de Boric o Castillo? ¿Por qué el de Lula diferente al de Alberto Fernández? ¿Existe alguna posibilidad de que jaqueades por el lawfare, las fake news, la innegable e indecorosa concentración económica y una deuda externa impagable, los nuevos gobiernos progresistas logren unirse para que la Patria Grande haga frente a un imperialismo cada vez más voraz, violento, multipolar y a la vez cancerígenamente inserto en la cultura neoliberal, incluso de muches de nosotres, militantes progresistas, ecologistas, peronistas, anarquistas… (lo que las cumpas zapatistas llaman hidra capitalista)? ¿Qué papel juegan en todo esto los movimientos populares? ¿Hay propuestas más allá de las agotadoras protestas? ¿Será que alguien nos ve, nos oye?

“Si nos focalizamos en los movimientos populares estamos atravesando un panorama bien complejo en el cual la sociedad movilizada ha logrado abrir una grieta en la sociedad conservadora para después ser conducida, a través de los poderes establecidos, hacia las instituciones, debilitándola fuertemente. El paradigma más claro es Chile”, explica Raúl Zibechi. “El sistema esta acogotando a los movimientos populares, llevándolos a la desesperación y ahí aparecen las políticas sociales pero sin soluciones de fondo. Estamos muy lejos del estado de bienestar. Hoy los sectores populares tienen que comprender que su lugar en el sistema mundo es no solo subalterno, sino de una situación cercana al exterminio, a la desaparición. Ante esto hay que construir nuevas formas y relaciones sociales en cada espacio. La elección de gobiernos progresistas es una pequeña parte del problema”, agrega.

Por su parte Solana opina: “El señalamiento a los discursos de odio busca poner el foco en los promotores de la violencia contra el pueblo. Sin embargo, quedarse solo en eso desconoce otro aspecto de la realidad que nos circunda: hay mucha gente pobre, mucho pueblo, genuinamente enojado con la dirigencia política que le da la espalda. Si desde las fuerzas populares no se sintoniza de mejor forma con esas broncas, serán otros quienes expresen esos enojos. Milei, por caso. No está en duda: hay que defender esta democracia (aun cuando sea así de enclenque y bastante mentirosa) ante el mal mayor que expresa la amenaza fascista. Pero también habrá que saber predicar una idea de democracia del pueblo, que permita enfrentar los ajustes constantes que la dirigencia política propone para congraciarse con el FMI y el poder económico patronal”. “El panorama es complejo, porque nosotros venimos a hablar de una posición ideológica de justicia social, de soberanía política e independencia económica, y el vecino te dice: pero la canasta básica esta 110 lucas, me suben la luz, el boleto, está Massa en Washington tomando deuda y los sindicalistas en la embajada de Estados Unidos, se siguen llevando nuestros bienes comunes las grandes multinacionales y hay un estado bobo. En ese contexto seguimos levantando las banderas de una patria libre justa y soberana sin tener miedo a marcar diferencias”, describe Brian Paz, referente de juventud de la Corriente Nacional Martìn Fierro en la provincia de Buenos Aires.

“La única salida que nos queda como pueblos de América Latina es unirnos. Y el debate tiene que ser de las organizaciones populares para que realmente sea un proceso transformador y que termine con esta idea que solo tenemos que hacer lo que nos dictan desde afuera las multinacionales. Necesitamos una gran asamblea latinoamericana de organizaciones sociales y ambientalistas, campesinas e indígenas, gremios y partidos políticos, que quieran en serio la transformación para generar un proyecto autónomo que proteja los bienes comunes, los territorios y su gentes y acabar con los negocios mafiosos del sistema como el contrabando de armas, el narcotráfico y la trata de personas, donde se ha evidenciado una demostrada complicidad de las empresas multinacionales. La corrupción de la que tanto se habla es compartida entre sectores del estado y las grandes empresas, como bien ha evidenciado el caso de Vicentín”, dice Carlos del Frade, comunicador y diputado provincial en Santa Fe. “Hay que seguir ocupando espacios institucionales para denunciar estas situaciones y plantearnos gobernar nosotros, aunque sea al club del barrio. Para sacarnos de encima aquellos sectores políticos que tienen una hermosísima tradición, pero se han resignado, se han quebrado ideológicamente. Tenemos que hacer el esfuerzo de instalar estos temas en el territorio de la gente produciendo información, ganando el corazón del pueblo, porque no se bancan a la gente movilizada, reclamando. La lucha de las minorías son importantes, pero el sistema ya nos demostró que puede desaparecer a 30 mil personas. Porque muchas veces las minorías, como decía Rodolfo Walsh, terminan siendo patrullas perdidas. Eso hay que valorarlo, pero las luchas deben ser colectivas y mayoritarias”, propone

Autocrítica de la primera ola progresista

“Hay un tema muy complicado que se viene arrastrando desde la muerte de Chavez. En Bolivia también se han intentado cosas. Esta teoría de un tránsito pacífico al socialismo de ciertos autores como Poulantzas, Gramsci o el mismo Zabaleta, pero que hoy se toma ignorando una parte muy importante que es construir poder popular. El único país que lo ha intentado fue Venezuela con las comunas, los círculos bolivarianos, el ministerio de Poder Popular… Con todo lo que se le quiera criticar: el autoritarismo, la boliburguesia, la corrupción del ejército… Ninguna revolución es una fiesta, lo que no quiere decir que uno justifique los errores. Ese es el gran problema del progresismo de América Latina, incluyendo Bolivia, donde lamentablemente hay un ejemplo de estabilidad política y económica, pero se ha renunciado a tratar de construir poder popular, más o menos desde el 2011. Y es cierto que no se puede tener todo el tiempo movilizadas a las masas, pero tampoco no implementar políticas estatales que generen autonomía. El estado no es un sujeto de cambio, es un objeto. El sujeto de cambio son los pueblos”, explica el sociólogo boliviano Jorge Viaña.

“Hubo para mi dos límites principales”, hace autocrítica sobre el proceso de cambio en Bolivia, Álvaro Garcia Linera en una reciente entrevista en la radio de las Madres. “Por un lado, no haber profundizado más políticas productivas que le den sostenibilidad en el tiempo a las políticas redistributivas para que no dependieran del flujo de los precios de las mercancías en el mercado mundial. El otro haber sido muy condescendiente y ejercer políticas de acuerdo y concertación con sectores poderosos, pensando que iban a entender el espíritu del tiempo, pasando de etapas de grandes concentraciones de riqueza a etapas de mayor justicia social. Y estos sectores reciben con una mano lo que el estado da y con la otra te están apuñalando con múltiples herramientas que van del manejo de medios de comunicación, política de elevación de precios para generar inflación, de ocultación de productos para generar pánico social, corridas cambiarias o incluso financiando procesos de lawfare o golpes militares. No estoy hablando del empresariado en su conjunto, sino ciertos sectores concentrados y oligárquicos. Con ellos no va a haber conciliación posible. Tienen suficiente dinero para conseguirse sus propios dólares para importaciones y si tu le subes 100% los impuestos van a seguir yendo a Europa a comprar sus ropas. Pero por lo menos vas a generar mayor recaudación para distribuir e impedir que tengan dinero para estas estrategias golpistas”, describe el ex vicepresidente de, al día de hoy, uno de los procesos mas exitosos del ciclo de gobiernos progresistas del siglo XXI en América Latina.

“Hoy lo que domina el panorama general es la incertidumbre de cambios muy rápidos que van derivando en situaciones de difícil gobernabilidad, de creciente riesgo para la vida en el planeta. La situación general es caótica, peligrosísima. Es muy difícil en esta coyuntura que los movimientos populares generen soluciones globales que nadie tiene. No tenemos la capacidad ni la fuerza. Quizás podamos encontrar algunas soluciones en lo local. Eso no quiere decir que uno rechace las propuestas más generales. No hay nadie que pueda decir: esta es la solución y estoy en disposición de encararla. No pueden los más poderosos (aunque hagan mucho daño), no pueden los progresismos y no pueden los movimientos”, opina Zibechi.

Desde abajo y desde las periferias

“Las grandes estructuras nacionales a veces no logran tener una llegada que no sea colonial en los pequeños territorios. Uno adscribe a los movimientos nacionales porque son quienes tienen un relato unificador y quienes se transforman en interlocutores en los espacios concentrados de poder. Pero deberíamos pensar en modelos políticos donde realmente las disidencias se puedan hacer escuchar. Tenemos que ver como articulamos estos discursos locales en un mapa de palabras, en un mapa de reivindicaciones disímiles. Somos sujetos sociales diversos, pero estamos asistiendo a un personalismo de las disidencias, a sujetos individuales. Cada ecosistema debe dar un relato de su realidad para repensar un desarrollo a escala humana, como dice Manfred Max Neef. Entonces lo que vemos es que nuevamente adquieren sentido y relevancia política y económica las estrategias de soberanía alimentaria locales. En este contexto, la agroecología, la producción y los mercados locales, no solo pasan a ser una opción sana, barata y comunitaria, sino también tienen una dimensión política en la medida en que podemos producir nuestros propios fertilizantes. Pensar que Rusia está mandando fertilizantes a la Argentina es una locura ambiental”, opina Olga Lubel, del Mercado Vaquereño de Salta. “Hay un desafío que es ver como las organizaciones nos dejamos impregnar por una lógica ecofeminista y en este sentido replantearnos algunas formas de construir el poder popular, de tomar las decisiones, de cuales son los temas que ponemos en agenda, mas allá de que participemos varones, mujeres o disidencias. Siempre asumiendo que las mujeres y disidencias estamos en una desigualdad concreta que nos mata”, opina Pamela McKay del Frente Popular Darío Santillán (FPDS) de Merlo, San Luis.

“Hay miles y miles de organizaciones, mujeres, hombres, jóvenes, niños que están queriendo otra vida, que están tratando de deconstruir y construir una nueva humanidad, una nueva forma de convivir en comunidad. No hay una solo noticia de tantas experiencias positivas que existen a lo largo y ancho de Argentina y todo el continente. El progresismo actual es como ha sido siempre: la izquierda de la derecha. La diferencia es apenas un plancito o un bonito que nos cae como regalo para que respiremos y sigamos adelante en medio de este nefasto sistema económico. El progresismo en Argentina fue siempre ganancia para las clase altas, para las multinacionales y los grandes empresarios llamados nacionales. Que no lo son, ya que responden a las lógicas del neoliberalismo y el neofascismo. Basta a ver a nuestros gobiernos sentados en las mesas pidiendo financiamiento y seguridad a los autores del Plan Cóndor. Cuando hablan del Litio solo me aparece la imagen de las montañas destrozadas, como ya ha sucedido. El progresismo está entregando nuestros territorios que son la vida para nosotras y todos los seres vivos con los que nos hermanamos en la diversidad. En mis épocas juveniles se hablaba de liberación o dependencia, y una tercera posición. Ahora no. Hay una solo alternativa: la vida o la muerte”, advierte desde San Juan la líder espiritual del pueblo warpe, la amta Argentina Paz Quiroga. “Hay una energía femenina rigiendo esta nueva era. No hay solución si no nos ponemos en ese eje. En el eje de la circularidad, el cuidado de la vida, para volver al origen, para abrazarnos como hermanos y no enemigos, dentro de la unidad en la diversidad, y entendiendo de una vez que el hombre no es el centro ni el origen de la vida. Cuando tengamos la capacidad y posibilidad de debatir estas cosas, quizá podamos generar una esperanza de vida”, concluye.

*Las entrevistas completas a Raúl Zibechi, Pablo Solana, Jorge Viaña, Brian Paz y Carlos del Frade pueden verse en ediciones anteriores de nuestro portal. Al igual que el informe ¿Será que el emperador tenga quien lo vista?. También hay un extracto de “Violencia política y disputas de sentido: sobre el odio, el consenso democrático y la paz social” de Pablo Solana en contrahegemoniaweb.com.ar. La entrevista con Álvaro García Linera es del programa Siempre es Hoy en AM 530 y puede verse en you tube. La nota completa puede leerse tambièn en Hecho en Buenos Aires. Compra la ediciòn digital y apoya este emprendimiento social que viene dando oportunidad de reinserciòn a miles de excluides.