Entrevistas

Espacio público en disputa

Juli Albornoz es una artista que por las calles de Córdoba Capital, en forma de estatua viviente, esparce mensajes políticos y llena de arte para transformar.

Por Santi Rodríguez

Humo de olla popular, arte que se esparce, fuego que acompaña gritos piqueteros, colores que usan el cuerpo como lienzo, cultura para todes. Volver al espacio público como resistencia, para intervenir y disputar también el acceso a la cultura. En tiempos complicados, en tiempos donde el odio se esparce con mucha más rapidez intervenir y alimentar las miradas con mensajes políticos es una respuesta a la falta de empatía, a la falta de afecto con le otre y en sí mismo es una herramienta para alimentar el corazón.

Juli Albornoz es una artista que por las calles de Córdoba Capital, en forma de estatua viviente, esparce mensajes políticos y llena de arte para transformar.

¿Cómo nace la intervención?

-Un poco fue el impacto que me dio una intervención del colectivo Ni una menos frente al congreso de Buenos Aires y que habían trabajado sobre la estadística que decía que cada determinado tiempo asesinaban a una mujer, siempre hablando de mujeres, hoy podemos decir de disidencias también, sería la tasa de femicidios y transfemicidios. Ahí me quedé un poco tildada con eso. En ese momento, vivía principalmente del ingreso que tenía por los trabajos que realizaba en el espacio público. Así que para mí, era una rutina pensar en un personaje nuevo. Específicamente tenía que ver con procesos de transitar espacios colectivos con algunas preguntas y acciones con respecto a esto, como activar a algunas formas que sensibilicen a algunas personas a través del arte como una herramienta potente; especializándome también en que había algo por decir desde la estatua viviente, que es la disciplina donde elegí crear este personaje. Es como una mezcla entre las artes plásticas y el teatro. Las artes plásticas conforman lo principal que para mí es la parte estética. Simular una escultura y, a través desde ese impacto que da la escultura, añadir el teatro y vincularnos con el público de forma directa, sin tener intermediarios más que la urna que ponés para que la gente remunere si le pareció lindo o le conmovió. Los personajes salen desde una idea base y después se van configurando con el tiempo, en la dinámica que vamos componiendo con el público.

¿Cómo se construye el personaje?

-Desde la estatua viviente, aprendí un modo de contactarme con el público y trasmitir lo que quiero contar y decir, trabajar la metáfora, no hablar de un tema y trabajar sobre las emociones. Acomodarnos un poco y trabajar con diferentes emociones. En este caso, la emoción de base es la tristeza. Al ser una intervención en el espacio público le doy ese lado de la potencia. Es lo que estamos componiendo todes les que estamos transitando este espacio. Y la estatua es una herramienta más de poder articular algunas fuerzas y algo tiene que movilizar la acción. De las cosas que veo que pasan con este personaje te diría que es como un ritual lo que sucede, porque a través de poder elegir cuando voy al espacio público y no actuarlo ya como más regularmente, lo guardo para ciertas épocas del año, ciertas fechas o por ahí cuando acompaña el clima. Y siento que lo tengo que llevar a la peatonal, como para acompañar las ciertas preguntas que aparecen en torno a eso. La formación teatral que tengo viene de los encuentros, de festivales, de aprender de mis compañeras. No tengo una formación académica, entonces lo vivo de otra manera, de la praxis, de creer que en los espacios públicos tiene que pasar todo, soy convencida de que ahí está la comunidad, porque ahí se cruzan todas las clases sociales, los gustos, las experiencias.

¿Es importante ocupar el espacio público desde ese lugar?

-Dentro de este sistema capitalista, determinante, imponente y dominante de cierto tipo de relaciones que quieren obligarnos a mantener y privatizar, regidas por la lógica del consumo y la mercancía, creo que el espacio público sigue siendo un punto de resistencia para transformar todo. Porque ahí la regulación se crea con los códigos que te encontras con los otros trabajadores que pasan por ahí a laburar, con construir una ética. Yo hago teatro, vos vendes medias, vos haces música, entonces, bueno… ¿cómo hacemos para coordinar para hacer lo que nos gusta? Y también, ¿cómo hacemos para vivir de eso, sin las regulaciones que te imponen desde el mercado, que para disfrutar del arte hay que encerrarse en una sala, pagar una entrada y esperar que el público llegue? El teatro en la calle es instalarse y dejar que la gente decida si le gusta o no, y habilitar la discusión de que cualquiera puede acceder. Porque el teatro, hoy en día, no es una expresión ni un modo de vincularnos en un lugar muy de referencia, ni laboral por este sistema. Es un modo de decir que me pongo acá para que me veas y lo peor que te puede pasar calculo que es la indiferencia y laburamos en eso trabajar de resistir la indiferencia que creo que es un gran desafío. Creo que hay réditos de satisfacción porque es un contacto directo con la gente, a través del personaje te podes vincular y no hay nada que te intermedie, a veces surgen situaciones que no son esperadas, que son las menos pero en general son cosas muy lindas que pasan ahí, en el teatro a cielo abierto.

¿Es importante el acceso a la cultura?

-Trabajar en el espacio público, y que la retribución sea a la gorra, permite que cada quien puede retribuir económicamente según su bolsillo. Entonces, es sostener el teatro como trabajo, pero a través de un sentido comunitario de quiénes pueden un poco más y otres un poco menos. Garantiza que personas sigan trabajando de esto y para mi es la forma más democrática, más popular de ponerlo en esos lugares, porque quienes pueden retribuir facilitan a quienes no pueden tanto. Hacemos movidas en otros espacios, porque la obra necesita otros requerimientos pero estamos a la expectativa de que la gente llegue, porque sabemos que hay muchos filtros para que alguien acceda a esto. Yo hago títeres, entonces también trabajamos con esto de la sensibilidad de quienes tengan esos gustos por disfrutar el teatro. Pasa por la formación en la escuela, pasa por el acceso que hayan tenido a talleres en el barrio, en la clase social, sobre todo un determinante de clase, pero que tampoco tiene que ver con lo económico sino por las sensibilidades. Hay un poco más de resistencia. Creemos en esto de encontrarnos, del encuentro directo y hacer juegos con el cuerpo, jugar con les otres. Y al capitalismo, lo menos que le conviene es que estemos en la calle, porque somos independientes, porque no tenes que consumir ni pagar nada; va un poco en contra de la lógica del capitalismo que dice que para disfrutar de algo hay que pagar primero. Y con el estado, que siempre es capitalista, lo único que hace es querer sacarnos de la calle.

Sobre todo en Córdoba que es complicado el acceso a la cultura…

-Sí, pero igual la criminalización del arte en el espacio público es generalizado en todo el mundo cada vez más. Si no es que está prohibido, es que tener que pedir permiso al Estado para hacer arte. Si pongo una mesa en la calle y doy clases de apoyo en alguna materia en la secundaria, ¿alguien me lo puede negar a eso? Enseñar no se le puede negar a nadie. Si una enfermera pone una mesa para medir la tensión es lo mismo. Estamos ofreciendo un servicio en esos términos. Estamos ejerciendo un derecho que es poder expresarnos, encontrarnos con la gente y te salen con que tenes que pagar un canon, por ejemplo, en lugares turísticos o directamente no se puede trabajar, esa es otra problemática.

-¿El cambio es cultural?

-Yo apuesto a lo que trabajo, a lo cultural. Pero eso tiene que ir de la mano de lo organizado, apostar a lo colectivo, construir colectivamente formas de sostenernos, de profundizar siempre con otres. Yo puedo especializarme en lo que hago, pero si no le pongo fuerza políticamente a eso queda en una práctica individualista. Yo siempre apuesto a la organización de lo que sea, desde el rubro que esté trabajando. Es difícil, porque la fuerza de fragmentación son más fuertes. Pero seguimos ahí activando con nuestras pequeñas grietas.