Censo y discapacidad
Por Pablo E. Cervigni – Ilustración el_fuska
Pasan los años y algunas cuestiones no cambian más. Y es que, entre tanto circo inclusivo, el reclamo de las personas en situación de discapacidad sigue siendo el mismo a pesar de los años, que se nos visibilice y que no todo se reduzca a una sola pregunta que intenta desviar el foco hacia cuestiones que no son importantes en realidad. Cuestiones que terminan siendo irrelevantes en función de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y las ciudadanas que, en este caso, somos personas en situación de discapacidad y que siempre hemos estado y seguimos estando completamente relegados en todos los niveles.
En este sentido, al cuestionario del Censo 2022 le faltaron preguntas directas sobre la discapacidad. Preguntas que realmente sea de interés por la cotidianidad del colectivo. Se indagaron sobre dificultades o limitaciones de un modo demasiado general, lo que impide cualquier tipo de registro más o menos fino de la cuestión. Si bien se estima que entre el 10% y el 15% de la población tiene algún tipo de discapacidad, este censo obvió preguntas que puedan visibilizar esta situación que hoy, al estado y al grueso de la sociedad en general, le siguen pasando por el costado. Y que, en realidad, poco le interesan, ya que este grupo es una acumulación de minorías que durante largos años han sido cada vez más desplazados de la agenda del Estado y de la participación ciudadana en general, bajo la cobertura de la fantasía inclusiva que se queda en los pormenores del problema en realidad.
La empatía en este sentido se queda en una cuestión meramente discursiva. El “reconocernos” es solo una frase más del montón. Un latiguillo que sirve en tiempos de campañas políticas y que siempre aparece en estos tiempos, pero solo en los folletos. De ahí, no pasa nunca. Existe, pero carente de significado real, repleto de hipocresía detrás del disfraz de un espíritu de unión, aceptación, visibilidad, inclusión e intenciones de brindar el tan ansiado acceso pleno.
Si bien ya es tarde para plantear modificaciones en el Censo, o como este encaró a la sociedad en su totalidad, no es tarde en cambio para plantear cierta desilusión sobre cómo se llevó a cabo finalmente el mismo. Y sobre la necesidad imperiosa de que, en este sentido como en tantos otros, se comiencen a consultar a las propias personas en situación de discapacidad sobre cómo deberían ser abordados y cuáles son los puntos fuertes a la hora de hacer preguntas sobre este colectivo en plena construcción que aun lucha por una identidad unificada pero que tiene necesidades muy claras.
En este sentido y según Alejandro Cytrynbaum, presidente de ASDRA (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina), el Censo 2022 podría haber sido una oportunidad para actualizar, de modo extensivo a toda la población, la estadística sobre discapacidad. El término no estaba presente en todo el cuestionario censal y que, dicho sea de paso, nunca lo estuvo, más allá de los intentos forzados de inclusión en cuanto a términos que intentan hacer alusión a la misma. Pero que no alcanzar para conceptualizar la cuestión como debiera ser, o al menos de un modo en que el colectivo se sienta identificado:
Embebida del particular aire de cada época, ese ítem pasó por distintas instancias: desde -en los primeros censos del siglo XIX- el uso de descalificativos (hoy aberrantes) que aludían a condiciones psiquiátricas hasta cierto punto “aceptadas” (opa, idiota, cretino, estúpido), hasta la consulta por la “incapacidad” como justificativo del “desempleo”, en el censo de los años ’60 y hagamos un poco más de historia, ya que solo el censo de 2001 incluyó la palabra “discapacidad”. Fue en la pregunta “¿En este hogar, hay alguna persona…”? Las opciones eran: “sorda o que necesite audífono?”, “ciega de uno o de los dos ojos?”, “que le falte o tenga atrofiados brazos, manos o piernas?”, “muda o con problemas graves para hablar?”, “con retardo o problemas mentales?” y “que tenga otra discapacidad permanente?”. La última opción era “no hay discapacitados en el hogar”.
Cytrynbaum menciono además que: 1) Hay un claro desinterés por visibilizar esta población y 2) Que las últimas veces que ASDRA pidió datos estadísticos a la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) “no contestaron”.
Hablando de inclusión, se podría haber tocado un tema que es crucial para la vida de cualquier ciudadano y ciudadana que además adquiere un rol determinante en las personas en situación de discapacidad y es el laboral.
La ley 25.689 obliga al Estado nacional y a todos sus organismos a emplear personas con discapacidad, de modo que se cubra no menos del 4% del personal y eso no se cumple.
¡Obviamente que están en deuda con las personas en situación de discapacidad! Esta ley existe hace más de 40 años y no se cumplió nunca. Hay que hacer una transformación cultural muy grande. Pero no es solamente que el Estado cumpla la ley del 4%; necesitamos que de esta cruzada participen todos los sectores: el privado, el cooperativista, toda la sociedad en su conjunto tenemos que cambiar la mirada. No solo porque tenemos aún una mirada conservadora y prejuiciosa del otro que nos atrasa, sino porque también son oportunidades de crecimiento que se pierden en el camino por el miedo a lo desconocido.
Ocho de cada diez personas con discapacidad están desempleadas y no es que simplemente pidamos que el censo incluya una pregunta. Se estima que entre el 12% y el 15% de la población tiene algún tipo de discapacidad.
Duele que digan “conozcámonos” como parte de un slogan nacional y no nos incluyan como sujetos de derechos. La pregunta en cuestión, la que aun y con el paso de los años es una cuenta pendiente sin resolver para un gran número de ciudadanas y ciudadanos argentinos, es imprecisa, insuficiente y que además utiliza eufemismos (dificultad y limitación) que contradicen los lineamientos de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (Unesco, 2008). Es tan vaga en realidad que no necesariamente es una pregunta que debería o podría responder una persona en situación de discapacidad, sino que cualquier persona con alguna pequeña dificultad de las más comunes como por ejemplo presbicia, podría contestarla, lo cual no está mal pero que cambia absolutamente el enfoque estadístico y de visibilización sobre la cuestión.
El consenso en ese sentido es claro: usar la expresión “personas con discapacidad”. “Ni capacidades especiales ni personas especiales, ni nada de eso”. Es una cuestión metodológica. Cuando se habla de dificultad o limitación se apunta a conocer las barreras que la persona enfrenta todos los días, que es como se concibe internacionalmente la discapacidad, teniendo en cuenta que, en este sentido, tampoco hay un entendimiento pleno sobre nuevos paradigmas en cuanto a discapacidad se refiere en donde las barreras en realidad están en la sociedad y no en las personas, siendo la sociedad la que tiene que brindar en definitiva el libre acceso y no la persona adaptarse a la sociedad inadaptada.
Finalizando y para brindar algunos datos cuantitativos al respecto de la cuestión el Registro Nacional de Personas con Discapacidad cuenta, al 2 de marzo de 2022, con 1.503.779 personas con Certificado Único de Discapacidad (CUD) vigente. El 26% de los certificados corresponden a personas con discapacidad físico-motriz: casi el 9% son de origen sensorial auditivo; 5%, de origen sensorial visual; 7%, físico visceral. El 8,6% son certificados que reportan discapacidad intelectual. Y casi 24%, discapacidad de origen mental. Pero hay un 19% de personas que tienen discapacidad con más de un tipo de deficiencia de origen.
Que estos pocos e insuficientes datos existan no tira por la borda la importancia que hubiera tenido incluir una consulta en el Censo. Y esto es por el enorme sub-registro de casos que existe, ya que según las organizaciones internacionales siempre se habla del 10% de la población con algún tipo de discapacidad y esto significa, entonces, que se está trabajando sobre un tercio del asunto, nada más.
Mientras en Argentina vemos 1,5 millones de personas con discapacidad, habría entre 4 y 5 millones y aquí es en donde se sigue perpetuando una invisibilización de siglos que si bien para los focos se está luchando para que desaparezca en los papeles se siguen perpetuando todos los estigmas de siempre, es el momento de cambiar la forma de percibir a las personas en situación de discapacidad, directamente es hora de comenzar a percibirlas porque aquí estamos y somos parte de la misma sociedad.