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Fiestas para unos pocos

Una crónica, con mirada crítica, sobre aquel martes 22 de julio en Córdoba ciudad, donde se realizaron La Derecha Fest y La Pueblada Fest.

Por Lea Ross

Apenas llego al Hotel Quórum, cerca de la circunvalación de la ciudad, un guardia de seguridad discute con un joven que grita “¡¿Quién está a cargo de esto?!”. Quien recibe el grito me dice que el sujeto quería entrar sin pagar. El quejoso manifesta que el personal le respondió de una manera agresiva. Adentro, ya arrancaba La Derecha Fest, con la esperada llegada del presidente Javier Milei.

Como se trata de un evento político que añora tener el espacio lleno, y que en ningún momento se anunció la frase marketinera “Entradas agotadas”, algunos calcularon que les permitirían ingresar gratuitamente. Eso pensaron Jorge y Mariela, una pareja de Santa Fe, que está vacacionando en Córdoba, pero que tampoco pudieron entrar. “Es el único proyecto viable, y el único que puede dar resultados”, me comentan sobre la gestión nacional, aunque reconocen que perjudica a algunos: “Ojala la gente pueda aguantar”. Al igual que acá, consideran que los gobernadores van a contramano al pretender aumentar los impuestos provinciales. De hecho, consideran que Maximiliano Pullaro es peor que los anteriores.

En Córdoba, La Libertad Avanza tiene la victoria asegurada para las elecciones legislativas de octubre. Pero en Santa Fe, han estado muy flojo en distintas contiendas electorales. “Es que el oficialismo de allá tiene más aparato, compran voluntades”, sostiene la pareja santafecina.

-¿Y además de Milei, conocen al resto de los expositores que hablarán?, les pregunto.
-Sí, sí. A Agustín Laje, por ejemplo. A él también lo queríamos ver.
-¿Y leyeron sus libros?
-Mmm… no, solo vemos por los medios.

Ante todo: la inflación

No hay dudas que la baja de la inflación es el principal argumento de los asistentes cordobeses a La Derecha Fest para demostrar que el Lord Jamón cumplió con sus promesas de campaña. En el índice de precios al consumidor (IPC), que manejan desde la Dirección General de Estadísticas y Censos del estado provincial cordobés, la inflación de enero a junio de 2025 en Córdoba fue del 16,3%. Pero la comida estuvo por arriba del promedio: más del 18%, empujado por aceites y carnes, con un promedio del 27% cada uno. Eso se compensa con la deflación en frutas (-1,9%) y verduras (-0,8%). Algo curioso con las bebidas: las alcohólicas (+7,6%) subieron a la mitad que las no alcohólicas (+14,8%), cuando la tendencia era a la inversa en la era pre-Milei. Algunos almaceneros advierten que las gaseosas Coca-Cola siempre toman la delantera cuando hay que especular.

Lo que más subió en Córdoba fueron los servicios de protección personal (+41,6%), las actividades educativas no formales (+34,3%); y le siguen el suministro de agua y cloacas (+33,7%), fruto del aumento de tarifas. Lo que se volvió más accesible son la ropa (+4,9%) y los calzados (+7,2%), como así también los electrodomésticos grandes para el hogar (-3,4%) o las cámaras filmadoras (+3,2%).

Sin embargo, las mismas estadísticas advierten que todos meses, salvo marzo, la evolución de ventas en los principales centros comerciales del Gran Córdoba tienden a la baja, incluyendo shoppings, tiendas de ropa y centros de electrónica. La explicación está en que el país vive una inflación medida en dólares, donde el ajuste achicó la presencia de pesos, pero no fue compensada con la llegada de más dólares. Y los que sí llegaron, fueron cedidos para los viajes al exterior, para la compra de importaciones o para comprar inmuebles o automóviles. Eso genera la ilusión de que la inflación baja, pero que la plata que se tiene es insuficiente. De ahí las advertencias del Centro de Almaceneros de Córdoba, donde confirmaron que varias familias decidieron endeudarse con la tarjeta para poder comer. La esperanza está puesta en que lleguen los nuevos dólares del Fondo Monetario Internacional y aumentar las tasas de interés de títulos de deuda para estirar el panorama hasta las elecciones. Después de esa fecha: vemos.

El corralito

Otro forzudo, contratado por la seguridad privada para La Derecha Fest, tiene que andar atendiendo y preguntando desde su walkie-talkie con quién tenemos que hablar para que desde prensa nos dejen entrar. Su humilde servidor había enviado el pedido por el email del evento, incluso antes que se difundiera por las redes sociales.

El hombre de seguridad logra recibir la ubicación de la persona que tiene la lista de acreditaciones y me apunta el camino que tengo que recorrer para alcanzarlo. “Ojala logres entrar”, me responde, a quien le agradecí por la ayuda. En el paso, se contemplan un fuerte aparato de seguridad, donde está incluida Gendarmería, armados hasta los dientes, y otros equipos que iban desde policías hasta bomberos.

Mi paso llega hasta la parte trasera del hotel. Hay una cola personas que pagaron la entrada. Cada uno es sometido por dos guardias que los revisan con un detector de metales. Hay dos personas solitarias encargadas de atender a la prensa, pegados a unas rejas que están a unos 50 metros del hotel. Los sujetos revisan la lista de los acreditados; alcanzo a ver que es demasiado corta como para un espectáculo de estas características. Mi nombre no aparece. Aún así, me informan que a los periodistas les piden que estén pegados a un corralón a la espera de una respuesta. El único que estaba en este rebaño era Iñigo Biain, el director de noticias empresariales InfoNegocios.

-¿Pero va a venir el que se encarga de atender a la prensa?, les pregunto.
-No, nos dará el aviso desde el comunicador.
-Pero si mi nombre no aparece, ¿quiere decir que aún así no me dejarían entrar al hotel?
-Y no.

Preferí retirarme. Me entero que Iñigo logra entrar, pero porque justo consiguió un contacto suyo que le dio un QR para simular una entrada paga. Paralelamente, es expulsada Melisa Molina desde adentro del evento, al ser detectada como periodista de Página/12.

Según los informes anuales de Reporteros Sin Fronteras, Argentina cayó en su peor escalón del siglo en materia de libertad de prensa. Para este año, en base a relevamientos de 2024, pasó del puesto 60 al 87, dentro de 180 naciones relevadas. Esto no incluye a hechos recientes como la situación del fotógrafo Pablo Grillo o las denuncias mandatario contra determinados comunicadores. La siguiente tabla, elaborada para el portal Striptease del Poder, expone las ubicaciones anuales de nuestro país en el podio según los datos manejados históricamente por la organización.

Intermedio

Para viajar de La Derecha Fest a La Pueblada Fest, no consigo un colectivo y termino enojadísimo con la aplicación de la Municipalidad de Córdoba sobre los horarios de los bondis. Ante el riesgo de lo que puede costar un taxi, elijo un Uber. El chofer me comenta que trabaja en el “sector automotriz”. En realidad, en una metalmecánica que provee a Toyota. Está en suspensión temporal y lo compensa con estos viajes. Considera que “los japoneses” trabajan mejor si se lo compara con los de Nissan, después de que anunciaron su retiro de la provincia. Sobre la polémica del intento municipal por regular las apps de transporte, y que ha generado un conflicto entre taxistas y choferes blue organizados, él no cree que eso lo perjudique demasiado si se aprobara: “Lo que sí es cierto es que los cordobeses están hartos de los tacheros. Yo creo que tenemos derecho a elegir cómo transportarnos”.

Hablamos de la macroeconomía, de la microeconomía, de los grises en ciertos conflictos locales, de las vivencias, y de las supervivencias. De los festivales, nunca tratamos el tema.

Contra-festival

Con mucha difusión en los medios de comunicación, incluso desde Buenos Aires y con líneas editoriales progres, se realiza como contrapartida La Pueblada Fest, en la plaza Colón del barrio Alberdi, aunque más cercana al centro de la ciudad. Organizada por agrupaciones culturales, la convocatoria genera mucha satisfacción.

Ante un escenario con distintas bandas, los presentes también contemplan mesas que ofrecen distintas productos artesanales. Muchos stickers, banderas e imágenes alusivas al peronismo, al kirchnerismo, a “Cristina Libre”, a “Milei Culiadazo”, entre otros. Alguna pancarta de “Palestina Libre” se deja ver. Una bandera negra flameada con el símbolo del anarquismo se contrasta con lo que ocurre en el piso. Un estudiante de astronomía, con su cara cubierta, me entrega un volante de la Sociedad de Resistencias Oficios Varios Córdoba”. “Frente al deseo individual de unos pocos, oponemos la fuerza y la organización colectiva”, dice.

Una olla prepara mate cocido, atendida entre otras por una pibe con una remera roja con las siluetas de Engels, Marx, Lenin, Stalin y Mao. Algunos pocos metros, un adulto cincuentón sostiene un cartón con la frase: “Ni yanquis, ni marxistas. Peronistas”. Otros dos caballeros charlan conmigo, interesados en hablar con un periodista. “Yo en los setenta era de la izquierda nacional. Pero a esta altura te puedo decir que, para mí, Montoneros y ERP fueron financiados por la CIA para traerle problemas al peronismo”, me comenta uno de ellos. Mientras los escucho, también se oye las voces de las conductorxs del evento, ambas integrantes de las organizaciones de las diversidades LGTB+.

Si Agustín Laje estuviera aquí, podría afirmar que La Pueblada Fest encarna las dos caras de una moneda. En su libro Globalismo, que está siendo vendido desde adentro de La Derecha Fest, establece que así como el progresismo demanda que haya fondos para solventar derechos humanos, el wokismo declama que toda relación humana es opresiva, desde el patrón-obrero, el padre-hijo hasta el hetero-homosexual. Para Laje, lo progre y lo woke exigen mayor intervencionismo del Estado para saldar sus demandas, lo que genera una “inflación” de derechos, que lleva mayor impresión de billetes, generando devaluación y más inflación. De ahí la clave para ellos de recurrir a la “batalla cultural” para desarmar ese supuesto brete, y no tanto para “ocultar” los problemas económicos existentes.

Cuando se lanzó La Pueblada Fest, su humilde servidor publicó en las redes sociales sobre el límite de resistir en base a la receta de la vecina de Esperando la Carroza: “Yo hago puchero, ella hace puchero. Yo hago ravioles, ella hace ravioles. Yo hago un festival, él hace un festival”. Es decir, ir por detrás a lo que hace el gobierno. Uno de los organizadores me contestó en privado: “Coincido con vos. Pero es una desesperación la inactividad, donde lo tradicional es siempre movilizar. La izquierda solo propone marchar. Nosotros, por lo menos, pensamos algo desde lo cultural. No alcanza con la confrontación. Hay que proponer algo. Pero es muy difícil con el desencanto”. Terminada La Pueblada Fest, sus organizadores aseguran que convocaron más personas que La Derecha Fest. Para ellos, la audiencia es sinónimo de electorado.

La batalla cultural, desde La Pueblada Fest, se basó en el testimonio de científicos, docentes, trabajadores y personas jubiladas organizadas denunciando su situación. En cambio, para La Derecha Fest, la clave fue hablar de cultura, feminismos, historia, arte, economía y política.

Para el día de mañana, el autor de este artículo tomará un colectivo desde el barrio Alto Alberdi. En un asiento, un joven con los auriculares puestos mirá en su celular una exposición de Javier Milei. Es un material recientemente subido por La Derecha Diario, donde tienen la exclusiva de mostrar entero las intervenciones de La Derecha Fest.

Decodificar la diferencia de ambos festivales no es menor.