Volver al Poder Popular
La noción de Poder Popular es parte del ADN de las organizaciones surgidas en las últimas décadas en Nuestra América, aunque su potencia se fue diluyendo. En tiempos de crisis y nuevos desafíos, Pablo Solana propone un breve repaso por la historia reciente para reactualizar debates estratégicos y retomar impulso.
Por Pablo Solana* | Ilustración: @nico_mezca
En Colombia, los movimientos sociales plantean que la asunción de Gustavo Petro y Francia Márquez brindará “la posibilidad inédita no solo de ser gobierno desde las instancias institucionales, sino de abonar el terreno de construcción del Poder Popular”. En Venezuela, hace algunas semanas, el 21 de junio pasado, el Movimiento de Pobladores y Pobladoras incluyó en el pliego de demandas de una movilización “la transformación integral de nuestros barrios, sus servicios, la industrialización comunal y sistemas constructivos del Poder Popular”. Hace un año, en el Chile insurrecto la vocera de la organización Ukamau, Victoria Herrera, planteaba que “las cooperativas y las ollas comunes son experiencias de Poder Popular”. En México, la Organización Popular Francisco Villa afirma que “frente a las dificultades, la mejor opción es la organización, la autonomía, la autogestión que fortalece el Poder Popular que durante muchos años hemos construido”. Guilherme Boulos, líder de los Sin Techo de Brasil que estuvo recientemente en Argentina, contó que suelen hacer talleres de formación política con cartillas sobre Poder Popular del intelectual militante Plínio de Arruda Sampaio.
Las experiencias más novedosas y más dinámicas de Nuestra América en las últimas décadas pueden hilvanarse a través de la noción del Poder Popular. Sin embargo, en los últimos años el concepto corre el riesgo de quedar desdibujado, convertido en consigna. Se trata de un curioso caso en la cultura de izquierdas, en el que la práctica social parece ir por delante de la necesaria sistematización teórica que la refuerce y la proyecte.
La deriva argentina
Al calor de la rebelión del 2001 y después, las nuevas organizaciones populares hicieron un esfuerzo por pensar las luchas y sistematizar las ideas que pudieran retroalimentarlas y darles perspectiva estratégica. Pero, con los años (y con las sucesivas crisis de las organizaciones de la “nueva izquierda post 2001”) la noción de Poder Popular parece haber quedado confusa, o directamente en desuso.
Cuando sistematizamos el concepto de Poder Popular, hace ya varios años, vimos que tiene sus antecedentes en otros momentos históricos.
En una cartilla de formación del año 2006 que llevaba por título, precisamente, Construcción de Poder Populari, el Frente Popular Darío Santillán rescataba el concepto como correlato de las nociones que guiaron experiencias revolucionarias pasadas. Allí se rescatan una serie de luchas emancipatorias en las que esa noción encuentra sus raíces: la idea de doble poder en torno a la revolución rusa y los soviets (1917); los concejos obreros en Italia (1919-21); las colectivizaciones durante la Guerra Civil Española y la influencia de las ideas anarquistas (1936-39); las zonas liberadas que lograron las fuerzas insurgentes en los procesos revolucionarios de China (1927-49), Argelia (1954-62), Vietnam (1955-75) o Cuba (195359); los debates que propusieron las organizaciones guerrilleras como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria –MIR– de Chile o el Partido Revolucionario de los Trabajadores –PRT– en Argentina (primera mitad de la década de 1970) en torno al doble poder, el poder obrero o usando directamente la expresión Poder Popular.
En esa cartilla también se destacan procesos contemporáneos, como los municipios autónomos impulsados por el EZLN en México (conocidos de forma pública a partir de 1994), las ocupaciones y cooperativas campesinas del MST de Brasil (desde mediados de los 80), las experiencias de organización autónoma de cocaleros y campesinxs en Bolivia (en las últimas décadas) y las comunas bolivarianas en la Venezuela chavista (hacia finales de la primera década de este nuevo siglo).
En ese contexto la cartilla valora las “experiencias de asambleas, movimientos de desocupados o fábricas bajo gestión de los trabajadores que surgieron en los últimos años en nuestro país, potenciadas fuertemente por la rebelión de diciembre de 2001”.
De la mano de los hechos históricos, el texto va mencionando los referentes teóricos que sistematizaron esas ideas: León Trotsky sobre los soviets en la revolución rusa, Antonio Gramsci en torno a la hegemonía a partir de las experiencias obreras italianas, Rosa Luxemburgo y el debate sobre la organización, Mario Santucho y el doble poder, etc. En otras cartillas similares, el Frente Popular Darío Santillán abordó las tradiciones revolucionarias en América Latina, centrando el estudio en los aportes teóricos de figuras como José Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara o John Willam Cookeii. Y en otra serie, la formación teórica en torno al marxismo y el pensamiento crítico.iii
Esta somera enumeración es una invitación a profundizar en esas experiencias históricas e ideas que se desarrollaron al calor de aquellas luchas. Como material de divulgación o insumo para la formación de base, esa cartilla sobre Poder Popular sigue siendo un buen punto de referencia.
Hay trabajos más exhaustivos, como el libro que compilaron Miguel Mazzeo y Fernando Stratta, Reflexiones sobre el poder popular (2007)iv o El sueño de una cosa. Introducción al poder popular (2007)v, de Miguel Mazzeo. Ambos compañeros conceptualizan en gran medida el debate colectivo que se daba al calor de la práctica militante de entonces.
Sintéticamente, sobre la noción de Poder Popular, en aquel momento definíamos:
* Construir Poder Popular tiene un sentido prefigurativo. Implica desarrollar relaciones sociales a partir de la solidaridad, la reciprocidad, la autogestión, entre iguales. Nuestras prácticas tienen que ir definiendo la sociedad que queremos, desde el hoy. La nueva sociedad sin explotadores ni explotadxs no surgirá mágicamente después de la revolución, sino que tendrá que ir prefigurándose en nuestras lógicas cotidianas, incluso en los criterios antiburocráticos de construcción de las organizaciones sociales y políticas.
* Esta idea de construcción de Poder Popular se vuelve estratégica, en tanto que define un camino distinto a las vías revolucionarias que primaron en el siglo XX de “toma del poder”, por un lado, y también de las concepciones del “antipoder” o del basismo que reniega de la disputa política, por otro.
* Para que eso sea así, habrá que construir Poder Popular en la perspectiva de disputa del poder, es decir, de “hacer política”, “acumular fuerzas”, no quedarse en las experiencias locales o solo sectoriales. En el marco de la lucha de clases, no hay conquistas inamovibles: si las fuerzas populares no avanzan, las clases dominantes avanzarán sobre los derechos y las condiciones de vida de las mayorías.
* Esa vocación por disputar poder, proyectada en sentido anticapitalista (estratégico, revolucionario), implica el desarrollo de un poder social alternativo a la institucionalidad de las clases dominantes, la construcción de una contrahegemonía de las clases populares en antagonismo con los valores de la burguesía, sabiendo que esto deberá desarrollarse en un “ecosistema hostil” de predominio de las lógicas capitalistas, individualistas y posibilistas en todos los ámbitos: el trabajo, el Estado, etc.
Básicamente, esas eran las ideas-fuerza que sostenían nuestra definición de Poder Popular, las que nos resultaron fundamentales para consolidar las nuevas organizaciones que surgieron después del 2001.
Pero a 15 años de aquellas definiciones, cabe preguntarnos: ¿Cómo maduraron esas ideas? ¿cómo fueron repensadas, reelaboradas, al calor de las experiencias que hicieron las organizaciones populares desde entonces hasta hoy?
En Argentina, las expresiones asamblearias, piqueteras, cooperativas, obreras y estudiantiles, y las organizaciones sociales y políticas que, a partir de sus prácticas, permitieron conceptualizar esas definiciones, tienen un largo y variado recorrido hasta nuestros días. Sin embargo, parece no haberse sostenido una producción teórica que acompañe ese devenir.
El conjunto de ideas que logró sistematizarse de aquellas prácticas fue potente, y cubrió un espacio necesario de producción teórica para sustentar nuevos caminos de lucha que no encontraban orientaciones válidas en las teorías de las izquierdas del siglo anterior. Por eso esas ideas, esos libros y cartillas de formación traspasaron fronteras y fueron una referencia para otros movimientos populares del continente. Esa misma solidez conceptual es la que nos permite seguir tomándolas como referencia, aun cuando sepamos que deben ser reactualizadas al calor de las nuevas realidades y nuevas experiencias acumuladas.
Para responder a la inquietud sobre la actualidad –o, mejor dicho, la necesidad de actualizar– los debates y concepciones sobre Poder Popular, será útil historizar mínimamente los 20 años que pasaron del 2001 a hoy.
La izquierda “nueva”, “autónoma”, “independiente” o “popular”, del 2001 a nuestros días
La efeméride redonda de los 20 años facilitó la recuperación de cierta memoria aletargada y la elaboración de algunos balances en torno al 2001 y lo que vino. En el libro 2001. No me arrepiento de este amor. Historias y devenires de la rebelión popularvi (2021) proponemos una recuperación de militancias y hechos que permiten comprender aquel proceso desde un costado más humano, vivencial. Pero en torno a los 20 años se publicaron otras producciones centradas en el análisis histórico y el debate teórico. El libro editado en dos tomos El pecho en la rutavii, de Nicolás Salas, militante platense de la organización Marabunta, aborda los orígenes y el desarrollo de las organizaciones piqueteras hasta el 2001 (Tomo I), y durante el breve gobierno de Eduardo Duhalde y la Masacre de Avellaneda (Tomo II). Se trata de un registro histórico muy útil para comprender las experiencias del movimiento piquetero que dieron vida a las organizaciones de la nueva izquierda de ahí en más. Otro libro publicado recientemente, 8 hipótesis sobre la nueva izquierda post 2001viii, de Lisandro Silva Mariños, quien años atrás militó en organizaciones guevaristas como Venceremos o Abriendo Caminos, rescata documentos y caracteriza las distintas posiciones al interior del variado espacio de la “nueva izquierda post 2001” con precisión analítica y rigurosidad.
Desde otro espacio político, Mariano Pacheco, exmilitante en aquel entonces de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón y ahora del Movimiento Evita, aborda un balance del mismo período en el libro Desde abajo y a la izquierda. Movimientos sociales, autonomía y militancias popularesix (2019). Por fuera del registro de la “nueva izquierda”, pero con igual interés en dar cuenta de la experiencia de las organizaciones populares que surgieron durante los últimos 20 años, se destaca el libro Historia del Movimiento Evita. La organización social que entró al estado sin abandonar la callex (2019) del compañero Francisco Longa.
A los fines de caracterizar el período que nos ocupa, podemos tomar la denominación “nueva izquierda post 2001”, con la que Silva Mariños engloba al conjunto de experiencias que nacen “de la confluencia entre la vanguardia del movimiento piquetero y el activismo estudiantil en auge”. Dentro del heterogéneo movimiento de trabajadores desocupados, aportaron a esa nueva izquierda, en su momento fundacional, los Movimientos de Trabajadores Desocupados de la CTD Aníbal Verón, el Movimiento Teresa Rodríguez, la Unión de Trabajadores Desocupados de Mosconi, a diferencia de las expresiones vinculadas a las centrales sindicales o los partidos de izquierda, como la Corriente Clasista y Combativa –CCC-, la Federación de Tierra y Vivienda –FTV– o el Polo Obrero. Otras expresiones valiosas del espacio independiente surgieron después, como el Movimiento Popular La Dignidad, el Frente de Organizaciones en Lucha –FOL–, las organizaciones rurales que confluyeron en el Movimiento Nacional Campesino Indígena –MNCI– o la Unión de Trabajadorxs de la Tierra –UTT–. En el caso del otro afluente señalado, el movimiento estudiantil, fueron variadas las organizaciones independientes de izquierda que surgieron en las universidades de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Mar del Plata, Córdoba o Comahue. Como ejemplo, podemos mencionar al ´Frente 20 de diciembre´, un espacio en el que un conjunto de organizaciones independientes confluyó con las fuerzas de la izquierda tradicional para ganar la conducción de la Federación Universitaria de Buenos Aires, hecho que se dio con las brasas del 19 y 20 aún calientes, antes que terminara ese convulsionado año de la rebelión.
Esa “nueva izquierda post 2001” englobó a un amplio conjunto de experiencias sociales, políticas y organizativas que se identificaban de algún modo con la izquierda, pero que a la vez tomaban distancia de los partidos tradicionales (en aquel entonces, los más notorios eran el Partido Comunista Revolucionario –PCR–, Partido de los Trabajadores Socialistas –PTS–, Movimiento Socialista de Trabajadores –MST– y Partido Obrero –PO–) y también rehuían considerarse como el “costado izquierdo” de otros referentes ideológicos del campo popular (izquierda peronista, nacionalismo popular revolucionario). El caso del Frente Popular Darío Santillán –FPDS–, surgido en 2004, es paradigmático: reunió a un importante caudal de movimientos de desocupados con otros agrupamientos cuya militancia provenía del PC, como la agrupación estudiantil Santiago Pampillón de Rosario, con quienes venían de experiencias más cercanas al peronismo, como la revista Retruco, del nacionalismo popular revolucionario, como el grupo en el que militaba Darío Santillán, y del trotskismo, como la agrupación Cimientos. Tenían un factor común: sin renegar del pasado, les unía la certeza de que en términos ideológicos, políticos e incluso orgánicos había algo nuevo por parir, que no encontraba cauce en las estructuras ni en las ideas tradicionales de la “vieja” política. A esos sectores se sumó militancia cristiana, anarquista, y sobre todo nuevos y nuevas activistas juveniles que empezaban a volcarse a la lucha y a la organización sin experiencias previas.
Durante los años posteriores a la rebelión se constituyeron otros agrupamientos en el marco de esa nueva izquierda. Lo hicieron con mayor o menor diversidad ideológica de origen, pero en cada caso buscando articular coordinaciones que excedieran lo sectorial y se proyectaran políticamente, como sucedió con La Brecha, la COMPA, el Espacio Humahuaca, la Federación de Organizaciones de Base –FOB–, o el Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social –Mulcs–.
Dentro del abanico de esa “nueva izquierda post 2001” hubo de todo. Con el tiempo el rótulo de izquierda autónoma quedó asociado al autonomismo (y sus ecos anti-organización, en algunos casos con sesgos de antipolítica), por lo que algunos MTD que en un principio se sentían cómodos en esa denominación empezaron a desmarcarse. Otros movimientos se identificaban como de izquierda independiente, en referencia a la independencia que mantenían respecto a los partidos políticos y los sindicatos, pero eso hacía ruido con otros aliados que adscribían a alguna corriente sindical o cuestionaban que esa distancia tuviera que ser una cuestión que dividiera aguas. En 2014 surgió una nueva denominación dentro del amplio espacio: izquierda popular. Bajo esa identidad específica un conjunto de organizaciones terminó conformando en ese año el Movimiento Popular Patria Grande. Desde el resto de las expresiones de la “nueva izquierda post 2001”, se señaló que el abandono del adjetivo “independiente” con el que gran parte de esos grupos se solían identificar implicaba un viraje hacia la pérdida de independencia política; lo cierto es que, efectivamente, este sector terminó vinculado a formas de participación electoral asociadas a los partidos tradicionales, en particular por medio de frentes con el kirchnerismo / peronismo.
Con distintos énfasis e intensidades, las diversas expresiones de esta variopinta “nueva izquierda post 2001” dieron cuenta de los hitos que se fueron sucediendo en los 20 años hasta nuestros días. En general, tomaron como propia la irrupción del Ni una menos (2015) y la potencia de las luchas feministas (muchas de las cuales tuvieron una impronta de origen en la militancia de estos propios espacios) e incorporaron el feminismo popular como lineamiento prioritario. Unas y otras vertientes de esta “nueva izquierda” jerarquizaron la importancia de las luchas ambientales y por el territorio, que habían estado presentes en sus definiciones desde siempre, pero sin un peso determinante.
Los sectores más identificados con el nacionalismo popular reforzaron su inclinación latinoamericanista a partir de su valoración del chavismo, pero en particular a partir de la cumbre de Mar del Plata que dio por tierra con el proyecto ALCA de los EEUU (2004); estos mismos sectores profundizaron una relectura valorativa del kirchnerismo a partir del conflicto con las patronales agroexportadoras (2008), la ley de medios, las estatizaciones parciales y el reconocimiento de derechos (“numerosxs jóvenes que no vivieron el 2001 se sintieron convocadxs por una política estatal activa y la construcción de nuevas identidades nacionales o progresistas ligadas al kirchnerismo”, explica el Frente Patria Grande en una cartilla). Aunque el desarrollo de la Economía Popular no es exclusivo de este sector, la sistematización del concepto y el diseño de políticas específicas (de lucha, de organización y de gestión) bien puede asociárseles. La existencia de la Unión de Trabajadorxs de la Economía Popular (UTEP, nacida en 2011 como Central…, CTEP), es un ejemplo de esa priorización.
Todos estos “hitos” fueron remoldeando la militancia de los distintos espacios. ¿En qué medida incidieron esos cambios políticos, y de composición de las organizaciones, en las definiciones ideológicas? ¿Siguen sosteniendo, quienes pusieron más énfasis en la participación electoral y la gestión estatal, las mismas coordenadas estratégicas? Quienes reafirmaron su confrontación o prescindencia respecto a esas lógicas, ¿vieron ratificadas en la práctica, en la consolidación de sus organizaciones, esas decisiones?
Retomar el debate estratégico, volver al Poder Popular
Más allá de su mención a modo de consigna en posicionamientos de coyuntura, abordajes sobre ejes específicos o de reafirmación de principios políticos, no parece haber en los últimos años elaboraciones más sustanciales en torno al concepto de Poder Popular.
Esta carencia de debate estratégico no está disociada de la crisis de las distintas organizaciones. “El grueso del espacio político de la llamada nueva izquierda o izquierda independiente está en la actualidad agotado”, concluye Silva Mariños en la octava hipótesis que cierra su libro. Más allá del diagnóstico severo, el compañero rescata los aportes que esta “nueva izquierda” irradió al conjunto del campo popular. Por ejemplo, haber incorporado “a la agenda de la izquierda miope y del autonomismo corporativista un conjunto de reclamos sectoriales capaces de ser anclados en una disputa antisistémica”, en referencia a la lucha ambiental, los feminismos y la economía popular. El autor concluye que, si bien existe un cierre de una primera etapa de la nueva izquierda, “eso no implica la extinción de tal proyecto en Argentina”, ya que “aún continúa vigente la necesidad de estructurar un espacio político que supere a la llamada izquierda tradicional sin nutrir las filas del reformismo local”.
Las diferencias al interior del heterogéneo espacio de la “nueva izquierda post 2001” son notorias, por lo que es de esperar que los balances también sean disímiles.
* * *
Este repaso pretende ser apenas un recordatorio, una guía de lectura de los textos que se fueron mencionando, con el objetivo de alentar nuevas elaboraciones a la altura de los tiempos y los desafíos que corren. Una invitación a reactualizar ideas y horizontes, para retomar impulso.
Se avecinan tiempos de crisis y nuevos desafíos. La breve historia de los últimos 20 años que repasamos tiene algo para decirnos sobre eso. Además de vocación de lucha, en momentos donde se abren posibilidades de cambio, la consolidación ideológica de la militancia resulta fundamental.
* Pablo Solana es militante popular argentino, exintegrante del Frente Popular Darío Santillán. Actualmente es editor de la Revista Lanzas y Letras y La Fogata Editorial (Colombia).
REFERENCIAS – RECURSOS EN LA WEB
- Frente Popular Darío Santillán (2006). Construcción de Poder Popular. Buenos Aires, edición propia. Disponible en https://bit.ly/FPDS–PoderPopular
- Frente Popular Darío Santillán (2008). Tradiciones revolucionarias en América Latina. 4 cartillas. Buenos Aires, edición propia. Disponibles en https://bit.ly/FPDS–TradicionesRevol
- Frente Popular Darío Santillán (2009). Marxismo y pensamiento crítico. 4 cartillas. Buenos Aires, edición propia. Disponibles en https://bit.ly/FPDS–Marxismo
- Stratta, Fernando y Mazzeo, Miguel (comps.) (2007). Reflexiones sobre el Poder Popular. Buenos Aires, El Colectivo. Disponible en https://bit.ly/Reflexiones–PoderPopular
- Mazzeo, Miguel (2007). El sueño de una cosa. Introducción al Poder Popular. Buenos Aires, El Colectivo. Disponible en https://bit.ly/IntroPoderPopular–2007 Edición con prólogo sobre el Poder Popular en Chile, 2017, Santiago de Chile, Tiempo Robado, disponible en https://bit.ly/IntroPoderPop–Chile
- Fink, Nadia, Vespignani, Florencia, Azcurra, Martín y Solana, Pablo. (2021) 2001. No me arrepiento de este amor. Historias y devenires de la rebelión popular. Buenos Aires, Chirimbote.
- Salas, Nicolás (2021-22). El pecho en la ruta. Orígenes y desarrollo de las organizaciones piqueteras (dos tomos). La Plata, Leguero – Anred.
- Silva Mariños, Lisandro (2021). 8 hipótesis sobre la nueva izquierda post 2021. Buenos Aires, Jacobin América Latina. Disponible en https://bit.ly/8hipotesisNuevaIzq2001
- Pacheco, Mariano (2019). Desde abajo y a la izquierda. Movimientos sociales, autonomía y militancias populares. Buenos Aires, Las cuarenta y El río sin orillas. Disponible en https://bit.ly/DesdeAbajo–Pacheco
- Longa, Francisco (2019). Historia del Movimiento Evita. La organización social que entró al estado sin abandonar la calle. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.