El Tío Pepe
Por efectos del confinamiento queda varado en El Valle un viejo empresario petrolero en viaje amoroso a Neuquen. Parece que la visión de ese otro mundo posible de les jipis es contagiosa.
Por Tomás Astelarra Ilustración: @nico_mezca
Mi amigo Nico se dedica a la informatica en una cooperativa, es un tipo moderno, urbanita de buenas intenciones y un buen pasar económico. Amante de los temazcales y tomas de plantas amazónicas. Anarquista zapatista autonomista de buen vivir.
Su viejo, Pepe, tiene estaciones de servicio en Santa Fe. Por momentos es el típico facho que sostiene que el problema de la Argentina son 70 años de peronismo y las planeras vagas y chorras. Pero en contacto con su hijo y les amigues de todo tipo de a poco a comenzado a abrir ciertas puertitas. Hasta han conseguido meterle en un temazcal y oponerse al aumento de la nafta en medio de la pandemia en medio de una reunión de una asociación de distribuidores de combustible de su provincia. Obviamente lo sacaron cagando.
El otro día el Nico me llama desesperado. Que el boludazo de su viejo se enamoró por internete de una doña mística y apicultura de Neuquen y quiere ir a visitarla. En plena pandemia y con problemas del corazón. En una provincia donde las camas de terapia intensiva están saturadas y les mediques anduvieron bloqueando Vaca Muerta en busca de mejoras salariales. Nico dice que no tiene tiempo para acompañarlo pero le da un poco de miedo. Quizá a mi me pinta un viajectio al sur. Hasta me paga por el laburo de acompañante.
Acepto.
Pepe viaja al Valle a recogerme en el preciso instante en que el gobierno pasa a fase menos dos o tres. Queda varado.
Alquila una cabañita en el barrio y cuyo conserje y cuidador es el Jipi. No tiene mucho que hacer más que chatear con su novia y jugar al TEG con les hijes del Jipi (que ya lo llaman Tío Pepe). En la cabaña no hay luz y sus empresas marchan ordenadas. Cada tanto se queja de que sus inversiones financieras no están rindiendo como antes.
-Ya te dejaron afuera Pepe-le comenta socarronamente el Jipi- El negocio este financiero es para cada vez menos gente, hay que tener cuenta offshore, panama papers y todas esas cosas que tienen las multinacionales, Vicentín y Galperín. Bueno, y toda esa gente que tiene empresas que trafican con el alimento, las vacunas, el entretenimiento digital y la ventas online. Alguna changa con el narcotráfico, los paramilitares y la venta de armas. El petróleo parece que ya no es negocio. Si hasta imaginate que le dejaron a AMLO nacionalizarlo en México.
-Mirá pibe- le dice el Tío Pepe- Sabes que tenés razón. Es increíble con lo poco que ustedes viven y lo bien que están. Hasta me han convencido de la movida esta de los pueblos originarios y las organizaciones sociales. Me costó mucho darme cuenta que toda mi vida fui detrás de una zanahoria que era una farsa para tirar el carro de los corruptos del gobierno.
-Y de las empresas. No te olvides Tío Pepe. Acá las que se están llenando de guita a costa de la muerte de la gente son algunas empresas. A los políticos le dan un vuelto igual que a vos. Y hasta hay alguno que tira un vuelto pa este lado. O mete alguna ley que al menos le pone un poco los puntos a tanta especulación con la muerte de la gente.
-Y si, querido, que querés que te diga. Yo he visto el corazón de la bestia y la verdá que cada vez me cuesta más hablar con aquellos que eran mis amigos, o socios, o que se yo. Hay una insensibilidad, un miedo, que solo se cura viendo atardeceres como este. Hablando con gente como vos, jugando y escuchando a tus hijos. Comiendo estas delicias que hacen por aca, tan sanas y tan baratas. Como que siempre pienso que ustedes le tienen rabia a las empresas, y me parece que es injusto acusar a las empresas alimenticias por la inflación. Pero acá estan los hechos de que se puede producir de otra maneras, sin tantos lujos, sin tanta ostentación, sin tanta disciminación, y encima sano. Si hasta me estoy dando cuenta que tienen razón con esto del feminismo. Veo la televisión, eso que antes me divertía o informaba, como Tinelli, el fútbol que ahora lo juegan entre gases lacrimógenos, o Leuco diciendo que Colombia respeta los derechos humanos y bien que no le dejaron entrar a Grabois por “extremista”, y realmente ya no puedo estar de acuerdo. Todavía no se bien las implicancias que eso trae. Pero empiezo a pensar diferente. Lo que es mucho peor, empiezo a sentir diferente. Empiezo a pensar lo que siento. Es algo muy vertigionoso pero hermoso. Como si hubiera participado de esas ceremonias que va mi hijo. Pensé que eran puras ensoñaciones. Pero hete aquí la realidad.
El Tío Pepe pianta una lágrima, recoge el bareta con le pasa el Jipi, da una larga calada y agrega:
-Hasta he descubierto lo maravilloso del sueño. La renovación del descanso. Y la virtud de los pequeños seres.
-Tío Pepe ¿Querés jugar una canasta?-declama el Querubin desde la puerta de la cabaña empuñando un chapati con miel y una taza de algarroba.
El Tío Pepe me pasa el bareto y camina lentamente, como una especie de gurú de la era de acuario. Se ha dejado el pelo largo y un bigote muy gracioso tipo Emiliano Zapata. Usa desde que llegó unos mocasines viejos, una bombacha de gaucho con el cierre roto que vislumbran unas bombachas de polar naranjas, una camisa azul agrisada de gomero patagónico y un collar de semillas que le hizo el Intian. Por alguna extraña razón siento que no es muy diferente al viejo avaro y gruñon, de apariencia extremadamente acicalada, que yo conocí en un verano del 2004 comiendo un sábalo a la parrilla en la costanera de Rosario. La esencia es ininmutable. Las ideas y sentires que pregonamos, la evidencia de nuestros actos en contraposición con la locura de este necrológico capitalismo que no tiene más desierto que abarcar, parece, lentamente, inundar ciertos corazones como una luz fresca que abre los ojos y nos invita a un nuevo amanecer. Ese otro mundo posible que baticinaron hace rato las cumpas zapatistas que al día de hoy siguen resistiendo las balas paramilitares.
Estas charlas o relatos transcurren en el Valle de Polonia, es decir, Ningunaparte. Son ficción. Ciencia Ficción Jipi. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.