¿Un cordobesista presidente?
Por Lea Ross
El presente cronista cordobés recibe un mensaje de Whatsapp, en medio de una protesta callejera, en plena zona céntrica de la capital cordobesa. No fue escrito por alguien que está viviendo en esta provincia. Dice el mensaje: “El fin de semana pasado, me puse a discutir con un compañero de acá, de una organización de base peronista. Me dijo, textual, que el próximo presidente es probable que sea cordobés”. El mensaje lo recibo en una concentración de decenas de cooperativas y medios comunicación comunitarias, en protesta contra uno de los ministros del poder político cordobés por el no envío de fondos a programas de fortalecimiento cooperativo. Por distintas esquinas, en muchos establecimientos de administraciones públicas, hay carteles de protesta por parte de los empleados públicos. En la vereda de una calle transitada, un sindicalista es detenido por la policía en otra protesta. En un comunicado de las centrales sindicales le “exige al Gobierno de la provincia el cese de inmediato de las acciones represivas” y subraya que “solo pretenden cercenar derechos y provocar el temor y el miedo, para impedir los justos reclamos de quienes no llegan a cubrir sus necesidades básicas con salarios paupérrimos y en condiciones laborales alejadas de la dignidad”. Quienes ocupan un cargo público (empleado, docente, sanitarista, judicial) son los que se predisponen a salir a las calles. Desde el poder político local, se presenta a Córdoba como la provincia que tiene la menor tasa de empleo público del país. Una contracara del Estado omnipresente. Y una perspectiva donde más de uno se pregunta: ¿y si la salida es cordobesa?
De la capital cordobesa, a barrio Palermo, pasando por zona núcleo
Que en algunos espacios peronistas, por fuera de la provincia del fernet con coca, crean que alguien del cordobesismo, sea Juan Schiaretti o Martín Llaryora, pueda ser el próximo en ocupar la Casa Rosada para el año 2027 no es algo que sorprenda quienes se aferran a esa línea parcialmente descremada llamada “randazzismo”. Tampoco lo es cuando se tiene un panorama donde nuevamente han amontonado papelones el PJ Nacional y sus filiales por los resultados electorales legislativos en las provincias de San Luis, Chaco, Jujuy y Salta. A esto se le suma lo ocurrido en la Ciudad de Buenos Aires. Si bien la lista que encabezó Leandro Santoro tuvo un resultado aceptable y con ciertos avances en localidades que antes eran del PRO, su “cordon-sanitarismo” con buenos modales -es decir: pretender ganar sin épica a La Libertad Avanza- tampoco genera expectativas al pretender darle más combustible a eso que alguna vez se llamó “albertismo”.
Por eso esa teoría/anhelo no es solo para algunos militantes orgánicos del peronismo. También lo vienen picando algunos referentes del progresismo palermitano en distintos medios de comunicación. En la edición de este mes de la versión argenta de Le Monde diplomatique, su director José Natanson escribió, tomando una cita de Federico Zapata, el autor del interesante libro Los muchachos peronistas, que “el cordobesismo de De la Sota-Schiaretti ofrece el know how político” para un nuevo proyecto económico, ya que es “un peronismo que optó por construir una propuesta acorde a una sociedad no peronista antes que pretender peronizar la sociedad, que es lo que intentó siempre el kirchnerismo. El peronismo local se hizo cordobés antes de intentar que la sociedad se hiciera peronista”. Sin embargo, el politólogo reconoce que “todavía le falta recorrer un camino”, ya que como “alternativa al capitalismo informal de Milei” choca cuando la figura del chacarero pretende ser exportable a las ciudades “donde reinan los traders y los rappis libertarios. Pero el punto más controvertido es la dificultad para replicar este diseño virtuoso en los conurbanos, que en verdad son la mitad del país”. Opiniones como esa también se lo ha escuchado a Jorge Fontevecchia (el CEO del multimedio Perfil) e Iván Schargrodsky, donde el algoritmo lo impulsa a ser una cara reiterativa en medios como Cenital, Blender, Radio con Vos y Duro De Domar (C5N).

¿A quién le hablan los partidos?
Quienes piensan eso es porque hay un cierto ambiente a 1989 y 2003. Ante una realidad recesiva, y un poder centralizado con los pies trabados en Casa Rosada, emergieron ciertas figuras caudillísticas de muy lejos, con pretensiones de ponerse frente a la situación, como lo hicieron Carlos Menem y Néstor Kirchner, respectivamente. Casualmente, quien fue gobernador de Santa Cruz logró opacar a quien lo fue en La Rioja. El sueño húmedo de todo cordobés pejotista es hacer lo mismo, reiterando su proclama federalista anti-AMBA.
Sin embargo, la cosa no es solo geográfica. La crisis política también tiene que ver con que las distintas identidades partidarias no logran definirse sobre a quién están interpelando o a quién han definido como su sujeto político. La Libertad Avanza la tiene bastante clara. Apunta al trabajador informal que se predispone a eliminar la barrera horaria entre el trabajo y el ocio. Es aquel que administra sus tiempos para ejercer su fuerza productiva para “bicicletear” la generación del capital. Ese arquetipo abarca al apostador de criptomonedas, al conductor de Uber, al que genera contenidos en las redes sociales, a quien ofrece mercadería artesanales en las calles y a quien hace malabares debajo de los semáforos en rojo. Los límites de ese proyecto político y económico lo había explicado el politólogo Andrés Malamud, en una actividad de la Fundación Mediterránea en Córdoba, luego de que Milei se retirara al concretar su discurso. El tubo de ensayo del anarcocapitalismo todavía espera la llegada de los dólares que debían provenir de las inversiones mineras e hidrocarburíferas, de la mano de los beneficios del RIGI. El problema es que esas actividades extractivistas solo demandan mano de obra tecnificada que no es acorde a ese sujeto mileísta.

Una economía reprimarizada lleva a un achicamiento a la clase media, que parecía indestructible en comparación al resto de América Latina. A nivel histórico, el sujeto de clase media, ilustrada y cosmopolitano es el que se sentía identificado con la Unión Cívica Radical, que en el siglo 20 veía con desagrado el protagonismo de los cabecitas negras. Hoy, con la clase media deteriorada, los radicales quedan tan desorientados como la emblemática imagen de un Rodrigo de Loredo llorando frente a cámara el año pasado. De hecho, las bases de La Libertad Avanza en 2023 tenían como cántico propio “el que no salta es radical”, debido al fracaso radicheta de acorralar el ascenso social frente a la justicia social.
Mientras que el peronismo, tiene algunas vértebras mal ubicadas en su columna vertebral. Sus internas se explica por su dificultad de definir quién es el trabajador que centralice su proyecto. El kirchnerismo melancólico se aferra al rol del empleado público que garantizó gestionar los derechos adquiridos, desde la empleada que atendía a los jubilados en la ANSES, hasta los técnicos del ARSAT que enviaron satélites a la órbita. Frente a ese estadocentrismo, aparecen otras lecturas como Guillermo Moreno, que mantiene fijo al obrero industrial con horarios fijos, o Santiago Cúneo, que apunta a los jóvenes emprendedores en nuevas tecnologías. Juan Grabois se había focalizado en la economía popular, como el cartonero o la doña que atiende un comedor. Sin embargo, sabiendo que varios vecinos de barrios populares se identificaron más con la expectativa puesta en la dolarización tecnocrática que en la disputa por distribuir recursos del Estado, entiende que es quedarse corto si se pretendiera ganar una elección. Pero ni Kicillof, ni Cristina (¡ni que hablar de Massa!) se ponen de acuerdo sobre a quién le están hablando.

Cristina es consciente que el Estado omnipresente se topó con que el cielo tenía techo. Por eso, en sus extensas cartas del año pasado, previo al “Che, Milei”, resalta que hay que problematizar con esa burocratización, que ha generado esa micropolítica que llevó al éxtasis de votar a Milei. Pero a la vez, habilita favorecer una reforma laboral. Solo que en lugar del “modelo UOCRA”, que adhieren Milei, Schiaretti, Bullrich y otros, donde son los trabajadores que deben poner de sus bolsillos los fondos de indemnización, ella opta por el “modelo SMATA”, donde dicho sindicato con la patronal automotriz mantiene acuerdos de paz, aceptando extender las jornadas laborales, a cambio que no haya despidos. Esa sería una de las claves de por qué Argentina es uno de los principales armadores de pick-ups del mundo, aún con sus problemas macroeconómicos.
Frente a ello, los partidos que integran el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad (FIT-U) rechaza esa vía y coinciden que hay una crisis en el capitalismo, pero se diferencian entre ellos en cuanto a su capacidad de centralizar la lucha proletaria, donde el Partido Obrero insiste en hablarle a los obreros y desocupados de los cordones industriales, mientras que el PTS tiene alcance a una juventud con formación académica, como los que ocuparon la sala llena en la Feria de Libro de Buenos Aires para la presentación del libro de Myriam Bregman.
Finalmente, el modelo cordobesista de Llaryora y Schiaretti no le hablan a ningún obrero. Solo al emprendedor que apuesta a invertir en el valor agregado de los cultivos agrícolas. Es cierto que después de elcampo, hay un ímpetu por resaltar las obras públicas “que no paran”, otorgando un protagonismo al obrero de la construcción. Pero detrás de ello, y por razones geográficas, el concepto de transporte es lo que vuela detrás de ese vocabulario del agribusiness, para habilitar la infraestructura necesaria para el paso de cargamento de materia prima. Schiaretti aseveró que las obras que más orgullo le ha generado son las que impulsan los consorcios de camineros, que definen los caminos viales en las zonas productivas de la agricultura y la ganadería.

Olvido y perdón
En ese sentido, ese costado productivista de los gobernadores cordobesistas, basado en eliminar las retenciones y alentar la producción de biocombustibles, amparados en discursos ambientales contra el cambio climático, se presenta como una fase superadora al esquema estrictamente monetarista, fiscalista y negacionista a los derechos adquiridos que encarna el mileísmo. Superadora no quiere decir contraria. Porque para el “schiarettismo” y el “llaryorismo” resultó necesario la motosierra, aún con el dolor que implicó a la población nacional. Al dejar como saldo ante el mundo un país con variables macroeconómicas más sanas (sin inflación, ni déficit fiscal, ni protestas por doquier), y con un “peronismo populista” (kirchnerismo) relegado en un segundo plano, el cordobesismo se presenta como la encargada de lograr la llegada de ese capital trasnacional, del cual el propio mileísmo no está pudiendo lograr, ya que los únicos dólares que llegaron en un año y chirolas de gestión fueron solo por blanqueo y por deuda.

La inventiva de capacidad emprendedora rural tiene sus raíces en Córdoba desde el surgimiento de las cooperativas agrícolas del sur, hasta la entrada de dos cordobeses en la lista Forbes de los más acaudalados multimillonarios de la Argentina: Luis Pagani de Arcor y Roberto Urquía de Aceitera General Deheza. La contraca de la misma es que la principal urbe de la provincia, el Gran Córdoba, es una de las regiones con mayores índices de trabajadores que demandan más puestos laborales, debido a que no les alcanza sus ingresos actuales. Es una realidad preexistente a Milei, ya que basta con ver las planillas del INDEC, donde se expone una realidad que se asemeja más a la ciudad de Tucumán y Tafí Viejo, que el de Rosario. De hecho, los distintos programas provinciales laborales que funcionan por décadas, más la inversión de distintas obras, apuntan a que la gestión cordobesista pretende compensar la pérdida de generación de empleo por el estancamiento de la industria. De ahí que se encuentra su apuesta por el avance de inversiones puestas en la tecnificación en los campos.
Pero para el cordobesismo, lograr esa conciliación capital-trabajo implica incluso un revisionismo histórico sobre la última dictadura cívico-militar, que retrotraiga la revisión del rol civil. Eso encarna Juan Schiaretti: así como es el que lloró desconsoladamente en el inicio de uno de los juicios contra el genocida Luciano Benjamín Menéndez, debido a que le rememoró la desaparición de sus amigos y compañeros de los años setenta, es el mismo que dio su último discurso como gobernador en el almuerzo de la Bolsa de Comercio, entidad empresarial que se posicionó a favor del surgimiento de las últimas dictaduras. De hecho, hasta el día de hoy, sus directivos siguen considerando a los dictadores como presidentes. La propuesta es, en definitiva, que haya olvido y perdón para quienes se han beneficiado con ese régimen. Porque la realidad es que la gran burguesía nacional es la misma que colaboró en la desaparición de personas.
El cordobesismo en la Casa Rosada no sería más que un estiramiento de la “democracia de la derrota”. Y también, otra alternativa más ante la ausencia de quiénes no logran definir cuál sería la democracia que levante la copa de la victoria.