Derrotar a Milei en las urnas y en las calles
La coyuntura actual requiere de una apuesta por hacer escuchar en las urnas el creciente torrente de descontento popular que durante los últimos meses se expresó contra el gobierno de Milei. Pero también, de sostener y reactualizar esa memoria destituyente que en otros momentos de la historia argentina permitió en un mismo movimiento bloquear las pretensiones de mayor ajuste por parte de las clases dominantes y abrir nuevas posibilidades para imaginar otro destino para las grandes mayorías.
Por Mariano Pacheco
Las urnas y las luchas
¿Una elección de medio término que cobra una dimensión estratégica incluso más allá de su importancia táctica? Si, incluso para quienes no abrigamos demasiadas expectativas en que puedan realizarse transformaciones profundas en los marcos de esta democracia senil.
Importancia táctica porque el próximo 26 de octubre podrá expresarse en números el cambio en las correlaciones de fuerzas anímicas que se viene registrando en el imaginario popular anti-Milei, que parece haberse incrementando desde el caso de corrupción que involucra a la mismísima Karina (hermana del presidente), y que se agravó con la necesidad del gobierno de bajar a José Luis Espert (su principal candidato en el principal distrito electoral del país) luego de que los indicios de que ha sido financiado por los narcos sean prácticamente inocultables ya no sólo para la opinión pública, sino incluso para el sistema judicial.
Así, de la estafa Libra a los brócolis arrojados contra el presidente en Lomas de Zamora (que se puso al hombro la campaña electoral por la reconfiguración del parlamento como si se tratara de su reelección), los ánimos entre las amplias franjas de la población golpeadas por el programa oficialista de ajuste han ido mutando en dirección a una reconquista de las fuerzas necesarias para buscar ponerle un freno a tanta miseria planificada.
Pero también, decíamos, estas elecciones cobran una dimensión estratégica, en términos de bloqueo a los intentos de La Libertad Avanza de conformarse como una fuerza política nacional con sus primeros desembarcos territoriales en toda la geografía del país y, además, con capacidad parlamentaria para avalar el plan de exterminio de un conjunto de conquistas populares obtenidas a través de años, décadas de luchas.
Tanto la Ley Bases, que le permitió a Milei facultades delegadas por el parlamento para gobernar con decretos, como los rechazos recientes a los vetos presidenciales tanto a las leyes de emergencia pediátrica y en discapacidad como de financiamiento universitario, muestran que ante las derivas neo-fascistas, el parlamento puede cumplir un rol destacado, ya sea para barrer o para defender cuestiones democráticas mínimas.
Por todo esto decimos que los resultados de las próximas elecciones cobran una dimensión de importancia estratégica y táctica que no han tenido comicios de medio término en años anteriores. Este domingo, entonces, entre otras cuestiones, se podrá verificar asimismo si las legítimas luchas sectoriales que tozudamente han sostenido combates parciales en los últimos meses, lograrán expresar una hegemonía social capaz de traducirse en un contundente rechazo político a la avanzada de las extremas derechas.
Las veredas y las calles
Resulta vital que, como pueblo, seamos capaces de sostener viva esa memoria en torno a los momentos destituyentes que tanto contribuyeron a forjar una inflexión en nuestra historia, sin pretender repetir fórmulas o repertorios, pero atentos a las enseñanzas que las luchas producen.
El acontecimiento argentino de 2001, sus espectros en cuanto a capacidad de bloqueo al ajuste y apertura de posibilidades insospechadas se puso en juego claramente en 2017, cuando incluso tras el triunfo electoral de las derechas entonces en el poder, en octubre, se protagonizó luego, en diciembre, esa batalla callejera frente al Congreso. Combate abierto contra los embates oficiales a través de los proyectos de reforma previsional y de reforma laboral que derivaron de alguna manera en el comienzo del retroceso que el macrismo padeció y que lo llevaron a su estrategia de “gradualismo” para tratar de sobrevivir, primero, y dos años más tarde, finalmente, a perder el gobierno. Algo similar sucedió con la propia rebelión popular de diciembre de 2001: puso en jaque esa continuidad neoliberal que se sostenía más allá del cambio de gobierno (de Ménem a De La Rúa) y, a su vez, gestó las condiciones de posibilidad para que el siguiente “ciclo progresista” del kirchnerismo (por llamarlo apresuradamente de alguna manera) se llevara adelante.
Toda esa fuerza destituyente no necesariamente ha sido capaz de instituir, en cada momento, nuevas formas políticas y es eso parte de otra discusión (estratégica, urgente, aunque aquí no la abordemos por cuestiones de espacio). En uno y otro caso (2001-2017) puede detectarse un desfasaje entre quienes protagonizaron las peleas (en los años noventa contra el estado del malestar menemista; durante el primer tramo de la restauración de derecha del macrismo luego) y quienes gobernaron después. Así y todo, en uno y otro caso, fue la fuerza del subsuelo de la patria sublevada manifestándose en las calles la que permitió quebrar la perpetuación del estado de cosas existentes y abrir una brecha para intentar que un gobierno posterior hiciera otra cosa (posibilidad claramente desperdiciada por la experiencia del Frente de Todos entre 2019 y 2023, más allá de la pandemia mundial que golpeó con crudeza).
Durante estos casi dos últimos años, la tozuda muestra de dignidad de las y los jubilados cada miércoles frente al Congreso (con episodios centrales como el acompañamiento de las hinchadas de fútbol uno de los miércoles a inicios este año) y del colectivo de discapacidad (discapacitados, familiares, trabajadorxs del sector), quienes a la persistencia de su lucha sumaron la semana pasada una irrupción dentro de las oficinas de la Agencia Nacional de Discapacidad, denunciando con claridad que la violencia no pasaba por la “toma” sino por la “gestión gubernamental” y su negativa a acatar lo señalado por el Congreso, son muestras de que a pesar de tantos golpes recibidos la voluntad de lucha de importantes sectores del pueblo argentino no ha sido quebrada.
A las grandes movilizaciones en defensa de la salud y la educación de este año y el anterior hay que sumarles, asimismo, las acciones directas que, desde pequeños grupos, se han sostenido con firmeza: aquellos que sacaron a “brocolazos” al presidente, su hermana y su (entonces) principal candidato de un acto en la zona sur del conurbano; o quienes, en más de una ocasión, intentaron resistir sin resignación la represión ejercida por la policía en distintas movilizaciones. Son muestras pequeñas, insuficientes, pero que señalan un camino de recuperación de la autoestima y reivindicación del ejercicio de la autodefensa frente a los atropellos de las derechas que vale la pena reivindicar ante tanto consensualismo, ese que sólo se aprestar a consensuar poner la otra mejilla frente a la violencia que viene desde arriba, de los sectores de, o que responden al poder dominante.
La historia argentina, al menos la del siglo XX, está marcada por esta dinámica de rebeliones, revueltas e insurrecciones a la que nos referíamos: la última dictadura se retiró después de la derrota en la guerra con Gran Bretaña por la defensa de la soberanía de las Islas Malvinas, pero también –sobre todo– por el desgaste que padeció su terrorismo de Estado tras el ejercicio sostenido de huelgas parciales (y pasado el tiempo también generales), sabotajes e incluso acciones de resistencia guerrillera que acompañaron la persistente resistencia obrera; la anterior dictadura se retiró luego de un ciclo largo de resistencia (casi 20 años) que incluyó múltiples medios, desde huelgas y sabotajes, movilizaciones y actos relámpagos, hasta puebladas y diversas formas de ejercicio de la lucha armada, principal aunque no de manera excluyente, sostenida por el peronismo; al peronismo mismo lo parió ese inédito torrente de fuerza plebeya en las calles el 17 de octubre de 1945… E incluso antes, la paciente labor de socialistas, anarquistas y comunistas en el movimiento obrero tuvo sus episodios insurreccionales como el que derivó en la “Semana trágica” de 1919 y hasta el propio radicalismo tiene en su haber levantamientos como el liderado por Alem en 1893 o el de Paso de los Libres de 1933, del que participaron activamente personajes como Arturo Jauretche.
La coyuntura y el largo porvenir
¿Quién organizará y conducirá hoy la gran frustración popular en curso?
No lo sabemos. Eso sí: en este contexto y atentos a la coyuntura electoral, como dijimos al inicio de este texto, resulta vital bloquear las pretensiones de institucionalizar un mayor ajuste y hacer escuchar en las urnas el creciente torrente de descontento popular que, durante los últimos meses, se expresó contra el gobierno de Milei.
Tanto Fuerza Patria, combinando renovación y experiencia con las figuras de Jorge Tatiana-Juan Grabois en Provincia de Buenos Aires, y con Mariano Recalde, Itaí Hagman y Ana Airas en CABA; como el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad con “La Rusa” Myriam Bregman-Gabriel Solano y Christian “Chipi” Castillo y Mercedes Trimarchi, expresan tanto la vocación de gestar una alternativa electoral que pueda agrupar mayorías para 2027 (en el primer caso), como una coherencia en el acompañamiento y apuntalamiento de las luchas que enfrentan en cada trinchera al experimento libertariano (sobre todo en el segundo caso), que como ya se ha comprobado funciona en clara sintonía con la tendencia fascistizante del poder mundial (trumpismo en Estados Unidos, estado nazi-genocida del sionismo israelí).
De todos modos, parece quedar en claro que la ofensiva antipopular en curso es de tal magnitud que resultará insuficiente cualquier triunfo electoral, por más contundente que sea (sobre todo en provincia de Buenos Aires), si no se combina con un contraataque en términos de reconquista masiva de las calles, que abone a una profundización en el cambio de las correlaciones de fuerzas anímicas y materiales, de asunción más clara de una vereda desde la cual posicionarse y confrontar, tanto en términos ético-políticos como ideológicos, contra las derechas y su proyecto tanático-político.
Pero eso es parte de otra historia, sobre la que deberemos volver a discutir, con mayor firmeza, para que desde el 27 de octubre mismo tengamos en cabeza, cuerpo y corazón la perspectiva del contraataque necesario para parir una nueva contrahegemonía popular capaz de rediseñar la nación desde abajo (y a la izquierda), abonando a una perspectiva latinoamericana con vocación de cambio a nivel global.
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