El sionismo como elemento central de la internacional fascista
Por Carolina Weill ( @caroqosqo )
A partir del 7 de octubre 2023, la colonización del territorio palestino por el Estado de Israel ha entrado en una fase abiertamente genocida. Los relatos mediáticos que ponen esta fecha como inicio de los bombardeos masivos, desplazamientos forzados y hambruna fabricada, colaboran activamente de una narrativa que responsabiliza a lxs Palestinxs de su propia destrucción, pues sería culpa del Hamas que todos los fuegos del infierno caigan hoy sobre Gaza. A contracorriente de estas narrativas, enmarcar la situación actual en la historia del proyecto sionista, así como en su relación con los poderes imperialistas y con las fuerzas políticas de las extremas derechas, es un deber político y ético. Por solidaridad con el valiente pueblo palestino, evidentemente, en un contexto donde se vislumbra que las actuales negociaciones del Plan Trump reproducirían más de lo mismo: ocupación, apartheid, militarización. Pero también porque la política desplegada por Israel se encuentra hoy en el centro de la internacional fascista.
Antes que nada, recordemos que el proyecto sionista históricamente se ha apoyado en los gobiernos europeos de extrema derecha supremacista blanca para avanzar en su causa política: la fundación de un etno-Estado judío. Lord Balfour, el ministro inglés conservador que pronunció en 1917 la famosa declaración que respaldaba la colonización judía de Palestina, era un reconocido antisemita. También fue responsable de la brutal represión en Irlanda entre 1887 y 1891, y un gran promotor del eugenismo. La Federación Sionista de Alemania firmó con el propio Hitler el Acuerdo de Ha’avra, el 25 de agosto 1933, facilitando el traslado de judíos alemanes a Palestina pocos años después los disturbios palestinos de 1929, en los que lxs Palestinxs se levantaron contra la colonización judía y su paulatina exclusión política. En uno de los textos fundadores del sionismo, El Estado judío (1896), Theodor Herzl declara que “los gobiernos de todos los países azotados por el antisemitismo serán muy interesados en ayudarnos a obtener la soberanía que deseamos”. De hecho, el sionsimo comparte con el nazismo la idea de que el pueblo judío sería inasimilable en las sociedades europeas y que constituye un grupo racial exclusivo. También compartía estereotipos denigrantes sobre lxs judíxs – aunque pretendía redimirlos de esas características de atraso cultural y precariedad intelectual forjando un “nuevo hombre judío”. Por ello, lxs revolucionarixs del Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia) consideraban al sionismo una peligrosa ideología nacionalista, burguesa y reaccionaria, que distraía las masas de la lucha contra el racismo europeo y el capitalismo. El pensador judío antisionista Moshe Menuhin aseveraba en este sentido que “el sionismo disolvería todos los elementos revolucionarios y socialistas entre los Judíos”. Una advertencia que resultaría fatídicamente acertada.
El avance del sionismo tras la Guerra de los Seis Días de 1967 ha resultado en una cercanía cada vez más clara entre los apoyos al Estado de Israel y las extremas derechas. Para dar un solo ejemplo, el 12 de diciembre 2023 se organizó en Francia una marcha “contra el antisemitismo”, organizado por… partidos de extrema derecha como el Rassemblement National de Marine Le Pen, o Reconquête! del ultra fascista Éric Zemmour. Esos partidos, históricamente anclados en el tendencias políticas que colaboraron activamente con el genocidio judío en los 40s, fueron aplaudidos por gran parte de las comunidades judías francesas por su respaldo a los intereses del Estado de Israel. Más recientemente, los 26 y 27 de marzo del 2025, se realizó en Jerusalén una Conferencia internacional sobre la lucha contra el antisemitismo, donde los participantes fueron esencialmente representantes de los principales partidos de la extrema derecha europea y norteamericana. Javier Milei dio las palabras de apertura, y fueron presentes Mike Evans, un conocido líder evangélico y consejero de Trump; los eurodiputados francés Jordan Bardella y español de Vox Hermann Tertsch, cuyo padre fue un dirigente de la SA alemana mandado a Madrid como diplomático Nazi; así como el ex presidente serbo Milorad Dodik, un nacionalista anti-musulmán cercano a Putin, actualmente bajo orden de captura internacional. Invitar a los herederos de los partidos antisemitas genocidas puede parecer un contrasentido político; pero ello cobra sentido al considerar los históricos lazos del sionismo con las extremas derechas europeas, así como sus características propias.
El carácter fascista del proyecto sionista se hace aún más explícito cuando se observa la construcción nacional israelí en paralelo de la colonización concerta del territorio y el pueblo palestino. Para empezar, la exclusividad y supremacía judía se ancla en un profundo racismo, en el que lxs judíxs no blancxs (lxs mizrahi, lxs etiopíes y otrxs judíxs no ashkenazis) no son consideradxs ciudadanxs deseables. Por su lado, lxs Palestinxs son sistemáticamente deshumanizadxs y sometidxs a un régimen de apartheid y humillación brutal. La extrema militarización de la sociedad israelí, así como su educación nacional racista y victimista (1) son caraterísticas de un Estado fascista: la monstruosa deformación de la Historia en la narrativa nacional israelí, donde lxs Palestinxs serían hijxs políticxs de Hitler buscando matar a todxs lxs Judíxs, es sintomático de un profundo adoctrinamiento. En este sentido, el hecho que la extrema derecha esté gobernando actualmente, desde de Netanyahu hasta Ben-Gvir, no es fortuito; más bien, es la consecuencia lógica del proyecto sionista de desposesión, dominación y desplazamiento, que no puede ser de otra forma que fascista. Prueba de ello, son las recurrentes actitudes ultraviolentas de numerosxs israelíes en tierra palestina y en todo el mundo, que son celebradas por la enorme mayoría de sus compatriotas. El problema no es un gobierno de extrema derecha, es una sociedad producida por la situación colonial y una ideología de corte ultrareaccionario. De hecho, la dinámica de colonización no se limita al territorio palestino: en la Patagonia argentina, así como en el Valle Sagrado del Cusco (Perú), muchas tierras vienen siendo compradas por ex-soldados israelíes para establecer comunidades exclusivamente judías. Cualquier proyecto colonizador-colonial es profundamente fascista, decía Fanon; y el sionismo no podía escapar a esa lógica.
En este sentido, la intensificación de la propaganda sionista desde el 7 de octubre del 2023 es clave para entender el giro fascista en países como Francia. Por un lado, dicha propaganda (reproducida en los principales medios franceses (2)) se fundamenta en asimilar árabes con terroristas, una asociación que hace eco al racismo colonial francés tras la guerra de independencia de Argelia. La islamofobia ha reemplazado el antisemitismo como racismo favorito de las extremas derechas europeas, y el Estado de Israel ha sabido aprovechar este giro. En este sentido, la propaganda sionista utiliza y refuerza el racismo colonial francés, a la vez que lo politiza. Una politización del racismo que han sabido, a su vez, aprovechar los partidos de extrema derecha para obtener una cada vez mayor cantidad de votos. Al mismo tiempo, partidos de izquierda pro Palestina, como la France Insoumise, son designados como el máximo enemigo – lo cual resulta útil tanto para los intereses de Israel como de la extrema derecha francesa. Finalmente, la represión contra los movimientos sociales pro Palestina se disfraza de legitimidad política en la supuesta lucha contra el antisemitismo, a la vez que normaliza el Estado policial autoritario y el recorte de libertades fundamantales en el país. En mi opinión, pues, la acelarada fascización de la política francesa le debe mucho al avance de la propaganda sionista en los medios hegemónicos y la clase política tradicional.
Esas alianzas políticas de facto tienen a su vez una base sólida en los intereses económicos de los complejos industrialo-militares mundiales, pues la economía israelí se ha especializado en este rubro letal. Por ejemplo, el spyware (software espía) Pegasus, desarrollado por la firma cibernética israelí NSO Group, ha sido un instrumento de vigilancia y represión contra opositores políticos, periodistas o activistas de Marruecos, El Salvador, India, Polonia, Arabia Saudita, España, Estados Unidos, etc. Por otro lado, Israel exporta su paradigma de seguridad a numerosos ejércitos nacionales. Entre 1966 y 1990, el Mossad entrenó a los soldados del ejército de Guatemala para que cometan atrocidades inhumanas contra las poblaciones mayas; y las armas y la tecnología utilizadas en este genocidio fueron proporcionadas al gobierno fascista guatemalteco por Israel, actuando como proxy del imperialismo estadounidense. Los oficiales guatemaltecos incluso se refirieron a sus atrocidades como la “palestinización” de los territorios mayas. Más recientemente, el Perú de Dina Boluarte ha firmado un tratado de cooperación armamentista con Israel, proveyendo armas como los fusiles Galil (IMI Systems) y entrenamiento a las FFAAs y a la Policía Nacional, que asesinaron a decenas de manifestantes en el estallido social del 2022-2023. Finalmente, Israel exporta empresas de seguridad privada como Spearhead, liderada por Yair Klein, quien fue contratado por empresarios y narcotraficantes colombianos para entrenar a grupos paramilitares en los años 1980. Así, podemos considerar que Palestina se constituye en laboratorio tecnológico y de saber hacer militar, colonial y fascista que luego se exporta a regímenes desde autoritarios hasta fascistas, en el mundo entero.
Como el fundador del Frente Popular para la Liberación para Palestina (FPLP), George Habash, declaró a Associated Press en 1984, “el sionismo es fascismo, exactamente”. Hoy, la política sionista interna y externa, así como la economía militarista del Estado de Israel, se han vuelto una pieza clave de la internacional fascista en auge. Ello no es una contradicción, sino el resultado lógico de una ideología política históricamente afín al nazismo, que hoy se reconfigura en los parámetros de las extremas derechas actuales, brindándoles la cómoda e hipócrita fachada de la “lucha contra el antisemitismo”. La instrumentalización de esta lucha nos resulta insoportable a quienes hemos perdido miembros de nuestras familias en los campos de la muerte nazis. Por ello, las voces judías antisionistas como la de colectivo al que pertenezco, Tsedek!, son cruciales: si la memoria de nuestras familias judías es una brújula firmemente antifascista, debe ser también, inevitablemente, antisionista.
A los dos años de iniciada la fase abiertamente genocida de la limpieza étnica en Gaza, la lucha contra las extremas derechas globales debe ser firmemente del lado del pueblo palestino, desmantelando la hegemonía sionista que es un elemento central de las extremas derechas mundiales.
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(1) Véase en este sentido los trabajos de la investigadora israelí Nurit Peled-Elhanan.
(2) En particular, el canal Cnews, propiedad del multimillonario de extrema derecha Vincent Bolloré que financió la campaña electoral del fascista Eric Zemmour, colabora activamente con las narrativas israelíes.