Reflexiones acerca de la crisis que nos atraviesa y los desafíos que se nos vienen
Compartimos esta mirada del compañero del Movimiento Campesino de Córdoba, dentro del MNCI Somos Tierra, acerca de la actual crisis del capitalismo y su correlato en el gobierno ultra liberal que sufrimos en Argentina.
Por Pablo Blank
Ilustración: Chechu Mancilla
Vamos a comenzar poniendo sobre la mesa una idea central para comprender el momento que nos toca vivir: la crisis que estamos atravesando es una crisis estructural tanto del sistema capitalista como del modelo de desarrollo Argentino basado en exportación de bienes primarios.
Creo central comprender esto para no quedar atrapados en explicaciones simplistas y unidimensionales de la realidad.
Pero bien Vamos por partes:
1) La crisis estructural del capitalismo está marcada por dos procesos fundamentales y complementarios. Por un lado, el traspaso de hegemonía de Estados Unidos hacia los países asiáticos que, poco a poco, se van constituyendo en el nuevo polo dinamizador de capitalismo global. Por otro lado, el desarrollo de un nuevo patrón tecnológico basado en la electrotecnología, la virtualidad y la robótica, que viene cuestionando de manera profunda la manera de producir, distribuir, consumir y resolver la vida de la sociedad humanas.
A partir de estos procesos fundamentales que marcan el actual momento del capitalismo se han desarrollado otros procesos secundarios que son a la vez consecuencia y síntomas de la crisis:
a) La caída de los márgenes de ganancia de la actividad productiva con la consiguiente recesión económica mundial.
b) El desarrollo sobredimensionado de la actividad financiera en todas las dimensiones posibles e imaginables (desde los grandes movimientos globales hasta las pequeñas acciones cotidianas que se pueden hacer desde cualquier billetera o entorno virtual).
c) La inestabilidad global producto del reordenamiento geopolítico que supone el cambio de hegemonía
d) El golpe mortal al sistema salarial como punto en torno al cual se organizan las relaciones laborales. A un sistema salarial fragmentado y sumamente desigual en el que conviven sectores de ingresos muy altos con amplios sectores que no llegan hasta el mínimo y que trabajen en negro, se le suma grandes niveles de precarizacion y explotación laboral, enormes niveles de desocupación y exclusión del mercado de trabajo y desarrollo del emprendedurismo como propuesta de salida a la crisis.
e) Un enorme incremento de la concentración económica y la desigualdad social a escala planetaria.
Este panorama que marca a la crisis estructural del capitalismo es el sustento desde el cual nacen las propuestas neofascistas que en muchos lugares han llegado a constituirse en gobierno.
La insatisfacción social producto de esta crisis y la incapacidad de los esquemas de gobierno socialdemócratas o liberales tradicionales (tibios en ambos casos) a la hora de dar respuesta a las consecuencias que la crisis va generando son el caldo de cultivo para esos esquemas ultra reaccionarios que lejos de resolver la crisis la agudizan a niveles de consecuencia imaginables.
2) La crisis estructural del modelo de desarrollo argentino tiene que ver con el límite al crecimiento que implica el desarrollo de un modelo basado en la exportación de bienes primarios.
Sabemos, por la historia que ya tiene nuestro país, que se trata de un modelo que al tiempo que genera una dependencia enorme en relación al mercado mundial (precios, insumos, tecnologías y acceso al financiamiento), genera niveles muy altos de concentración económica y desigualdad social y regional (el modelo de exportación de bienes primarios tiene muy poca capacidad de integrar mano de obra a la vez que concentra en la región pampeana los principales recursos de desarrollo económico y de incidencia política).
Podemos atribuir a los distintos esquemas de gobierno que se han sucedido en las últimas
décadas (según lo que ha realizado o dejado de realizar cada uno), una ineficacia, limitación o una negación explicita y consciente, de avanzar en un esquema de desarrollo alternativo.
Pero no podemos dejar de asumir una realidad que es central, y que pocas veces se pone en el centro de discusión: los sectores dominantes argentinos, como los de la gran mayoría de los países periféricos, han sido históricamente reacios a utilizar parte de su margen de ganancia (que en algunas coyunturas históricas han sido extraordinarias) para financiar el desarrollo de un modelo más equitativo, más integral y más sustentable en términos económicos, regionales, ambientales, sociales y culturales.
Este punto es central porque pone parte de la responsabilidad en el sector que tiene la capacidad acumulada para intervenir en la realidad y modificar las condiciones que impiden el desarrollo.
Evidentemente es necesario una gran acumulación de fuerzas sociales y políticas (la famosa correlación de fuerzas) para poder lograr que esa riqueza acumulada en manos de los grupos dominantes pueda ser utilizada para algo mas que su propio enriquecimiento y bienestar.
Evidentemente el gobierno de Alberto Fernández no tuvo la fuerza (ni mucho menos la voluntad ni la vocación siquiera) de plantear el problema del modelo de desarrollo. De ahí que en un contexto global adverso termino desvirtuando el sentido y la esencia de un modelo de intervención estatal que debería haber avanzado en niveles de redistribución de las riquezas. Por el contrario: se terminó configurando un estado de situación insostenible para cualquier esquema de gobierno que se autodefina como centro-progresista.
Los enormes niveles de inflación, desocupación y aumento de la pobreza son los hitos que explican, entre otros factores, al desdibujamiento tremendo que sufrió el gobierno de Frente de Todos y que implicó la puerta abierta para la llegada al gobierno de un esquema ultra liberal reaccionario que, operación mediática mediante, logro justificar una transformación estructural regresiva y antipopular desde la percepción de que esta crisis es resultado de la inviabilidad del desarrollo de un modelo redistributivo.
3) No alcanza en esta etapa de resistencia con salir a enarbolar la bandera de un Estado presente.
De hecho los sectores dominantes (y el liberalismo mismo) también reclaman un Estado presente pero a los fines de garantizar las condiciones macroeconómicas y de gobernabilidad política que permitan la acumulación del capital.
Necesitamos meternos en esa consigna y discutir el contenido profundo que la constituye a partir de volver a preguntarnos: ¿que Estado? ¿Para qué y para quienes?”; al tiempo de ir configurando desde nuestra propia práctica concreta las respuestas a esas preguntas.
La discusión en torno a cómo debería ser, en las condiciones del siglo XX, un modelo de desarrollo posible y sustentable (en términos sociales, políticos, económicos, ambientales y culturales) que tenga como eje la reproducción de la vida, es un debate teórico, pero también, y sobre todo, práctico.
Quizás sea esta una etapa de “resistencia creativa” en la cual nos toque a las organizaciones volver a poner el problema del modelo de desarrollo en la mesa del debate (tanto interno como público).
El aumento del costo de la vida, con la consecuente puesta en jaque de las condiciones de vida y reproducción de las grandes mayorías, va a poner entre la necesidad de pensar y reinventar estrategias de solución de lo cotidiano que escapen la lógica del mercado y al monetarismo como una herramienta posible. Quizás vuelva a ser la hora de volver a tomar a la solidaridad como principal herramienta de vinculación social.
La organización del campo popular (sobre todas las que hemos avanzado en desarrollo de experiencias económicas vinculada a la producción y comercialización de alimentos y otros bienes o las prestaciones servicios sociales y de cuidado), hemos hecho un gran camino de experiencia en este sentido.
Reconocer ese camino, recostarnos en lo logrado, no solo en términos materiales sino también simbólicos, y fortalecer lo acumulado en términos de procesos, será, quizás, una de las principales trincheras desde donde enfrentar lo que se viene.
La creatividad para animarnos avanzar en nuevos modos de resolver lo cotidiano (incluída la organización popular) y la más que necesaria vocación de unidad en la práctica, serán seguramente las otras trincheras que nos toque volver a levantar frente a una situación histórica adversa.