No tengo parte de ilusión ni de una política progresista
Por Santi Rodríguez
Vengo de los lugares donde en el silencio de la madrugada se escuchaban los rezos a dios pero el nunca escuchaba sus plegarias.
No me atendió un estado, no me resguardo ninguna institución y mucho menos me cuido la carátula open mine de la funcionaria peronista.
Tengo la piel blanca pero aún así no pude zafar, cómo muchas, cómo muchos, del hambre, de los golpes de la policía y de la idea del olvido controlado y accionado por el egoísmo.
Abandone la niñez cuando la calle fue un espacio constante, cuando tenía las monedas de 10 centavos y mangueaba algunas de 25, cuando lo autos pasaban despacio y a una muy pequeña edad el capital de algunos billetes más en el bolsillo era construir una masculinidad rígida y estructurada. Lo único que me duele de aquel entonces es no recordar cundo deje de jugar.
Estoy en plena construcción de una identidad con referencias de el tío Marcelo cuando el no binarismo colonial de clase media ni existía y Elle se empilchaba con una remera de Alberdi cortada al pupo, pantalón de Adidas deportivo y unos taco aguja negros que tenía para salir a dar vueltas por el obrero. De mis amigos putos que se paraban a armar bardo cuando no los dejaban entrar al baile, de la chonga que se cagaba a piñas jugando al fútbol en el campito.
Descubrí lo que era el dolor con 15 años enterrando a pibis con la misma edad que la mía, descubrí lo que es el valor cuando veía a mí primo plantarse a la yuta y cagarse a trompadas, descubrí lo que era tener reflejos cuando el mismo me decía que si venían cerca tenga el puño cerrado en los bolsillos.
Me curtieron fibras tan profundas que empecé a odiar a la yuta hasta que descubrí que hay practicas, hay acciones y pensamientos que te convierten en un policía social y político patrullando a más no poder. Y entendí que ya no los odiaba, los quería combatir, abolir y desaparecer. Cómo desaparecieron a tantes.
Dos veces me trataron de chora la primera fue por robarme un paquete de galletas saladas de un súper y la otra fue trabajando en esos espacios donde la ronda de machos discute la política global, pero mientras tanto los violadores y golpeadores transitan nuestros ojos resguardados en una historia militante de academia o escuela del disiplinamiento guevarista. Que hablan de libertad pero les dan miedo tocarse el ano.
Deje de creer en la idea de insertarme en un estado terrorista para agrietar algunas cuestiones desde adentro. Deje de creer en los chetos que hablan de la marginalidad mientras se alimentan de la pobreza existente. Deje de creer en los que dicen que el patriarcado no es un enemigo claro y que el capitalismo si. Deje de creer en la militancia hegemónica que hablan de tomar los medios de producción y no producen con el cuerpo otra expresión que agriete su estructura. Deje de creer en muchas cosas pero…
¿Les queda alguna duda que hay un pacto social que ya rompieron hace mucho?
Yo no soy una víctima, no voy a ser su víctima, tampoco tengo un discurso armado para que lo que diga tenga mayor validez. No pretendo agradar ni tampoco interpelar. No quiero ser parte de su historia, tengo muchas historias y las mas pobres que luchaban y luchan por dar vuelta toda esta mierda confluyen en esta misma historia.
Lo que si quiero es que la puerta que me abrieron muchas no se vuelva a cerrar y que se puedan abrir, porque yo no creo que vea los cambios, pero que algún día todo se va a dar vuelta para nuestro lado va a pasar.