CHARLAS DEL MONTE

La bolsa de cereales del Valle

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“¡Mierdra de muchacho! Si te creyera, haría desandar lo andado a todo el ejército. Pero, señor muchacho, sobre los hombros tienes más corcho que cerebro. Seguro que has soñado tonterías. Vete a la vanguardia, mi niño. Los rusos no están lejos y pronto tendremos bastantes a los que zaherir con nuestras armas, tanto de mierdra como de física y de phinanzas”

Alfred Jarry, Ubu Rey.

A falta de entretenimientos, les jipis deciden hacer su propia estructura de inversión financiera basada en el alimento. Dicen los expertos, que es precisamente el alimento, la mejor inversión financiera.

Por Tomás Astelarra | Ilustración: @nico_mezca

La verdá que andar comprando dólares en el Valle es tan difícil como pagar el celular en un kiosko. Todo ta lejos. Ni hablar de lecops, leliqs, bonos del tesoro de Polonia o bitcoins, que nadie entiende bien pa que sirven ni como se hace, y además, seguramente, llegamos tarde a la primera tajada y, más bien, sospechamos, seremos parte de la gilada que paga este tipo de pirámides especulativas donde uno pone 1 y gana 10. Ya nos curamos de espanto con los famosos “mandalas de la abundanica” (aunque esa vez hubo muches ganadores entre les jipis). “Lo único que uno pone una y salen diez son las semillas. Sino probá a enterrar un billete a ver que pasa”, dice el comandante Pablus.

Aquella vez que con el gato Mauricio el dólar se fue a la mierda, se me ocurrió preguntarle al Tío Pacheco por el asunto ese. El Tío Pacheco es un viejo medio tuerto al que apenas se le entiende por su cerrado acento chuncano, y por lo general, cual Atahualpa Yupanqui, cuenta en su haber maravillosos relatos de cacerías de pumas y arriadas de vacas por cerros inmemoriables. Gusta jugar a la taba, comer buenos asados y camino kilómetros y kilómetros por días, cuando no está sentado en el banco de la plaza con una sonrisa y un buen humor digno de los hermanos Marx (Groucho y Harpo). “Io de eso del dólar no entiendo nada. Io cuando veo que tengo unos pesitos de más le pregunto a mi amigo el almacenero que cosa hace rato no sube. Si me dice azúcar, compro mucha azúcar. Si me dice fideos, compro muchos fideos. Y así. Después lo consumo o lo vendo”.

Por su parte el Chicho Serna dice que cuando ve unos pesitos de más en su billetera aprovecha para llevar el auto al mecánico. Además de sacar a Luis (el mecánico) de la estacada financiera en la que siempre vive por sus delirantes inversiones en autos viejos, se asegura que con el auto en buen estado, no va a perder un montón de tiempo y energía como cada vez que al susodicho carromato (un ford sierra rural del año de ñaupa) se le ocurre pararse en la mita del inhóspito camino de Rodeo de Loros. “El tiempo es dinero”, se justifica.

Milagrito Salvatierra tiene un sistema con las madres de la escuela donde todas ponen una luquita por mes. Son quince. En total quince luquitas. Hace un calendario de acuerdo a fiestas de quince, cumpleaños, casamientos, próximos nacimientos, probables velorios, carneadas comunitarias, períodos de siembra, viajes familiares y otros menesteres que necesitan una repentina inversión. Es lo que en Bolivia se llama pasanaku. Como la perinola, todos ponen. Y en vez de quince giles con una luca al mes, las doñas se convierten en quince potentadas con quince lucas un mes al año.

No obstante lo cual, la otra vez, a Milagrito le llegaron las quince lucas y no tenía gasto pa hacer. Ni siquiera comprarse un lavarropas. Así que le prestó a la Tere las quince lucas pa que siembre maíz a cambio de que cuando coseche le de el equivalente en granos. Dice que quiere poner un puesto de arepas en la feria. Las empandas funcionan pero ya las hace todo el mundo (aunque nadie como ella). Más bien quiere ampliar el negocio. No es que sepa que los bonos futuros de maíz seguro rindan más que el dólar en medio de esta hambruna universal (y el agotamiento de los combustibles fósiles que han transformado el maíz en gasolina).

En el local comunitario siempre hay algo en que invertir los pesitos que sobran. Si no es una heladera, es un mueble, o el alquiler de un espacio para fraccionar alimentos agroecológicos al por mayor. Si no le prestan a un mínimo interés a los artesanes de la mutual pa su producción, o los de la huerta comunitaria, cuyas verduritas después venden en el local sacándole un honesto margen. La otra vez también financiaron la cosecha de algarroba de un emprendimiento familiar que lleva años produciendo alimentos del monte. Compraron harina de algarroba al precio de noviembre a entregar en marzo, con un 10% de aumento en el volumen entregado. Si a eso se le suma la inflación, un negoción. Además, con este tipo de lógica, de finanzas comunitarias, como dice el Jipi Matías: “¡Qué me importa el FMI, el Banco Mundial, y hasta la guita del Banco Nación que se robó Vicentín”. Cuando hay hongos, les jipis compran bolsas enteras de hongos. Cuando hay nueces, bolsas enteras de nueces. En marzo comprar tomate pa hacer salsa. O berenjenas para escabeche. Cuando hay aceitunas, bolsas enteras de aceitunas. “Hay que gente que me pide precio por cantidad, pero la verdá que io más que la guita prefiero guardarme el aceite. Siempre está subiendo de precio”, dice el Señor Monte Olivo, dueño de una pequeño emprendimiento de aceite de oliva de primera calidad.

Después ta el rubro de la construcción. Acopiar bolsas de cemento, hierros del ocho, adobes, chapas, maderas…Subir al final, todo sube. El librero invierte el libros, la filigranera invierte en metal, la ceramista en arcilla, el colorado chantaman en frascos, yuyos, tinturas y otros elixires para la cosmética natural. El vegano en zapallos y el peronista en chorizos. Y si no hay heladera, siempre hay un freezer amigo.

-¿Y si te quedas sin dinero?- pregunta el gringo porteño progrepositivista.

-Le pedís al vecino o a la cooperativa amiga. O vendes la moto o la garrafa de más.

-Acá lo que hay que hacer- sugiere el trosko Carozo- es nuestra propia Bolsa de Frutas, Verduras y Cereales. Que la gente que no tiene en que invertir, invierta en producciones locales. Que la guita quede en casa pa la soberanía alimentaria y sanitaria. Porque el resto ya sabemos que es una truchada donde siempre perdemos los giles. Si no es la corralito, es la nacionalización de deuda privada, o la fuga de divisas, o los paraísos fiscales. Pa nosotres querer ser parte de la timba financiera es como querer entrar a un casino sin zapatos. Si al final todos estos millonarios lo que más quieren es salud, tiempo libre con sus hijes y buen alimento. Acá todo eso ya lo tenemos.

Aclaración o advertenciaComo dijo Marx (Groucho), “si no le gustan estos principios tengo otros”. Estas charlas o relatos transcurren en el Valle de Polonia, es decir, Ningunaparte. Son ficción. Ciencia Ficción Jipi. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.