Entre el aula y la luna
Una crítica a la película Octubre 23: Una historia de estudiantes secundarios, sobre lxs desaparecidxs del Colegio Nacional de Vicente López.
Por Lea Ross
La entrevista se pauta en el interior de un aula. La idea sería profundizar sobre los jovenes desaparecidos en la última dictadura que estudiaron en el Colegio Nacional de Vicente López. Una de las cámaras toma de fondo un pizarrón con ejercicios sobre funciones matemáticas, seguramente provenientes de alguna clase reciente. Pero cuando hay un corte de edición, otra cámara toma de fondo, aún con un desenfoque, la inscripción en la pared de la palabra “Gay”, seguramente tallada por algún estudiante como burla genérica o hacia alguien. Involuntariamente, el choque de esos cambio de planos en una misma escena representan el alma de la película Octubre 23, de Federico Coringrato, Adrián Tanus y Martín Vergara.
Dividida en cuatro capítulos, el documental testimonial indaga sobre los casos de Eduardo Muñiz, María y Leonora Zimmermann, Pablo Fernández Meijide y Leticia Veraldi, que fueron secuestrados por los grupos de tarea, sin siquiera haber alcanzado los 18 años de edad. Comienza con un primer intertítulo que define al año 1973 como “el retorno al poder de las mayorías”. Un cántico peronista en unos breves archivos fílmicos evitan una poca probable interpretación ambigua. La fecha contextualiza el impulso estudiantil por crear un centro de estudiante en el principal centro educativo del distrito. Para cuando emerja el último golpe de Estado, la fina sutileza no será lo que más prevalezca en la obra. Gran parte del material estará sustentado por entrevistas a amigxs, familiares y personas allegadas.
“Lindo”, “hermosas” y “sano” son algunos de los adjetivos que se recurren para describir a sus seres con paradero desconocido. Con el avance del relato, aquellas mismas personas que se sentían militantes de alguna causa conjeturan que eso implicaba una fantasiosa aceleración hormonal, haciéndolos “sentir como adultos” y que no estaban equivocados en sus ideales, pero sí en la lectura coyuntural. El único momento donde emergerá un contrapunto será entre Graciela Fernández Meijide y Pablo Llonto, a la hora de confrontar con conceptos referidos a “militancia periférica” y “doble desaparición”.
La agridulce anécdota sobre la entrega de una carta dirigida a Jorge Rafael Videla, pidiéndole por la aparición de lxs chicxs, logra dimensionar el temor de una época, donde la conciencia colectiva sobre la bestialidad de un dictador no frena la clemencia hacia el mismo.
Aún así, pareciera que en el paso de las palabras, acompañados por un fondo sonoro a base piano, se presenta un resentimiento hacia aquel momento susceptible a cierta romantización para algunas generaciones actuales. Un momento curioso, y secretamente de quiebre, será cuando la propia Fernández Meijide, aún citando el trabajo periodístico de un autor que pretendió que la teoría de los dos demonios se materialice en la jurisprudencia penal, describe brevemente el contexto geopolítico, con el rol de Estados Unidos. Inmediatamente, un corte encadenado, con halo a viveza criolla, pareciera evitar cerrar su idea y llevar a que su alocución termine quedando como el único planteo que trata de recordar los intereses imperiales detrás de la dictadura (a pesar que dicha autora reniega de todo eso).
Octubre 23 no reniega del temor instalado por los genocidas, a partir de la ausencia de discursos que describen los ideales de esas juventudes perdidas, desde las razones del porqué del impulso por crear un gremio estudiantil, hasta los debates que emergían en esas reuniones, posiblemente tratando de enlazar los planteos guevaristas con las del propio peronismo. “Vivíamos en la luna”, dirá uno de los entrevistados. La luna es desértica. Tanto como los pasillos del colegio registrados en el ahora. Y es que en el mismo, prevalece una cierta autoridad que pretende administrar la memoria al renegar cualquier intento de hacer recordar a la comunidad sobre lo ocurrido. Eso se ratifica cuando algunas se la juegan en nombrar a docentes sospechados de haber sido colaboracionistas. Ante ello, se desafía una pulseada mediante el registro de un homenaje a les compañeres. En esos planos detalles, donde insertan cada letra de cada nombre, se puntea la ausencia de osadía, aún con un plano drone que intenta medir la magnitud de una marcha por la memoria. Se remata con el optimismo de saciar justicia, pero certificando el decanto de esta democracia en derrota.
Se puede ver Octubre 23 aquí: