Anarcocapitalismo comunista
Por Yunga
Portada: Fotomontaje con imágenes hechas en ChatGPT
Nunca leí a Hegel. Y sin embargo, la dialéctica hegeliana (usualmente condensada en la expresión “tesis-antítesis-síntesis”) siempre fue como un fantasma que rondó mi forma de entender el mundo. Por momentos siento que hay algo importante que se me está escapando. Por otros, tengo la fuerte sospecha de que, incluso en su forma más simple, tenemos mucho que aprender de esa propuesta.
Derecha/Izquierda, Socialismo/Liberalismo, Peronismo/Anti-peronismo, pero también Verdad-Científica/Pseudo-ciencia, Sociedad/Naturaleza, Hombre/Mujer… pareciera como si la simetría bilateral humana (dos manos, dos ojos, etcétera) se tradujera en una obsesión insoportable por dividir todo lo que existe en un River/Boca irreconciliable. Tan extremos somos en nuestro afán binarizador que no sólo se producen todavía terribles masacres en nombre de alguna Grieta, sino que una y otra vez nos negamos a permitir la existencia de todo lo que pretenda existir por fuera de estos binomios.
Lo más grave de proyectar nuestras frustraciones en un Otro culpable de todo, es que demoramos innecesariamente la producción de una síntesis diplomática, es decir, la creación de una tercera posición que pueda contemplar de forma satisfactoria los deseos y temores de un lado y otro de esas grietas.
Tomemos por caso lo que motiva esta nota: el anarcocapitalismo.
HARTA estoy de las asambleas eternas en las que el progresismo anti-Milei se lamenta por el apoyo masivo que están teniendo las ultraderechas del mundo. Cada tanto uno que otro se anima a aceptar que ese apoyo es la consecuencia de un sistema democrático en decadencia, pero atrapades en la crítica de la crítica de la crítica, brillan por su ausencia las propuestas que busquen contemplar las demandas de ese electorado cansado.
Que se vayan todos
Voy a volver a insistir en lo que a mí me parece obvio: el fenómeno Milei no es una “manipulación mediática” de un “pueblo ignorante” (como subyace en los discursos tanto del peronismo como de la izquierda), sino más bien un hartazgo consciente ante diez años de un gobierno que no logró reducir satisfactoriamente las desigualdades.
“¡Mi sueldo docente aumentó en un 665%! ¡Lanzamos un satélite al espacio!”. Exclama el progresismo blanco. Y sin embargo, todavía son blancos los profesores universitarios, y marrones las personas que limpian sus oficinas. Blancos los diputados, y marrones los que cosechan la yerba. Si en algo ha triunfado el kirchnerismo (y el peronismo en general) es en ayudar a que la población tome consciencia de esas desigualdades (representadas hoy con una inteligencia maquiavélica mediante el término “casta”).
Por supuesto, es obvio para todes que Milei no es la solución a ese problema, pero tenemos dos años para planificar una nueva forma de participación política que nos permita salir de este vaivén binarista y aprender por fin a planificar a largo plazo.
Socialismo con peculiaridades chinas
Más allá de las obvias críticas que podemos hacerle al terrible nivel de control y persecución que el Estado chino tiene sobre sus ciudadanos, el plan a cien años de la República Popular China (que comenzó en 1949) no sólo logró en su primera etapa sacar de la pobreza a 700 millones de personas; sino que, gracias a una combinación entre capitalismo y comunismo (es decir, un capitalismo fuertemente regulado por un Partido Único), China pasó de ser uno de los países más pobres del mundo, a la segunda potencia más rica (o la primera si se tiene en cuenta el poder adquisitivo de su población).
Al neoliberalismo le gusta leer este crecimiento como un triunfo del capitalismo, sin embargo, cuando comparamos su crecimiento con el de países neoliberales (como Estados Unidos) resulta obvio que es justamente esa peculiar síntesis entre capitalismo y socialismo la que le permite concentrarse en problemas concretos (como la erradicación del hambre).
Anarcocapitalismo comunista
¿Cómo aprovechar, entonces, la parte “anarco” del anarcocapitalismo que 14 millones de personas eligieron en nuestro territorio?
Comparto ahora tres síntesis que me parecen urgentes.
1) Descentralización: Hay un punto de coincidencia muy fuerte entre el anarcocapitalismo y el anarcosindicalismo: la eliminación de un Estado centralizado. La forma más fácil de controlar una región es concentrando su poder político y por lo tanto también las decisiones económicas. Se nos dice que Buenos Aires es rica porque “controla el puerto”, pero bien sabemos que de nada valdría ese puerto sin toda la tierra que produce (por ejemplo) la soja en las provincias.
Esto mismo vale para el interior de cada provincia. Si (supongamos) la mitad de las riquezas provinciales proviene de las tierras cosechadas, ¿por qué entonces casi la totalidad de la riqueza se concentra en las ciudades? Así como podemos calcular qué porcentaje del valor de la soja que compra China debería quedar en Córdoba y cuánto ir a Buenos Aires por el uso del puerto (o cuánto quedar en La Pampa por el uso de las rutas), así también podemos determinar cuánto de ese valor debería quedar en los pueblos cercanos a esas tierras y cuánto ir a las capitales.
Entre las ventajas de la descentralización está la migración al campo: si obligamos a que la riqueza que sale de un campo deba quedar (por ejemplo) a no más de 10 kilómetros a la redonda, se producirá un crecimiento en la población de los pequeños pueblos, que a su vez mejorará el rendimiento y la calidad de lo producido en cada hectárea (como ya calculó Piotr Kropotkin en su libro La Conquista del Pan, allá por 1892).
Por supuesto, el peligro de descentralizar es perder fuerza. Así como sería muy poderosa una alianza latinoamericana para luchar contra el extractivismo del Norte global mediante, por ejemplo, la creación de una moneda única, que evite tener que caer en el uso del dólar para las transacciones internacionales (algo que de a poco los BRICS están logrando); así también, es importante que las provincias establezcan una serie de intereses comunes que fomenten la colaboración.
2) Reestructurar el sistema financiero: La amplia mayoría de los militantes de las izquierdas dirían que la Ley de la Oferta y la Demanda es “injusta”, sin embargo las herramientas matemáticas no son nunca malas per se, sino que dependen de su uso.
Supongamos, por ejemplo, que una aplicación de celular nos permitiera seguir el crecimiento de un grupo de pequeñas empresas locales como una verdulería, un almacén y una ferretería. Cuando a la ferretería le va bien, el precio de sus acciones sube. Algunas personas entonces decidirán invertir ahí y eso fomentará aún más su crecimiento. Otras personas, en cambio, podrán apostar por el almacén, cuyas acciones vienen a la baja porque se les rompió la heladera. Pero sabiendo que en cuanto puedan arreglarla, las acciones volverán a subir.
Hoy hay MILLONES de cripto bros en el mundo haciendo este tipo de apuestas con empresas multimillonarias, regulando así el flujo de dinero hacia una u otra empresa de acuerdo a la necesidad (que es, justamente, la esencia de la ley de oferta y demanda). Desbinarizar nuestra mirada respecto del mundo financiero significa aprovechar toda esta líbido depositada hoy en estudiar las finanzas de Google, para redirigirlo hacia emprendimientos locales.
Por supuesto, corremos el riesgo de que surjan “buitres” que encuentren la forma de aprovecharse de que a un almacén le vaya mal, pero esto es algo que de hecho ya sucede cada vez que sube o baja el dólar. La ventaja de que suceda a nivel local es que nos da la posibilidad de intervenir en un sistema mucho menos complejo, desarrollando estrategias que limiten la especulación financiera.
3) Orientar la política hacia un futuro postrabajo: No me canso de repetir algo que a esta altura debería ser bastante evidente, y que queda perfectamente condensado en ese meme en el que dos osos polares se proponen jugar a ser humanos y entonces uno dice “Ay, tengo mucho depresión”, y el otro responde: “Tengo que conducir al trabajo para pagar el gasoil para volver a conducir mañana al trabajo”. En un hermoso libro llamado Trabajos de Mierda, el antropólogo anarquista David Graeber pone en evidencia (basándose en encuestas y entrevistas) que la mayoría de los trabajos de la actualidad serían innecesarios con una organización más inteligente de nuestros recursos humanos y no humanos.
Empecemos por el Estado, principal enemigo del gobierno electo: ¿Cuánta gente dedica su vida a intentar ayudar a que les que menos tienen “lleguen a fin de mes”? Imaginen todos los trabajos que nos ahorraríamos si los alimentos se produjeran de forma comunitaria: cuántos gestores, almaceneros, cajeras de supermercados, transportistas, empaquetadores de hamburguesas, empleados de Burger King, conductores de Uber… pero también banqueros, agentes inmobiliarios, abogados, policías, carceleros… porque, a ver, si tuviéramos asegurada la comida y la vivienda, ¿quién seguiría eligiendo trabajar ocho horas en algo que no le gusta?
¡No sólo de pan vive el hombre! ¡Necesitamos plata para comprar fernet italiano y Coca Cola genocida! Un mundo postrabajo es un mundo sin salarios, pero eso no significa que no pueda haber gente que elija organizarse y fabricar cerveza. Incluso venderla para comprar fernet Branca, si tan irresistible le resulta (aunque no me queda duda de que una vez eliminados todos los acuerdos entre el Estado y las empresas multinacionales, y descubramos cuánto realmente nos cuesta importar fernet, terminaríamos por agarrarle el gustito al vino con soda y al fernet artesanal).
Por supuesto, habrá algunos servicios esenciales que tendremos que mantener: luz, agua, internet, salud pública… y no mucho más. ¿Educación? Otra trampa capitalista que pocos se animan a cuestionar. En un mundo postrabajo la educación puede ser también organizada colectivamente de acuerdo al deseo y necesidad de cada población. No será sorprendente que no haga falta internar cuatro horas diarias a les niñes en un banco incómodo a cagarse de frío o calor, proliferando quizás mucho más la artes, los deportes y los talleres de ciencia.
Por último, respecto a la división de tareas (cosechas, cocinas comunitarias, cuidado de niñes y ancianes), bien podríamos usar Oferta y Demanda para establecer una equivalencia en una bolsa de trabajo, distribuyendo de acuerdo a cuan deseada/indeseada es una tarea: x horas semanales para quienes cuiden enfermes, z horas semanales para quienes cocinen, y así, variando x y z de acuerdo a cuántas personas dispuestas a hacer esa tarea haya.